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Un vecino con orden y progreso, cada vez más gigante

Gustavo López, consultor de la Fundación Producir Conservando, sostiene que están dadas las condiciones para que Brasil sea al final de la década el principal oferente de alimentos del mundo.

Hacia mediados de la década de los ochenta en el siglo pasado, el prestigioso economista brasileño Fernando Homen de Melo, se planteaba en su famoso informe sobre la problemática de cómo alimentar a Brasil, en el marco de la limitada expansión de la frontera agropecuaria de ese país, la necesidad de acceder a nuevos mercados para importar alimentos, debido a que su vecino y principal proveedor de granos y otros productos agrícolas, Argentina, no contaría con saldos exportables como para satisfacer sus necesidades.

Ello se daba en un marco de una población que crecía a un ritmo acelerado y que por entonces alcanzaba a los 130 millones de habitantes, con marcados cambios en los hábitos de consumo debido a una fuerte migración rural hacia los centros urbanos, que por esos años alcanzaba al 31 % versus el 12 % de la actualidad.

La producción total de los principales granos como media entre 1987/96 alcanzaba 64 millones de toneladas, resultante de una superficie sembrada de 36,5 millones de hectáreas y un rendimiento medio de solo 1.760 kg/ha. El consumo interno en tanto, solo de trigo, maíz y soja rondaba los 55 millones de toneladas, por lo cual era necesario importar volúmenes crecientes de trigo y forrajeros, mientras que la soja se elaboraba internamente, con destino al mercado local de aceites y exportando los excedentes de harina e incipientemente de materia prima.

Expansión

Pero el avance tecnológico, en gran medida impulsada por el Embrapa (Empresa Brasileira de Pesquisa Agropecuaria) llevo a que se expandiera el área dedicada a granos en forma significativa.

El proceso de diversificación iniciado en los años 60´s se intensificó, se generalizaron nuevas prácticas agrícolas, se masificó la mecanización en el sector, y con una política de disminución de derechos a la importación de insumos (fertilizantes, fitosanitarios etc.), se logró generar un fuerte incentivo a la siembra de granos, limitando otras culturas tradicionales como la caña de azúcar, el café, el algodón, etc.

A ello se sumó la adopción masiva de materiales modificados genéticamente, principalmente en soja y maíz, que permitieron un rápido crecimiento en los rendimientos unitarios, superándose año tras año récords productivos.

En la actualidad, la superficie total dedicada a la agricultura en Brasil supera las 77 millones de hectáreas, duplicando así las registradas cuatro décadas atrás, con una producción estimada para el ciclo 2022/23, que quintuplicaría la misma alcanzando los 320 millones de toneladas.

Exportaciones

De esta forma, con un consumo que solo se triplicó en el periodo analizado, y considerando la menor tasa de crecimiento poblacional que, no obstante ubica hoy a nuestro vecino de Mercosur en el séptimo lugar entre los países más densamente poblados, con 210 millones de habitantes, la generación de excedentes se vuelca hacia el mercado externo, constituyéndose en la actualidad como uno de los principales proveedores de alimentos del mundo.

Este sector que se consolidó como uno de los más dinámicos y de mayor relevancia en el ingreso de divisas, representa en la actualidad del 4,5 % del Producto Bruto Interno, que medido como agroindustria en su conjunto (agricultura y ganadería, industria y comercialización de materias primas y productos manufacturados) alcanza al 26,5 %.

Las exportaciones del complejo granario, considerando solo el trigo, maíz y soja (en equivalente poroto) se proyectan para este ciclo en algo más de 175 millones de toneladas.

Sin duda el complejo soja es el de mayor trascendencia, siendo Brasil el primer productor (153 millones/toneladas) y exportador mundial con un nivel que podría alcanzar los 95 millones de toneladas como materia prima, y un market share del 57 %, que se incrementa a 120 millones de toneladas como equivalente poroto considerando los envíos de aceites y harinas proteicas.

Ello se logró, con un paulatino incremento en el área sembrada de esta oleaginosa, y la incorporación de variedades de alto rendimiento, tanto en volumen como calidad, que en la actualidad ocupa 44 millones/hectáreas, con un rendimiento medio de los más altos a nivel mundial, por encima de 3.300-3400 kg/ha.

En maíz, se espera recolectar 131 millones/toneladas, producto de un área bajo siembra de 23 millones/ha y una productividad cercana a 5.500 kg/ha. De esta forma se consolida luego de los Estados Unidos y China como el tercer mayor productor mundial de este forrajero.

Pero quizás lo más significativo sea el aporte al comercio mundial.

Las actuales proyecciones ubican la exportación de maíz para este ciclo en 50 millones de toneladas, nivel levemente inferior a los 51 millones/t previstas para Estados Unidos. Recordemos que históricamente el segundo exportador de maíz a nivel mundial era Argentina, quien contaba entre sus mercados tradicionales a Brasil, al que proveía de importantes volúmenes sobre los puertos nordeste, hasta iniciado el nuevo siglo donde logra su autoabastecimiento y comienza a generan saldos exportables cada vez mayores que pueden en el futuro llegar a destronar el líder norteamericano.

En el caso de trigo, si bien creció en los últimos años significativamente en su producción logrando exportar volúmenes de relevancia, la baja calidad de su grano lleva a que siga importando trigos correctores para la molinería, principalmente de Argentina.

A ello, se debe adicionar su condición de primer oferente mundial de carne vacuna, de carne aviar, de café, de azúcar, jugo de naranja, segundo de harina y aceite de soja, cuarto de carne de cerdo y muchos derivados más, que permite alcanzar una cifra en torno a los 225 mil millones de dólares, casi cuatro veces más que los ingresos de Argentina del complejo agroindustrial.

Crecimiento vertiginoso

Sin duda cuando se compara la evolución y desarrollo de ambos países en su sector agropecuario y agroindustrial que hacia mediados del siglo anterior partían de bases muy similares en cuanto al nivel de hectáreas y producción de los principales cultivos, se observa como en las últimas décadas el crecimiento del sector en Brasil fue vertiginoso.

Ello sin duda se basa en la disponibilidad de recursos naturales en un país de ese tamaño; recordemos que es el quinto en cuanto a su extensión con más de 8.5 millones de km2, que permitió una expansión en la frontera agropecuaria, con un potencial aun de crecimiento importante.

De la superficie total, el 71 % (600 millones/ha) lo ocupan las áreas urbanas, los bosques nativos y las APPs, es decir las Áreas de Preservación Permanente. El resto es decir más de 250 millones de hectáreas se dedican a las actividades agropecuarias.

Del total con aptitud y uso agropecuario, 161 millones/ha (64 %) están destinadas al pastoreo, 77 millones/ha (31 %) a granos y el resto (12 millones/ha) al cultivo de la caña y otras culturas.

Política virtuosa

A esta realidad, debe sumarse una política agrícola que genero las condiciones para esa expansión, con un fuerte apoyo a los productores, a través de reglas de juego claras, baja presión tributaria, permanente asistencia crediticia y limitada intervención del Estado en el agronegocio, independientemente del color político de cada momento.

No obstante, este sostenido crecimiento, Brasil presenta aun limitantes estructurales muy importantes. Consientes que la red vial y ferroviaria necesita ser ampliada, así como la deficitaria capacidad de almacenamiento y la logística de embarque en los principales puertos de salida del sur, este y nordeste brasileño, se esperan avances significativos para lograr de esa forma un mayor grado de competitividad, consolidando así su posición de liderazgo en el comercio mundial de los principales commodities.

Si bien en la actualidad, la transición presidencial genera en muchos analistas y operadores el temor a que la nueva política para el sector se oriente como en Argentina hacia un intervencionismo creciente, con la instrumentación de nuevos impuestos, limitaciones al comercio y control sobre los precios de los granos, etc., están dadas las condiciones para que Brasil a finales de la actual década se transforme, en el principal oferente de alimentos del mundo.

Por: Lic. Gustavo López, consultor de la Fundación Producir Conservando