“Estoy convencido de que los pequeños productores y productoras pueden levantar a este país”, asegura Cacho Godoy desde el Chaco.
Cacho Godoy tiene 64 años y una energía sin edad. Es un pequeño productor familiar que tiene 5 hectáreas en las afueras de Resistencia, Chaco, donde junto a su esposa Lidia produce verduras de forma agroecológica que -en gran medida- vende todos los viernes en bolsones que lleva a la ciudad, donde ya tiene clientes fijos.
“Repartimos 200 bolsones a precios muy accesibles: 250 pesos por los 5 productos que tenga esa semana y la gente acepta todo de muy buen grado porque saben que son verduras frescas de la agricultura familiar y sin agroquímicos”, cuenta.
Además de productor hortícola, Cacho es presidente del “Consorcio 97”. Los Consorcios de Servicios Rurales son asociaciones integradas por agricultores familiares organizados por zonas con el fin de aunar esfuerzos y aportes económicos de distinta naturaleza. Son apoyados por el Instituto de Agricultura Familiar y Economía Popular (Iafep) del Chaco, que se encarga de impulsar las políticas, planes, programas y proyectos de desarrollo rural y para la agricultura familiar. Actualmente hay 106 consorcios que agrupan a unos 7.000 pequeños productores que representan casi el 50 % de los productores de la provincia.
“Hoy en este consorcio somos 40 productores, algunos con apenas media hectárea o menos, pero es una forma de que una familia tenga algo porque en esa superficie, por ejemplo, se pueden producir flores”, detalla Cacho. “Quiero que la gente de mi lugar tenga una motivación para vivir, un proyecto, por eso siempre los incentivo para que nos juntemos y vendamos bolsones todos juntos, porque así es más fácil”, dice.
Mauro Andion, presidente del Iafep, explica que los consorcios tienen distintas funciones, algunas relacionadas directamente con la producción agrícola, otras con la planificación de modelos sustentables y también con aspectos sociales. “Se realiza el laboreo de tierras y la gestión asociada con otros consorcios para la adquisición de maquinaria y la comercialización y acceso a mercados, a la vez que se apunta a desarrollar modelos productivos sustentables para la agricultura familiar”, describe el funcionario.
“Al mismo tiempo los consorcios tienen funciones vinculadas con el medio social donde se reconoce la importancia de la atención primaria, de la educación y del cuidado del ambiente e incluyen el relevamiento y caracterización de las familias rurales de cada zona”, agrega.
En cuanto al financiamiento, los consorcios lo reciben del Iafep a través de 3 fuentes: un fondo con recursos provinciales o nacionales (creado por ley 825-I), ingresos generados por el trabajo como consorcio a productores no asociados o particulares y los aportes de los propios miembros de cada consorcio.
El 80 % de los recursos se destina al cumplimiento de las funciones de los consorcios y el 20 % restante, administrado por el Ministerio de Producción y Ambiente, está dirigido a destinado a la formación de nuevos consorcios, su fortalecimiento institucional y la capacitación e investigación en tecnología para pequeños productores agropecuarios.
“Desde Iafep trabajamos para fortalecer la economía de los productores de nuestras tierras con más y mejores inversiones garantizando el acceso a máquinas y herramientas que agilicen el trabajo diario en los campos, junto a la entrega de variedad de semillas de hortaliza que diversifiquen la producción”, agrega Andion. “Apoyar a los emprendedores rurales nos permitirá continuar avanzando en modelos productivos, la creación de almacenes populares, caminos y rutas, viviendas, educación y toda la infraestructura que genera condiciones para el desarrollo de la actividad y el arraigo rural”, dice.
Manos a la obra
Hoy Cacho es y se siente un productor con todas las letras. Pero no siempre fue así. Durante muchos años trabajó en un frigorífico con la tarea de liquidar sueldos y jornales. Pero en 1994 el frigorífico cerró y allí fue cuando decidió incursionar en la producción agropecuaria motivado porque la familia de su esposa siempre se había dedicado a esa tarea.
“Yo sabía lo básico y menos todavía”, recuerda Cacho entre risas, “solo sabía lo que me contaba mi familia política, pero con Lidia decidimos darle para adelante”. Lo primero que hicieron fue empezar, codo a codo y a mano, a desmontar y preparar la tierra del predio que hoy en su casa y su chacra, para la producción de hortalizas. “Siempre fui bueno con los números y eso me ayudó mucho para la planificación, siempre con el lema de mi padre de hacer las cosas con honestidad”, enfatiza, “y hoy puedo ver los resultados”.
“En 2017 me sumé al Consorcio 97 y me cambió las cosas como productor porque antes acá se hacía todo a mano y el arado estaba tirado por caballos y ahora trabajo con tractor, como todos los asociados y eso es una gran ventaja para el productor”, explica Cacho y agrega que como presidente quiere motivar a los socios para que se mueven, a que hagan cosas e involucrar sobre todo a los jóvenes y estimular su creatividad para que progresen: “Yo no quiero que nadie más crezca en la pobreza como me tocó a mí, que como no tenía frazadas me tapaba con papel madera”.
Durante el viaje realizado al Chaco en octubre, la oficial de Programas de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO), María Laura Escuder manifestó que durante los 3 días que duró la misión se logró programar y proyectar las actividades y los productos que se desarrollarán junto a la Provincia en el marco del Memorándum de Entendimiento firmado el pasado 16 de agosto entre la FAO y el Gobierno del Chaco, y que busca mejorar la seguridad alimentaria y garantizar el acceso a alimentos suficientes y de buena calidad.
“Es un trabajo alineado con los pilares de la FAO vinculados a una mejor producción, a una mejor nutrición y a contribuir a un ambiente sano al realizar una producción sustentable, todo lo cual posibilita una mejor calidad de vida”, explicó Escuder. “El trabajo apunta a fortalecer los programas que ya tiene la Provincia, a brindar apoyo a las distintas actividades y a cooperar en materia de recopilación de datos y de estadística”, comentó.
Otra forma de producir
Desde 2012 la producción de Cacho es totalmente agroecológica y se siente orgulloso de lo que ha logrado: tiene clientes que le valoran esta forma de producir y, a la vez, está tranquilo porque sabe que está generando alimentos sanos.
“Empecé en 2006 con las buenas prácticas agrícolas (BPA), pero aun usando agroquímicos, pero un día decidí que quería dejarlos por completo”, cuenta. “Yo siempre me acordaba de que cuando era chico mi mamá no comía lechuga porque decía que le caía mal, eso me quedó grabado, y cuando me metí de lleno en la producción me di cuenta de que no era la lechuga lo que le hacía mal, sino como estaba producida, entonces decidí hacer mis verduras totalmente agroecológicas”, señala.
“Al principio me equivoqué un montón, pero me anoté en cursos de agroecología, tuve el apoyo del INTA y de la Universidad Nacional del Nordeste y así fui aprendiendo. Hoy he logrado una buena producción, mi verdura se diferencia de las que son producidas con químicos y además ahorro mucho al no tener que gastar en insumos”, asegura.
“Yo quiero que se vea que todo este trabajo es de verdad, que se pueden hacer las cosas bien y estoy convencido de que los pequeños productores y productoras pueden levantar a este país, siempre que estén motivados, apoyados y unidos”, asegura Cacho. “Por eso los consorcios son tan importantes, porque se acompaña a quien produce para que pueda salir adelante y se lo estimula para que confíe en sus propias capacidades, para que pueda progresar”, concluye.
Por: Lola López, Área de Comunicación, FAO Argentina
Fuente: El Tribuno Campo