Las recientes precipitaciones impulsan un incremento del 50% en el área con potencial de rendimiento en la región triguera.
En un giro esperanzador para los productores de trigo, las recientes precipitaciones han traído algo más que solo alivio: han incrementado en un 50% la superficie que podría alcanzar rindes potenciales de 35 quintales por hectárea (qq/ha). Este aumento, que lleva la cifra del 20% al 30% en la región núcleo, es un rayo de luz en una temporada marcada por la incertidumbre y la adversidad climática, según reveló un reciente informe de la Bolsa de Comercio de Rosario.
El panorama para la siembra de trigo no lucía optimista con el inicio de la campaña 2023/24, con muchos productores postergando la implantación en espera de lluvias que mejoraran las condiciones del suelo. La promesa del fenómeno climático “El Niño” se materializó, pero su llegada tardía, combinada con heladas recientes, ha mantenido a todos en vilo respecto a las estimaciones finales de producción.
Sin embargo, las últimas lluvias han jugado un papel crucial en detener el declive en los rendimientos. La Guía Estratégica para el Agro (GEA) de la BCR destacó que, si bien la mejora es parcial, ha sido suficiente para cambiar las expectativas. Ahora, la atención se centra en las condiciones climáticas venideras, con la esperanza de que el sol haga su aparición y solidifique las ganancias en peso de grano que las lluvias han posibilitado.
En términos comerciales, el aumento en la superficie con posibles altos rendimientos podría traer un respiro a un mercado que ha estado marcado por retrasos. Los stocks de trigo son relativamente abundantes debido a la disminución en la exportación durante el año en curso, lo que podría conducir a un traspaso de cosechas más fluido de lo previamente temido.
A pesar de la mejora, es crucial reconocer que aún estamos lejos de las condiciones ideales. El informe subraya el contraste severo con los ciclos anteriores de producción récord. La campaña 2022/23 experimentó una de las peores sequías en sesenta años, lo que llevó a un feroz recorte en la producción y a una cosecha que no alcanzó los 12 millones de toneladas (Mt), manteniendo los volúmenes operados muy por debajo de lo habitual.
Con el ciclo de cosecha pronta a concluir, se observa que el volumen operado hasta ahora en 2023 es el más bajo en nueve años. La industria mantiene sus compras, pero las de exportación han sido modestas, reflejando la cautela que prevalece en el mercado.
De cara al futuro, los operadores de mercado y los productores por igual tendrán los ojos puestos en el cielo, esperando que las condiciones se estabilicen y puedan capitalizar en las mejoras recientes. La comercialización del trigo de la nueva campaña aún está rezagada, y el mercado está ansioso por ver si la tendencia positiva continuará.