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“Tenemos el modelo productivo con el menor impacto ambiental del mundo y debería ser una marca país”

El Tribuno Campo conversó Pedro Vigneau, reelecto presidente Maizar, sobre los desafíos y oportunidades de la cadena de valor del maíz y el sorgo argentinos.

El pasado 12 de octubre, Maizar renovó autoridades para el período 2023/24. Pedro Vigneau (Aapresid), continúa como presidente, acompañado por Federico Zerboni (Zerboni SRL) como vicepresidente 1°; Federico Garat (Bayer) vicepresidente 2°; Alfredo Paseyro (ASA), como secretario, y Carlos Daniel Morgan (Allaria Agro Finanzas) como tesorero.

En una entrevista con El Tribuno Campo, el reelecto presidente de la institución se refirió a los desafíos y oportunidades de la cadena de valor del maíz y el sorgo argentinos.

En una nota que usted publicó en La Nación, resalta que la cadena de valor del maíz ofrece una oportunidad para el desarrollo del país. Pero por el momento parece estar desaprovechada en gran parte.

Cuando hicimos la Asamblea hablamos de la gran oportunidad, que en este momento resalta, porque hay una sociedad cansada de modelos populistas que nos llevaron al desastre que vivimos hoy. Y por delante, tenemos un mundo que vira rápidamente de lo fósil a lo renovable, y ahí el maíz tiene un protagonismo excluyente por su capacidad para transformar en biomasa el dióxido de carbono que hay en la atmósfera, que es justamente lo que le preocupa a gran parte de los tomadores de decisiones y las sociedades del mundo.

Exportamos el 70 % del grano que producimos sin transformarlo, esto es una oportunidad inmensa, inclusive para el norte del país, porque el maíz debe transformarse lo más cerca posible de donde se produce para no agregarle huella ambiental.

Para un país como el nuestro que no tiene dólares, un ejemplo a tener en cuenta: el año pasado importamos US$ 1.000 millones de naftas, mientras que podríamos transformar maíz en etanol, aumentar los cortes, generar inversión, puestos de trabajo, desarrollo federal, y ahorrarnos esos dólares. Esto no entra en la cabeza de nadie, pero allí están las oportunidades.

Tenemos que golpear fuerte la mesa y todas las puertas que haya que golpear, contar esta enorme oportunidad que tiene Argentina y que el mundo necesita. Tenemos las capacidades, porque el productor argentino se diferencia del del productor mundial: es joven, muy bien formado y con una capacidad de decisión técnica de excepción.

Estamos en el momento y lugar adecuado, y tenemos con qué, lo que hace falta es ponernos de acuerdo. Por eso, tenemos que salir de la zona de confort y hacerles ver a los decisores políticos que somos parte de la solución y uno de los sectores que más rápidamente puede traer trabajo y divisas, los dos vectores que más necesita la Argentina en este momento.

Nos desespera que, teniendo esta oportunidad, no hayamos logrado comunicarla eficazmente. Hoy que la sociedad está pidiendo un cambio de modelo, debemos redoblar la energía y esfuerzos, y estar en los lugares donde se toman las decisiones para poder contar esta oportunidad de una vez por todas.

Al norte le vendría bien un modelo de país que favorezca el desarrollo de la agrobioindustria y de la fotosíntesis. Hay una calidad técnica y capacidades en esa región que podrían rápidamente mostrar que lo que estamos diciendo es cierto.

En Salta la historia reciente del bioetanol de maíz es de frustraciones. Tuvimos la oportunidad contar con plantas de etanol, que no se concretó por trabas del Gobierno nacional. Podríamos tener un corte mucho más alto, pero se impuso el lobby petrolero y tenemos un corte de miseria.

Es así, pero no debemos llorar sobre la leche derramada, porque la sociedad está diciendo que hay que cambiar y migrar hacia un modelo distinto, y estas cuestiones que menciona cuajan directamente en ese modelo.

A esto le tenemos que sumar la enorme oportunidad del sorgo para el norte. Especialistas señalan que hay áreas en la región, con precipitaciones de entre 600 y 700 milímetros, en las que se pueden producir 3.000 litros por hectárea de etanol con base en el sorgo. Poner en producción esas zonas generaría puestos de trabajo, ahorro de divisas, desarrollo, muchas familias con sueños que los pueden concretar con trabajo digno.

Es lo que tenemos entre manos, es el momento, tenemos con qué, así que agotaremos toda la energía para que suceda.

¿Cuál será la estrategia en esta etapa?

Pasa por no jugar solos, porque el maíz está inserto en un modelo productivo con una potencia descomunal, acompañado por lo que es la transformación en proteínas de origen animal, por la soja, el trigo y el girasol, las cuatro cadenas de los principales cultivos del país. Estamos tocando las puertas de los decisores, mostrándoles las herramientas que nos pueden ayudar a plasmar la potencialidad que tenemos en el agro.

El agro quiere apuntalar la democracia, queremos sacar el país adelante, tenemos con qué, somos parte de la solución y nuestros motores están prendidos para arrancar lo más rápido posible, solo falta que se den las condiciones.

Necesitamos que todos actúen, no quedarnos en la queja. Es el momento en el que debemos salir de la zona de confort y golpearles las puertas a los decisores políticos y decirles “basta, queremos una Argentina distinta, de trabajo, digna, de desarrollo, la de nuestros antepasados que crecieron en base al trabajo y la dignidad de levantarse todos los días a ganarse el pan”. Esa es la Argentina que queremos, soñamos y podemos hacer, no lo que pasa hoy que nuestros hijos, los que pueden, se van.

En esto el maíz puede ser un caso testigo…

Un caso testigo y con un protagonismo de excepción. Por ser una planta carbono 4, el maíz tiene una capacidad de producción de biomasa impresionante y el mundo necesita moléculas renovables de valor, en cantidad y calidad, y el maíz lo puede ofrecer. Sin dudas estamos llamados a tener un protagonismo serio.

Tenemos el maíz con la menor huella ambiental del mundo, medido por el INTA y el INTI, y hoy exportamos el 70 % de ese grano -con esta diferenciación- sin recibir nada extra a cambio. Falta marketing, una marca país, un montón de cosas. Es el desafío que tenemos por delante y vamos a poner mucha energía para ver si logramos estos cambios.

Maizar y organizaciones de soja y maíz de Paraguay, Brasil y Argentina, se pronunciaron sobre la reglamentación de la Unión Europea – que surge del Pacto Ecológico Europeo- sobre productos libres de deforestación. ¿Cómo ven este tema?

Con mucha preocupación. Hace mucho que Europa viene con una mirada que está muy lejos de la realidad de lo que es la producción en estas latitudes. Por eso, consideramos necesario unirnos instituciones de tres países que claramente están destinados a abastecer al mundo de moléculas renovables. De ninguna manera pueden venir de afuera a imponernos normas por encima de la legislación local. Esto nos tienen más que ocupados y yendo a foros internacionales, donde abordamos este tema y otros como la renovación de una molécula tan importante para nuestro modelo productivo como es el glifosato.

Estamos dando esta batalla, tenemos argumentos sólidos para demostrar que podemos crecer cuidando el ambiente, que hay legislación al respecto, pero hace falta diálogo y entender la idiosincrasia y realidad local. A partir de allí se debe actuar, pero sin dejar de lado los actores locales que están día a día en el territorio y entienden mejor que nadie cómo se deben hacer las cosas.

El mundo vira hacia lo renovable, pero hay realidades que atender y ustedes en su zona tiene excelentes profesionales con una mirada holística del crecimiento productivo en esa área tan rica. Así que pasa por darle visibilidad a esas ideas, por golpear la mesa y decir que no pueden venir de afuera y pasar por sobre nuestra legislación.

La conversación de fondo es cómo adaptar nuestra producción a los requerimientos reales, en base a una mirada holística local, en la cual nosotros entendemos y sabemos cómo es nuestro modelo productivo y cuál es la mejor forma de avanzar hacia un desarrollo cuidando el ambiente.

Es difícil de entender que desde Europa, con una supuesta superioridad moral, nos vengan a decir qué tenemos que hacer, ¿no?

Yo vengo de Europa y veo cómo hacen la agricultura allá, labrando la tierra, sin curvas de nivel, con muchas pendientes y labrando a favor de las mismas. En este sentido, nosotros tenemos mucho para decir y debemos ser proactivos. Debemos diferenciarnos.

Tenemos el modelo productivo con el menor impacto ambiental del mundo y debería ser una marca país. Deberíamos certificarlo y, a partir de ahí, seguramente nos mirarán de otra manera. Porque cuando se compara cómo se hacen las cosas, en un lugar y en otro, nosotros tenemos mucho más en cuenta el ambiente que ellos y los números lo demuestran. Tomamos los parámetros del Panel Internacional para el Cambio Climático (IPCC) y tenemos diferencias muy grandes. El maíz argentino tiene un 60 % menos de huella ambiental que el promedio del maíz mundial.

Tenemos la estatura ética para entablar conversaciones, trabajamos en el sistema de Siembra Directa durante 30 años y no hay instituciones en el mundo con más de tres décadas de trabajo en estos temas, recién se están comenzando a preocupar. Así que tenemos mucho peso y responsabilidad, y debemos ser proactivos más que defensivos.

¿Ve en la cadena de valor agroindustrial respuestas a un trabajo encaminado en este sentido?

Totalmente, es una preocupación que afecta a todos. Continuamente recibimos amenazas, como la del glifosato que no tiene ningún sentido. Por lo tanto, no tenemos otra opción. Debemos fortalecer rápidamente estas alianzas institucionales para que, de una vez por todas, nos posicionemos en el lugar que nos corresponde con el modelo productivo con la menor huella ambiental del mundo.

Debemos decir que son ellos los que tienen que cambiar las formas en que hacen las cosas, porque el impacto ambiental de la forma en que se produce en Europa es bastante mayor que el nuestro. Estamos dispuestos a transferir nuestra tecnología.

Por: Belisario Saravia Olmos, El Tribuno Campo, editor

Fuente: El Tribuno Campo