En la última campaña se produjeron 43,5 millones de toneladas y se vendió el 58%, faltan colocar 18,5 millones de toneladas por un valor de US$ 6200 millones.
Por el ensanchamiento de la brecha entre el dólar oficial y el blue, en torno de 90%, sumado a las expectativas de mayores tensiones cambiarias, las ventas de soja por parte de los productores podrían desacelerarse en el corto plazo. Del ciclo 2020/2021, cuya cosecha de ese cultivo ya terminó, quedan por vender unos 18,5 millones de toneladas, que, a los valores internos, representan unos US$ 6200 millones.
El ensanchamiento de la brecha cambiaria entre el dólar oficial y el blue, que ronda el 90%, sumado a las expectativas de mayores tensiones en el tipo de cambio, podría condicionar, con una desaceleración, la venta de soja por parte de los productores en el corto plazo. Por más que no cobran en dólares y reciben pesos, tienen un producto vinculado con el mercado internacional. La tensión cambiaria afecta un activo que también es reserva de valor.
Del ciclo 2020/2021, cuya cosecha terminó en ese cultivo, los productores ya comercializaron unos 25 millones de toneladas, en torno del 58% de la producción total. Quedan por vender unos 18,5 millones de toneladas que, en plata, a los valores internos, representan unos US$ 6200 millones.
“Las distorsiones en los mercados cambiarios, claramente, generan condicionamientos en la toma de decisiones del productor. De por sí se trata de una tarea difícil que, además, ha ganado mayor complejidad si consideramos el contexto vigente de mayor volatilidad de precios a nivel global”, señaló a Ariel La Nación Tejera, analista de la firma Grassi.
Ricardo Baccarin, de Panagrícola, destacó que, entre el dólar más bajo, el oficial y los alternativos, al productor se le presenta una situación que deteriora los precios. En este sentido, el grano actúa como reserva de valor. Señaló que los productores prefieren quedarse con él.
“Si los productores venden su mercadería y resolviesen dolarizar ese importe deberían recurrir a la compra de dólares alternativos como el dólar bolsa o el CCL [contado con liquidación], que son sustancialmente más elevados que el tipo de cambio oficial”, dijo a La Nación.
“Además, perciben que el ritmo de ajuste del tipo de cambio oficial es menor a los índices de inflación que se van relevando mensualmente. Consecuentemente, prefieren quedarse con los granos que expresan su valor a un tipo de cambio bajo en relación con los otros dólares alternativos legales”, agregó.
La semana pasada, la Cámara de la Industria Aceitera y el Centro de Exportadores de Cereales (Ciara – CEC) dijo que observó una merma en la venta de soja de los productores. “Luego de un período donde los productores vendieron un volumen de soja muy cerca del récord, casi seis millones de toneladas en apenas seis semanas, y en plena cosecha, ahora se percibe que los productores van reduciendo el volumen de ventas, en forma muy significativa. En cuatro semanas los productores redujeron la oferta de soja de 1,5 millones de toneladas a 500.000 toneladas en términos semanales”, afirmó Ciara – CEC en un documento sobre el mercado.
Vale recordar que en el primer semestre del año la liquidación de divisas en general de granos y subproductos superó los 16.600 millones de dólares, casi un 80% más en comparación con igual período de 2020.
En tanto, Eugenio Irazuegui, analista de Zeni, remarcó que “en la medida en que se amplía el diferencial entre el tipo de cambio oficial y los alternativos se reduce el precio de los granos valuados en dólares reales”.
“Los productores agropecuarios comercializaron, hasta el momento, poco más de 25 millones de toneladas, es decir, el 58% de la producción obtenida en una campaña afectada por la falta de agua en el período crítico de crecimiento”, apuntó.
Para Irazuegui, considerando que hay otras variables en juego en el mercado, como lo que ocurre con la evolución del clima ahora en los Estados Unidos para los cultivos, no necesariamente la brecha sola debería ralentizar las ventas de los productores. De todos modos, consideró que “lógicamente, no es positivo incluso por un posible encarecimiento de los insumos necesarios para sembrar”.
Por: Fernando Bertello
Fuente: La Nación