La Camelina se presenta como una oportunidad para lograr una agricultura más sustentable, que cuide el carbono del suelo, aumente la productividad y aporte materias primas los biocombustibles.
Dentro de las metas que se proponen los países más desarrollados para mitigar las emisiones de carbono, se plantea un renovado rol del sector agropecuario. El mismo está basado en una agricultura que logre mayor captación dentro del ciclo del carbono, con una fijación efectiva que aumente el contenido de la materia orgánica de los suelos, y gastando la menor cantidad posible de insumos en ese trabajo.
Planteada en esos términos, la producción agrícola asegura que los cultivos capturen parte del carbono atmosférico, transformándolo en materia orgánica (MO) de los suelos, algo inverso a lo que ocurre especialmente cuando un bosque nativo es deforestado por tala o quema, se hace agrícola y, en este cambio de uso, el suelo pierde una fracción importante de la materia orgánica.
Por otra parte, en este nuevo contexto, la agricultura toma también un rol preponderante, siendo proveedora de materias primas sostenibles para energía, especialmente para los combustibles líquidos de nueva generación. Estas tecnologías innovadoras incorporan la posibilidad de producir combustibles 100% renovables que no precisan mezclas con combustibles fósiles y, por primera vez, la oportunidad de producir energía renovable para aviones.
Oportunidad para Argentina
Para este desafío, que va a marcar el ritmo de la agricultura en los próximos años, nuestro país cuenta con una base fundamental: una amplia región productiva libre de deforestación, que es la condición de todas las certificaciones; un manejo de la siembra directa sumamente extendido, y un consumo de fertilizantes ajustado a diagnóstico hace potencialmente a la agricultura argentina, una de las más eficientes del mundo.
Sin embargo, para aumentar la producción es importante incorporar otras herramientas. Una de ellas se basa en desarrollar cultivos de invierno que permitan extender el doble cultivo, para generar más cosechas en un mismo período de tiempo.
Entonces, incluir estos puentes verdes con cosecha en reemplazo de los barbechos, permite intensificar la secuencia de cultivos, reemplazando respiración de carbono por captación de carbono y con la posibilidad de reducir el uso de herbicidas.
Bajando la huella de carbono
Los cultivos oleaginosos de ciclo invernal, como Camelina, se adaptan a distintas regiones y/o secuencias de cultivo, permitiendo lograr puentes verdes cuya cosecha con baja huella de carbono, se encuentra certificada para su uso en biocombustibles.
“Hoy vemos que en la región pampeana los cultivos de invierno ocupan tan solo un 30% de las tierras agrícolas y en algunos lugares aún menos”, dice Federico Varela, gerente Comercial de Chacraservicios, quien desarrolló las bases de este cultivo.
En muchos casos, según Varela, se dan “largos períodos de tiempo en que el suelo se encuentra sin vegetación, solo con restos del cultivo de soja anterior, que deja una cobertura muy pobre”. En estos casos, se genera un largo período del año con pérdida neta de carbono del suelo, a la vez que aumenta el riesgo de erosión y la presión de las malezas, como otra complicación visible.
Para Varela, por ese motivo la elección de Camelina permite intensificar la secuencia de cultivos y combatir algunas de las problemáticas presentes en varias regiones productivas, como las malezas resistentes y la compactación subsuperficial.
“Este cultivo tiene una raíz pivotante y agresiva, que no solo es importante para explorar el suelo, sino también para atravesar las densificaciones subsuperficiales, muy frecuentes en suelos con siembra directa”, explicó.
Por otra parte, ayuda en el control de malezas, al exudar sustancias alelopáticas a través de sus raíces. Y, al tener un ciclo más adelantado que los cereales de invierno, dejan libre el lote entre 10 y 15 días antes que el trigo, lo que permite anticipar la siembra del cultivo de segunda.
Cultivo de servicio con renta
El cultivo de Camelina se trabaja bajo contrato de producción, en los que se provee la semilla y con el compromiso a recibir toda la cosecha que genere la superficie certificada. Para que expresen su potencial, la nutrición de estos cultivos tiene que ser balanceada y eficiente. Se recomiendan formulaciones con nitrógeno y fósforo complementadas con azufre, ya que las brásicas tienen alto requerimiento de este nutriente.
La certificación es fundamental para acceder a la industria de los biocombustibles. Por un lado, se comprueba que el lote sea libre de deforestación y, por otro, se miden las emisiones de carbono que ocurren durante la producción, transporte y molienda. Aquí se corrobora que la materia prima generada tenga un ahorro neto frente a las fuentes fósiles.
Camelina, mucho por conocer
Esta brassica es un cultivo nuevo a nivel mundial. Desarrollado hace tan solo 20 años a partir de plantas originadas en Ucrania, tiene como principal atributo ser una especie de ciclo corto, rústico y que, a diferencia de la colza, presenta resistencia a heladas en el ciclo de emergencia-roseta.
Por esta razón, se plantea como un “ciclo extra corto” respecto de la colza, que permite siembras en junio y julio (riesgosas para colza), lo que la vuelve una alternativa muy interesante para sumar lotes que salen de soja de segunda.
Chacraservicios -compañía local líder en este cultivo en nuestro país, que fue recientemente adquirida por la asociación entre Bunge y Chevron Renewable Energy Group- mantiene muchas expectativas de acuerdo con la siembra de este cultivo de servicio con renta. “La Camelina es un cultivo muy noble que tiene características especiales que hay que tener en cuenta para lograr que sea exitoso. Su semilla es muy pequeña, similar a la de un trébol o una alfalfa. Nosotros la entregamos pelleteada, lo que mejora notablemente su implantación”, aseguró Federico Varela.
“El manejo de herbicidas es sencillo, y una vez implantada, es una competidora notable”, explicó el referente, quien exhibió que su empresa cuenta con cuatro variedades lista para sembrar.
En ese contexto, brindó pautas de manejo, ya que sus variedades tienen diferentes características. “El cultivo de Camelina no ha experimentado ataque de plagas y la presión de enfermedades es muy baja. Estamos trabajando la cosecha con desecantes para emparejar el lote y, luego, se pasa a una cosecha directa”, comentó Varela a modo de conclusión.