Carlos Saravia Toledo, fallecido el pasado mes de febrero, dejó un legado que deben revisar quienes quieren una región productiva y sustentable.
El 10 de diciembre de 1965, el diario El Tribuno anunciaba que a partir del día siguiente incorporaría una nueva sección destinada a “reflejar la realizad de nuestro agro”. El Tribuno en el Agro era la nueva sección y estaba a cargo del ingeniero agrónomo Carlos Javier Saravia Toledo. Durante un tiempo, este apasionado y destacado protagonista del sector agropecuario reflejó en las páginas del matutino el pulso del campo salteño y argentino.
Saravia Toledo, nacido en Metán y criado en Tolloche, fue el noveno ingeniero agrónomo graduado en la Universidad de Tucumán y cuando comenzó a escribir en El Tribuno, a pesar de su juventud, ya tenía un largo camino recorrido. Estaba vinculado por trabajos de investigación con la Universidad de Arizona (EE. UU.), el Instituto de Investigaciones de Desiertos de México, la Universidad Nacional de Colombia, el Programa de Estudios de los Llanos de la FAO, la Cámara de la Producción de Salta, el Centro Agrario de Anta, el Centro del Obrajeros del Quebracho, la Sociedad Rural del Sud, entre otros. Además, su actividad profesional lo había llevado a Estados Unidos, México, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Colombia, Ecuador y Perú.
Con el tiempo, la actividad profesional de este apasionado del Chaco Salteño se fue incrementando y sus obras y publicaciones científicas y técnicas fueron creciendo, lo que le valió ser nombrado miembro de la Academia Nacional de las Ciencias y de la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria, habiendo recibido de esta última el Premio Massey Ferguson 1995, que se concede a “personas o grupos de personas cuya actuación ha representado o representa una contribución importante para determinada región o sistema productivo del país”.
Las razones por las cuales se le otorgó a Carlos Saravia Toledo el Premio Massey Ferguson resumen, en parte, su prolífica actuación profesional. “Hombre que ha dedicado su vida a la acción, tesonera e inteligente, para la solución de muchos de los acuciantes problemas de Salta y de las regiones fitogeográficas que se extienden más allá de sus fronteras. Su actuación es públicamente reconocida en las latitudes más diversas del mundo habiendo irradiado desde esta cuna en el noroeste argentino”, se leyó en el acto de entrega del premio, para luego enumerar la larga lista de acciones que lo hicieron merecedor del galardón.
Saravia Toledo actuó tanto en el ámbito público como en el privado. Fue Secretario de la Producción de Salta, representó a la provincia en foros nacionales e internacionales y tuvo a su cargo la dirección técnica y la puesta en marcha de emprendimientos agrícola ganaderos como Salta Forestal y Campos del Norte SA. Además, fue un profesional de consulta permanente en materia técnica y de políticas agropecuarias y ambientales.
“Los temas del medio ambiente no necesitan de opiniones superficiales y ligeras, sino de conocimientos científicos”, aseveró en 2004, cuando todavía no se presagiaban los desastres que se harían y dirían en nombre de la Ley de Bosques que nacería en 2009. Además, como conocedor de la región que lo apasionó, dejó directrices que hoy deberían ser escuchadas: “El proyecto de desarrollo del Chaco exige crear núcleo de apoyo a los habitantes. Darles educación, salud, posibilidades de crecimiento en comunidad y no aislarlos. Eso significa recuperar la productividad. Solo hay que compatibilizar la producción con la fauna y el bosque”.
A casi dos meses de su partida, sería bueno que estas líneas animen a quienes tienen que tomar decisiones productivas y ambientales, desde lo técnico y lo político, a revisar y aprovechar su legado. Mientras tanto, seguramente, el Gran Chaco lo estará extrañando.