Desde la Fundación Producir Conservando sostienen que los purines podrían ser la clave para triplicar la producción de forraje y mejorar la salud del suelo.
Los planteos lecheros y ganaderos intensivos presentan numerosas ventajas e inconvenientes. Una de las principales ventajas es la posibilidad de aumentar la carga animal, lo que a su vez conlleva la necesidad de gestionar adecuadamente los purines.
Esta mezcla de excretas animales, restos de alimentos y agua, considerada por muchos productores como un problema ambiental, podría ser la clave para triplicar la producción de forraje y mejorar la salud del suelo.
Los purines contienen una alta concentración de nutrientes esenciales como nitrógeno, fósforo, potasio, calcio y magnesio, que no solo fomentan el crecimiento vegetal, sino que también representan una alternativa económica y sustentable frente a los fertilizantes químicos tradicionales, como la urea.
“El potencial de los purines es enorme, tanto en términos de productividad como de impacto ambiental”, afirmó Laura Rodríguez, investigadora del INTA.
Las rotaciones de cultivos utilizadas en estos sistemas intensivos suelen incluir un alto porcentaje de cultivos para silo. Es en este tipo de producción donde se maximiza la generación de materia seca por unidad de superficie, permitiendo alcanzar cargas animales muy elevadas. Sin embargo, los cultivos de silo extraen del suelo muchos más nutrientes que los destinados a grano, ya que se cosecha la planta entera y no queda rastrojo sobre el suelo.
La extracción de fósforo y potasio de un maíz para silo es un 77 % y 490 % mayor, respectivamente, que la de un maíz para grano. Este desbalance debe corregirse. Una alternativa es la aplicación de fertilizantes inorgánicos comerciales; otra, el uso agronómico de los purines generados por la actividad ganadera y lechera.
Dado que estos sistemas generan grandes volúmenes de purines en poco tiempo, muchas empresas comenzaron hace años a aplicarlos en sus lotes, inicialmente como método de disposición. Con el tiempo, observaron mejoras significativas en la fertilidad química del suelo: aumentos en materia orgánica, fósforo, potasio, azufre, zinc y hasta nitrógeno.
No obstante, se detectaron problemas en la calidad física del suelo: mayor compactación, menor profundidad radicular, reducción en la velocidad de infiltración y, como consecuencia, menor eficiencia en el uso del agua de lluvia.
Hoy, muchos productores comprenden que los purines no son sólo un residuo que debe manejarse para evitar el colapso del sistema, sino una fuente extraordinaria de nutrientes.
Para aprovecharlos correctamente, es necesario tomar ciertas precauciones:
– Estimar la extracción de nutrientes que realizará el cultivo de silo a sembrar.
– Analizar el suelo, para conocer la cantidad de nutrientes ya presentes y determinar cuánto más se debe aportar, ya sea con purines o fertilizantes.
– Analizar los purines, para saber qué nutrientes contienen y en qué concentración. Así se puede calcular cuánta cantidad aplicar por hectárea para lograr un balance nutricional adecuado. Si la concentración está desbalanceada, se limita la dosis posible de purines y se debe complementar con fertilizantes inorgánicos.
Una ventaja clave, según Cintia Schenkel del INTA, es que parte del nitrógeno presente en los purines se encuentra en forma orgánica, lo que permite una liberación lenta y gradual. Esto reduce la concentración de nitratos en el suelo y disminuye el riesgo de contaminación de aguas subterráneas, un problema frecuente en zonas agrícolas.
Los purines son una fuente de nutrientes muy completa, capaz de mejorar la fertilidad química del suelo de manera rápida. “No son un residuo, son un recurso clave para una agricultura más equilibrada y sostenible”, afirmó Schenkel. El desafío es dejar de verlos sólo como un problema y comenzar a utilizarlos correctamente.
Por: Francisco Oliverio, asesor de la Fundación Producir Conservando