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El OT donde coexisten el campo y la ciudad

El Valle de Lerma enfrenta los desafíos productivos y ambientales que deben ser contemplados en un adecuado plan de OT.

Como ya lo comentáramos, las zonas de confluencia de dos o más sistemas o formas de organizar el territorio son las llamadas interfaces. Aquí, la compatibilización y priorización de actividades se hace compleja y, generalmente, obedece más a situaciones coyunturales, productivas o de carácter inmobiliario, que a estudios integrales de ordenamiento territorial (OT).

En la última década, en la provincia de Salta se plantearon varios y profundos estudios de ordenamiento y desarrollo territorial, tanto realizados por el Gobierno nacional, universidades y organismos nacionales, el Gobierno provincial y los gobiernos municipales, como así también organizaciones civiles.

El Valle de Lerma es una región intermontana situada en el centro de la provincia de Salta, dentro de la cual se localiza la capital provincial, y comprende siete departamentos políticos administrativos. En particular, el Área Metropolitana de Salta está integrada por los municipios de Salta Capital, San Lorenzo, Vaqueros, Cerrillos, Rosario de Lerma, Campo Quijano, La Merced, La Caldera, El Carril y Chicoana. Las distancias entre ellos son relativamente cortas (no más de 50 km de radio considerando Salta Capital) y la infraestructura vial disponible posibilita una importante interconexión.

Concretamente en el Valle de Lerma, y dentro de éste en el área metropolitana, se cuenta con instrumentos muy valiosos de planificación como: Lineamientos Estratégicos Metropolitanos del Área Metropolitana del Valle de Lerma (LEM AMVL), el Pidua II / CPUA (Plan integral de Desarrollo Urbano Ambiental /Código Planificación Urbano Ambiental) del Municipio de Salta o el PDUA (Plan de desarrollo Urbano Ambiental) de Cerrillos, entre otros.

El desarrollo de los planes mencionados comenzó en 2010 y se potenció con el Programa Nacional DAMI (Desarrollo de Áreas Metropolitanas del Interior), que promueve el desarrollo de aglomerados de mediana escala como parte de una política nacional.

En el Pidua (2003) ya se plantea que, en las últimas dos décadas, el área metropolitana de Salta ha tenido un crecimiento muy importante, lo cual provocó una expansión de las áreas construidas y un incremento del uso residencial en el periurbano, en áreas de antiguo uso agrícola coincidentes a zonas cercanas a las principales vías de comunicación regional. Así, la presión inmobiliaria interviene en el cambio del uso del suelo con fines residenciales, transforma la periferia provocando un abandono de usos rurales, no sólo para la ciudad de Salta sino también para otros núcleos urbanos del Valle de Lerma.

En otras palabras, en el Valle, el modelo territorial tiene carácter expansivo, que crece desordenadamente consumiendo suelo de valor productivo y ecológico.

En consecuencia, en todos los planes de OT, el objetivo ha sido elegir un modelo territorial más compacto, policéntrico y equilibrado. Se buscó modificar la actual tendencia de concentración de actividades en la ciudad central, identificando infraestructuras productivas necesarias para el desarrollo económico de la región, como así también alternativas de localización, generando oportunidades de crecimiento en zonas relegadas.

Hasta aquí, hemos abordado el tema más desde la óptica urbana, pero no se debe olvidar que hablamos de sistemas complejos donde conviven distintas lógicas. Es entonces importante poner en valor el concepto de periurbano.

Muchos autores coinciden en que los espacios agrícolas periurbanos cumplen diversos roles y/o funciones estratégicas: económica (generación de renta agropecuaria, fuente de empleo, generación de bienes y servicios); social (seguridad y soberanía alimentaria); espacial (límite verde, barrera, buffer); paisajística (simbólica, patrimonio cultural, ocio); y ambiental (generación de servicios ecosistémicos, ciclado de nutrientes, ciclo hidrológico).

Para gestionar estos territorios complejos, multifuncionales, se requiere de políticas públicas claras, de planificación sumamente participativa e integral, que consideren su rol tanto como espacios vitales para la seguridad y soberanía alimentaria, para producción, así como la calidad de vida de los habitantes y su necesidad habitacional.

Hacia una intensificación productiva

El antagonismo ciudad-ruralidad debe superarse con una adecuada planificación y ordenamiento del territorio.

El sector económico-productivo para la región del Valle de Lerma se basa en el comercio, servicios, industria y actividad agropecuaria. Dentro de ésta última, se destaca la hegemonía del complejo agroindustrial tabacalero en la mayoría de las localidades del valle, a excepción de Salta. El sistema actual de producción no es sustentable productiva, ambiental ni socialmente.

La base ambiental tiene serios síntomas de degradación como erosión, inundaciones, problemas fitosanitarios y contaminación, entre otros; pero, a su vez, es rico en infraestructura, suelos fértiles, disponibilidad energética, rutas, etc.

Desde el punto de vista social, la matriz de trabajo es muy vulnerable, con una proporción mayor de empleo público por sobre el privado y del destinado a la transformación de materia prima, es decir escaso agregado valor en origen.

En este contexto de metropolización y fragmentación, el Valle de Lerma enfrenta desafíos tales como la necesidad de intensificar la producción, la conservación de los recursos naturales, garantizar puestos de trabajo, generar rentabilidad y agregar valor a la producción.

“Intensificar la producción consiste en realizar más cultivos y/o actividades pecuarias por unidad de tiempo y superficie, procurando la mayor ocupación del suelo con el objetivo de conservar el capital natural”.

Según FAO, se basa en la aplicación de enfoques holísticos integrados en los sistemas de producción, para aumentar la eficiencia y la resiliencia de los sistemas de producción.

Los principios técnicos indispensables son:

– Obtención simultánea de una mayor productividad, un mejoramiento del capital natural y de los servicios ecosistémicos.

– Mayor eficiencia en el empleo de insumos clave como el agua, nutrientes, plaguicidas, energía, tierra y mano de obra.

– Gestión de la biodiversidad para favorecer la resistencia del sistema al estrés abiótico, biótico y económico.

Para cumplir ello es importante lograr una alteración mínima y una cubierta orgánica permanente del suelo, diversificar especies, emplear variedades bien adaptadas y de alto rendimiento, rotar cultivos, el uso racional de fertilizantes orgánicos e inorgánicos, el manejo integrado de plagas, enfermedades y malezas mediante prácticas adecuadas y uso de plaguicidas selectivos y de bajo riesgo de ser necesario. Esta diferenciación es cada vez es más solicitada y reconocida económicamente por los mercados más desarrollados. El escenario mundial demanda agricultura más sustentable, que pueda certificar eficiencias ambientales.

Además, al integrar en el sistema de producción, por ejemplo, ganado para carne, se eficientiza la transformación de proteína vegetal en animal en la misma área productiva.

Es importante incorporar el concepto de Valor Agregado en Origen (VAO), que es de por sí es una oportunidad para la sustentabilidad, generar riqueza, empleo genuino y desarrollo.

Hay tecnología para lograr el cometido, adecuada y desarrollada in situ.

Hoy existen la conflictividad territorial, los planes y proyectos y las normativas, con mayor o menor grado de actualización, que avalan y dirigen el proceso de OT; el desafío es entonces aprovechar al máximo todo el conocimiento y trabajo realizado en el Valle, para apuntar así no sólo a ciudades sustentables, que contengan y sean la solución habitacional de la población, sino sumar verdaderos entornos en equilibrio que a su vez brinden alimentos, posibilidades de trabajo, mantenimiento de áreas de interés ecológico, etc.

El Valle es tal vez, según el decir de un profesional de la planificación territorial, un territorio supra-planificado, pero sub-gestionado, donde el antagonismo ciudad-ruralidad es totalmente superable por la adecuada planificación y ordenamiento del territorio.

Por: Lic. Viviana Failde, Grupo de innovación agrícola, INTA EEA Salta.

Fuente: El Tribuno Campo