Eduardo Virla, investigador del Conicet y de la Fundación Miguel Lillo, aclaró dudas sobre el comportamiento de la plaga en ausencia de maíz y los recaudos a tomar para la próxima campaña.
La chicharrita del maíz o Dalbulus maidis, probablemente haya sido la plaga más nombrada en la última campaña, debido a las pérdidas de rendimiento ocasionadas por el achaparramiento del maíz, enfermedad de la cual es vector. Debido a esto, es crucial entender la dinámica poblacional de esta especie durante todo su ciclo de vida para establecer estrategias de manejo que disminuyan su impacto.
Se sabe que esta especie es oligófaga (se alimenta de un número limitado de plantas, siempre del género Zea), aunque en nuestro país utiliza únicamente al maíz como su planta hospedera principal. La temporada fuera de cultivo como la actual, cuando las fuentes de refugio, alimento y/o sitios de reproducción son escasos o mal distribuidos, es una fase crítica para su supervivencia.
En este contexto surgen muchas incertidumbres o “mitos” entre los productores que son necesarios responder. Para ello, REM de Aapresid consultó al especialista en el tema doctor Eduardo Virla, investigador del Conicet y de la Fundación Miguel Lillo (Tucumán).
Mito o verdad, la chicharrita puede alimentarse de otras especies distintas al maíz: una de las principales creencias entre los productores es que el vector puede alimentarse y hospedarse en otras especies diferentes al maíz, como verdeos o sorgo, donde se han visto adultos merodeando.
Respondiendo a esta cuestión, Virla aclaró que “en Argentina Dalbulus maidis se alimenta exclusivamente de maíz, solo logra completar su ciclo biológico en el mismo y no es capaz de alimentarse en otros cultivos”.
Existe evidencia de que la chicharrita puede alimentarse y reproducirse en otras especies de gramíneas como las del género Tripsacum, así como en otras especies del género Zea. Pero dado que en nuestro país no existen poblaciones naturales de plantas de estos géneros, las únicas plantas hospedadoras del vector son los maíces cultivados y/o voluntarios.
No obstante, en ausencia de maíz la especie puede refugiarse en otras especies de plantas a la espera de su hospedante preferido. Bajo condiciones experimentales se ha observado que D. maidis puede ovipositar en 26 especies de gramíneas y en otras familias botánicas. Sin embargo, estas no llegaron a alcanzar la adultez y sufrieron altas tasas de mortalidad en el primer instar.
A campo también se ha visto que los adultos pueden sobrevivir en gramíneas como trigo, Panicum sp., Digitaria sp., Setaria sp., Eleusine spp. y Brachiaria spp. durante algunos meses, aunque no hay evidencia de que estas plantas sean verdaderas hospedantes para D. maidis. Estas especies sólo desempeñan un papel importante como reservorios durante la temporada fuera de cultivo.
¿Dónde pasa la chicharrita el invierno?: “Este hemíptero se adaptó al ciclo del cultivo de maíz, con el cual ha coevolucionado, por lo tanto tiene la capacidad para sobrevivir de una campaña agrícola a la otra y volver a recolonizar los cultivos; lo mismo sucede con las enfermedades que transmite”, explicó el especialista.
En general la supervivencia de especies de insectos en ausencia de su hospedero primario puede involucrar tres vías: diapausa, uso de hospederos alternativos y migración. Normalmente, estas estrategias son utilizadas de manera complementaria.
Estudios han indicado que D. maidis no presenta diapausa como estrategia de supervivencia. La migración a largas distancias (incluso si están a más de 20 km), el uso de plantas de maíz voluntario y el uso de plantas refugio (principalmente gramíneas) son los principales mecanismos utilizados por esta especie para sobrevivir en los períodos en que el maíz no está presente, donde permanecen hasta la nueva siembra.
El papel epidemiológico de estas plantas va más allá de simplemente proporcionar refugio y alimento, sino que también posibilitan la transmisión de los patógenos, lo que llevará posteriormente a una nueva población de insectos adultos infectivos.
¿Cómo influyen las temperaturas invernales en la población?: si bien hay registros de que las bajas temperaturas durante el verano afectan la fecundidad y las tasas de desarrollo de la plaga, no ocurre lo mismo en el invierno, momento en el que los adultos están resguardados. Incluso hay estudios que demuestran que la plaga puede sobrevivir hasta 9 horas en temperaturas de 5 grados bajo cero, comentó Virla.
Cabe destacar que las bajas temperaturas sí afectan el desarrollo de los maíces guachos o voluntarios, lo cual impacta indirectamente sobre la plaga al verse restringido su alimento. Las poblaciones de invierno de la chicharrita (nacidas en el otoño), mientras más tiempo pasen sin encontrar maíces para alimentarse, menores posibilidades tendrán de sobrevivir.
¿El achaparramiento puede afectar a otros cultivos?: frente a la presencia de D. maidis y a síntomas similares a los causados por esta enfermedad en plantas de sorgo, surge la duda de que si este cultivo puede ser susceptible al achaparramiento.
Para responder a esta incógnita, Virla remarcó que el vector no se alimenta de sorgo ni es capaz de transmitir ninguna enfermedad, por lo tanto, las posibles mermas en producción no se deben a la presencia del vector ni de la enfermedad. También mencionó que la presencia del vector en este cultivo podría deberse a su cercanía a lotes que fueron sembrados con maíz, por lo tanto el vector estaría buscando refugio.
Observaciones a campo han sugerido que algunas poblaciones comienzan a abandonar las plantas de maíz aun antes de que estas finalicen su ciclo, colonizando gramíneas cercanas, como sorgo en etapas tempranas de desarrollo. Estudios han registrado la oviposición en este cultivo, sin embargo, no se ha podido constatar que el insecto complete su ciclo biológico en esta especie.
¿Cuáles estrategias de manejo son más efectivas?: basándose en el conocimiento científico actual, el manejo del achaparramiento del maíz se centra en la adopción de un conjunto de prácticas agrícolas que tienen como objetivo reducir las poblaciones del vector del insecto y el inóculo del patógeno.
Dentro de las principales estrategias de manejo, el especialista enfatizó la importancia de controlar los maíces guachos para que el insecto no encuentre alimento durante el invierno y así tener una menor cantidad de sobrevivientes. La eliminación de plantas de maíz voluntario es el principal modulador de las poblaciones de D. maidis.
En caso de que este manejo sea efectivo, no se aconsejan siembras muy tardías, ya que el vector puede criarse en los cultivos sembrados anteriormente y migrar. En general, los mayores daños ocurren en siembras tardías y escalonadas de maíz.
Las ventanas de siembra escalonadas y amplias permiten que el maíz permanezca más tiempo en el campo, reduciendo los períodos libres de este cultivo, que son esenciales para disminuir la población del vector, y proporcionando un “puente verde” que mantiene las poblaciones de D. maidis distribuidas localmente.
Debido a la capacidad migratoria de D. maidis y su preferencia por las plantas más jóvenes, las poblaciones del insecto tienden a abandonar las plantaciones más antiguas para colonizar las más jóvenes, causando un efecto de concentración, tanto del vector como de los patógenos, en estas siembras tardías.
Otra recomendación importante es que se establezcan ventanas de siembra lo más amplias posibles desde una campaña a otra, para alargar el periodo entre ambos cultivos y que las probabilidades de sobrevivencia del insecto disminuyan.
“La plaga y la enfermedad no son nuevas, en el norte es un problema de más de 30 años”, recordó Virla. La explosión actual es debida al gran aumento de la superficie sembrada con maíz y su cambio de manejo, especialmente con la incorporación de maíces templados que permitieron tener una ventana de siembra mucho más amplia. Esto hizo que el insecto tenga alimento disponible durante más tiempo, prácticamente durante todo el año, funcionando como un gran puente verde.
Estos cambios en el sistema de producción de maíz experimentados en los últimos años podrían sugerir que el brote epidémico del achaparramiento del maíz y los altos niveles de población de D. maidis observados durante la última campaña, no sean simplemente un problema esporádico y transitorio. Tal vez se trate de un desafío con el que tengamos que aprender a convivir apostando más que nunca al manejo sistémico e integrado de plagas.
Conocimientos generados en Argentina
En el número 152 de Miscelanea, publicación de la Fundación Miguel Lillo, Eduardo Virla da cuenta de los aspectos biológicos más relevantes sobre el Dalbulus maidis, con especial referencia a los conocimientos generados en nuestro país. Entre ellos, destaca que D. maidis sería la primera plaga que tuvo el maíz desde su domesticación, ya que, en el año 1945, en el Valle del Río Grande (entre Texas y Tamaulipas) y en California, se describe una enfermedad denominada “corn stunt disease” (CSS), que posteriormente fue encontrada en varias localidades hasta el delta del río Mississippi. Luego de asociar a la chicharrita del maíz como su vector, investigadores de los Estados Unidos de América comienzan a estudiarla en 1966 y 1967. A pesar de ello, en Argentina la presencia de D. maidis pasó inadvertida por largo tiempo hasta hace aproximadamente 25 años cuando la ocurrencia e incidencia de las enfermedades trasmitidas por él se reportan en aumento en el norte argentino. “Hasta hace unos años, el vector era considerado solamente una plaga “secundaria” más, especialmente en zonas productoras del norte, en las provincias de Chaco, Santiago del Estero, Salta y Tucumán”, dice Virla y agrega que se trata de una especie “estratega R” típica, dado que puede adaptarse rápidamente a nuevos entornos debido a su pequeño tamaño, alta tasa de crecimiento, y corto tiempo generacional.
Virla señala que la plaga en Argentina tiene un rico complejo de enemigos naturales integrado por entomopatógenos, depredadores y parasitoides, incluyendo unas 30 especies de antagonistas que brindan un importante servicio ecosistémico, causando más del 50 % de mortalidad de sus individuos en cultivos no comerciales (sin uso de insecticidas). “A pesar de su importancia, no existen aportes científicos de relevancia que hayan evaluado en profundidad el efecto en conjunto de estos antagonistas, aunque si bien desde la década de 1990 se han llevado a cabo numerosos estudios sobre aspectos biológicos de las especies más frecuentes y abundantes”, apunta.
En cuanto al monitoreo de la plaga, el especialista apunta que es un elemento crucial para cualquier práctica de control, especialmente el manejo integrado de plagas. La elección del método de muestreo depende principalmente del objetivo y la información que se desea obtener. Para determinar la densidad ecológica de la plaga en un área determinada (nº de adultos/planta), el autor recomienda el conteo visual de adultos en el cogollo, desde el estado vegetativo de “primer hoja desplegada” (V1) hasta V7-V8. “El plan de monitoreo para media hectárea consiste en revisar al menos cinco grupos de 10 plantas contiguas (tomando la primera planta al azar) en la zona del campo que se quiere evaluar. Este método se ajusta linealmente con los datos obtenidos del número de adultos capturados con cinco muestras de 10 golpes de red entomológica y se evita hacer daño a las plántulas con la red”, explica Virla.
Para el investigador, el esfuerzo de muestreo debe ser ajustado al área a monitorear, las circunstancias y al propósito del estudio. Además, recomienda hacer el muestreo preferiblemente en horas tempranas de la mañana, aprovechando las temperaturas más bajas que implican una menor movilidad del vector; y que se debe considerar evitar generar “sombra” sobre las plantas en las que se hace el conteo, y cada grupo de plantas a ser monitoreado debe estar lo suficientemente alejado del previo para evitar el escape de las chicharritas por la proximidad del personal que toma las muestras.
Virla también señala que es posible utilizar trampas pegajosas con o sin color amarillo como atrayente, que son muy útiles para una estimación más o menos general de lo que ocurre en la parcela. “Las trampas pegajosas amarillas atraen no solo a D. maidis sino también a un sinnúmero de insectos, incluyendo otras especies de Cicadellidae. Las trampas pegajosas transparentes o “de intercepción”, al carecer del color que atrae a los insectos, son mejores al momento de monitorear específicamente las especies que vuelan entre una y otra planta de maíz. Es importante destacar que el uso de trampas amarillas de caída (yellow pan traps) no es muy recomendado para D. maidis por generar datos muy variables, y poco representativos. Los métodos de “embolsado” de plantas o el uso de red entomológica son tediosos e imprecisos”, recomienda.