Este viernes 24 de octubre, en la Sociedad Rural Salteña, se realizará una charla abierta para productores, donde se explicará cómo el programa busca impulsar la competitividad sostenible del sector.
La Sociedad Rural Argentina (SRA) avanza en la implementación del Sello de Triple Impacto, una iniciativa que busca reconocer y acompañar a los establecimientos agropecuarios y forestales del país que incorporan buenas prácticas sostenibles en sus sistemas productivos. El proyecto, que cuenta con financiamiento de la Unión Europea, apunta a fortalecer la competitividad de los productos argentinos en los mercados internacionales, destacando su valor ambiental, social y económico.
En este marco, este viernes 24 de octubre a partir de las 19 horas, en el salón de la Sociedad Rural Salteña -Av. Gato y Mancha 1460-, se realizará la charla “Sostenibilidad, oportunidades y futuro del agro”, organizada por la SRA, donde se abordarán los desafíos y oportunidades que plantea la sostenibilidad para el sector agropecuario argentino.
“Desde hace algunos años la Sociedad Rural comenzó a impulsar un área específica de sostenibilidad, enfocada en acompañar la transición de los sistemas productivos hacia modelos más responsables”, explicó Lucas Osardo, líder de Sostenibilidad de la SRA en el programa Claves del Campo (AM 840 Radio Salta).
Y explicó: “Nuestro objetivo es destacar a quienes ya vienen trabajando con buenas prácticas y, al mismo tiempo, identificar las oportunidades que ofrecen los mercados internacionales para quienes cumplan con determinados estándares ambientales y sociales”.
El concepto de triple impacto alude a tres dimensiones que se complementan y definen la sustentabilidad de los sistemas productivos. “La primera es la económica, que apunta a mantener la rentabilidad y competitividad de las producciones; la segunda, la ambiental, que se vincula con la interacción del sistema productivo con los ecosistemas; y la tercera, la social, relacionada con el empleo y las comunidades rurales”, detalló Osardo.
Consultado sobre la participación de la Unión Europea en el financiamiento del proyecto, el especialista destacó que el objetivo no es imponer condiciones externas, sino fortalecer las capacidades locales. “Sabemos que hay normas internacionales que pueden transformarse en barreras si no se comprenden o se aplican sin adaptación al territorio. Por eso trabajamos con productores y sociedades rurales locales, generando información real desde el campo para el campo. La idea es construir evidencia verificable que refleje la competitividad del agro argentino”, señaló.
Uno de los ejes centrales del sello es justamente la generación de información productiva y ambiental confiable. “Cuando nos sentamos a discutir la pertinencia de ciertas normas internacionales, muchas veces carecemos de datos locales sólidos. El sello nos permite avanzar en esa construcción colectiva del conocimiento”, apuntó.
En cuanto a su implementación, el Sello de Triple Impacto se estructura en cuatro dimensiones de evaluación: el balance de carbono y mejora continua; las buenas prácticas agropecuarias y bienestar animal; el trabajo sostenible; y la gestión del riesgo climático. “No buscamos crear una nueva certificación, sino reconocer las que ya existen, reduciendo costos y simplificando procesos. Evaluamos los sistemas productivos en un ciclo anual para establecer una línea de base de emisiones y capturas de gases de efecto invernadero, y a partir de ahí sugerimos planes de mejora”, explicó.
Esa medición inicial permite identificar oportunidades en el mercado de carbono, en la eficiencia productiva y en la valorización de los productos argentinos. “La meta es que, en el mediano plazo, los alimentos y materias primas de nuestro país puedan tener un diferencial de precio asociado a su desempeño sostenible. Es también una forma de fortalecer la marca país”, indicó el referente de la SRA.
“Invitamos a todos a sumarse, independientemente de su tamaño. Hay caminos distintos para cada perfil. En algunos casos, un productor individual puede sumarse a proyectos asociativos o colectivos, y así alcanzar volumen o superficie suficientes para participar en mercados específicos como el de carbono”, precisó.
La iniciativa ya cuenta con más de 150 productores que participan activamente en el programa, cada uno avanzando a su propio ritmo y de acuerdo con las características de su sistema productivo. “No queremos imponer esquemas. Nuestra intención es acompañar a los productores, reconocer lo que ya hacen bien e identificar nuevas oportunidades de mejora”, cerró Osardo.