Bajo el eje temático de ‘potenciar la soja’, un grupo de jóvenes investigadores presentaron los trabajos que están realizando, apuntando a mejorar los rendimientos, calidad y sustentabilidad de la producción de soja.
En el Seminario Acsoja 2021 -con la conducción de Ricardo Bindi, presidente de Agrositio- se le dio espacio a los estudios que se están desarrollando en las universidades y los institutos de investigación que apuntan a mejorar el cultivo y producción de la soja. En el panel “Los millennials de la soja”, el moderador fue Diego Santos, del INTA Paraná, quien le dio el marco conceptual a la charla, describiendo los factores que regulan el crecimiento, los rendimientos y la calidad del cultivo.
Santos presentó un marco conceptual que organiza a los factores que influyen en el crecimiento, y rendimiento, en 3 jerarquías: los factores “determinantes”, o definidores, como la temperatura, radiación solar, nivel de dióxido carbono y características, fisiología y fenología, de la variedad (fisiología y fenología), y el ambiente, enmarcan el crecimiento, y rendimiento, potenciales. En un segundo nivel, los factores “limitantes”, recursos abióticos esenciales como agua y nutrientes, con oferta limitada, condicionan una tasa de crecimiento, y rendimiento, menores que los potenciales. Finalmente, los factores “reductores”, como malezas, plagas y enfermedades, que siempre disminuyen o dificultan el crecimiento, determinan la tasa de crecimiento real.
“Si queremos lograr altos rindes o determinada calidad de producción, debemos proceder de adentro hacia afuera de esas cajas –ilustró el especialista del INTA-; va a ser necesario controlar los elementos reductores, luego maximizar la eficiencia de uso de los factores limitantes y finalmente optimizar la captación de los factores determinantes”.
La experiencia de los millenials
La primera exposición estuvo a cargo de Pía Di Peto, de la Estación Experimental Agropecuaria Obispo Colombres, de Tucumán, quien presentó “Desarrollo de estrategias de biocontrol para un manejo fitosanitario sustentable de cultivos de importancia regional”.
Contó que se trabajó con los metabolitos secundarios de las hojas de frutilla (que son un descarte de la cosecha) buscando un efecto biológico que pueda ser aprovechado en el sector agroindustrial. El desarrollo, enfocado a lograr una formulación comercial para el control de enfermedades, se denominó EAF (por extracto acuoso de frutilla); en el proceso “se aislaron compuestos glucósidos de ácidos grasos que son inductores de defensa vegetal y promotores de crecimiento de amplio espectro”. Luego, se avanzó hacia el proceso industrial con el diseño de un método de extracción, de filtración, y de concentración de bajo costo y baja toxicidad, y se probó la efectividad del extracto como inductor de la defensa de las plantas. Se comprobó en mancha anillada en soja en laboratorio “lográndose valores más bajos que el testigo”.
El desarrollo fue patentado y el producto fue adquirido por una de las principales multinacionales del agro, Summit Agro.
Bruno Rosso de la Fauba presentó el trabajo para medir el “Efecto de las comunidades microbianas asociadas a la soja y al intestino de la chinche verde sobre las defensas de la planta”.
El estudio se centró sobre la chinche verde (Nezara vindula), una plaga de difícil control dado que el control químico con mezcla de insecticidas ha generado resistencia y se desaconseja porque cuando no se realiza en forma racional, genera contaminación ambiental. En soja es un insecto que aparece en floración y en los estados más avanzados de madurez y para su control presenta el problema de que elige muchos otros hospederos.
Se extrajo ADN de especies de laboratorio (que fueron alimentadas a soja), y otras recogidas en el campo, para comparar los bacteriomas y medir así la aparición de resistencias en la población ´salvaje’. “Los resultados nos permiten estudiar con más detalle la composición de las comunidades bacterianas del insecto, a la planta y también a las bacterias que podrían estar involucradas en los procesos de resistencia de las chinches y también ver las defensas de las hojas contra los insectos”.
“De este modo se podía contar con información relevante para diseñar estrategias que favorezcan la potenciación que facilitan la actividad herbívora de mecanismos de defensa y así contribuir al desarrollo de nuevas técnicas de manejo de la plaga por control biológico”.
Luego fue el turno de Emelí López, del Instituto de Investigación en Ciencias Agrarias del Conicet quien dio a conocer el estudio “Impacto de la variabilidad genotípica y ambiental sobre los carbohidratos solubles en el grano de soja”.
Emelí ilustró que el grano de soja está compuesto por proteína, aceite y 40% de componente residual; éste está compuesto, a su vez, por carbohidratos solubles (azúcares y oligosacáridos) e insolubles (celulosa y hemicelulosa) más lignina y cenizas.
El componente residual puede tener efectos antinutricionales en animales monogástricos y, aunque su impacto ha sido poco estudiado, se conoce que el manejo de la fecha de siembra es crítico para optimizar el manejo. “Describimos cómo la elección del genotipo y el ambiente impacta sobre todos los componentes de proteína, aceite y carbohidratos solubles”. El estudio fue realizado con 9 genotipos y 2 fechas de siembra.
“En fecha tardía, en la parte de composición del grano hubo un aumento en la concentración de proteína y una menor concentración de aceite. En cuanto al componente residual no varió su concentración, pero redujo la variabilidad. Entonces vimos que para proteína y aceite sí existe interacción entre genotipo y ambiente”.
Como resumen del estudio, López indicó que “el genotipo y el ambiente afectan no solo las concentraciones de proteína y aceite, sino también a la composición de los carbohidratos”.
Finalmente, Esteban Kehoe, becario doctoral del Conicet en el INTA Oliveros, presentó un estudio sobre uno de los factores limitantes de los rindes de soja, el nitrógeno, a través de un trabajo sobre “Contribución de las estructuras subsuperficiales y la fijación biológica de nitrógeno en soja a los balances parciales de Nitrógeno (N) en el sistema”.
“El N que proviene de la fijación biológica llega al agotamiento si no hay una reposición. Cuando se introduce una leguminosa en una rotación hay dudas de si aporta o no N”, planteó.
Recordó que la soja demanda 80 kg de N por tonelada de grano, es decir que con un rinde de 3.000 kilos nos estamos llevando 240 kg de N. Pero se desconoce el balance nutricional de las raíces, ya que solo se miden lo que se encuentra en el grano. El trabajo se basó es estimar a campo la contribución biológica de N.
Las conclusiones a las que llegaron es que los aportes subsuperficiales de N de fijación biológica representó entre 4 y 10% de la fijación biológica total, mejorando los balances parciales de N; la movilización del N vegetativo representó el 43 y 74% del N de la semilla; y que en condiciones de estrés hídrico el N actual fue más afectado que la removilización del N, por lo tanto mejorar la ganancia de N actual sería una de las estrategias de manejo y mejoramiento más importantes para incrementar los balances de nitrógeno en soja.
“Espero que estas nuevas tecnologías se conviertan próximamente en innovaciones”, cerró el vicepresidente de Acsoja, José Basaldúa.
Fuente: Acsoja