El 3º Simposio de Ajo, organizado por UPL Corp. en Mendoza, reunió a un centenar de productores para abordar el manejo en poscosecha y las recomendaciones para evitar la parálisis cerosa.
La producción de ajo es una de las actividades hortícolas más importantes de Mendoza. Entre 12.000 y 14.000 hectáreas -más del 90% de la superficie total del país- se cultivan en esa provincia. Argentina produce el 1% del volumen de ajo comercializado mundialmente y con 149 mil toneladas anuales, se encuentra en el puesto número 14 del ranking de productores. El 70% se exporta en fresco y el manejo de la poscosecha es uno de los puntos más críticos del proceso.
UPL Corp., que cuenta con más de 15 soluciones para el cultivo de ajo, reunió a más de un centenar de productores y técnicos en su 3º Simposio de Ajo realizado en el Hotel Fuente Mayor, en Vista Flores, Tunuyán, Mendoza.
“Un mal manejo de poscosecha puede generar pérdidas superiores al 30% de los rendimientos comerciales”, destacó el ingeniero agrónomo Aldo López, de INTA La Consulta, durante el Simposio. La aparición de manchas en la etapa de secado genera pérdidas de calidad. A esto se suman daños ocasionados por fenómenos como la parálisis cerosa, que afectó particularmente la última campaña y ocasiona un daño no visible a simple vista pero que se devela en el mercado de destino.
“Brasil es el principal mercado de los ajos argentinos. Allí, la caja de ajos conservados en el campo cuesta 20 dólares, en tanto que la de conservados en cámaras de frío, asciende a entre 40 y 42 dólares. La diferencia de precio responde a la calidad del producto. “El ajo del campo es muy difícil de conservar en buenas condiciones”, dijo el referente de INTA.
Más del 70% de la producción se seca en el campo. “Es el sistema de poscosecha más económico, pero que puede jugar en contra al quedar sujeto a las condiciones climáticas o tan solo los cambios térmicos entre el día y la noche. Lo mejor es armar una estructura de poscosecha que minimice los daños, sabiendo que existen sistemas como el secado forzado donde se controla absolutamente todo”, explicó el técnico de INTA.
“Los problemas de poscosecha generan pérdidas millonarias. A veces se corrigen con ajustes de manejo y otras se requieren inversiones en infraestructura. Forma parte del costo de producción tener un buen sistema donde secar el ajo, conservarlo y guardarlo”, insistió López.
Para ofrecer la cara profesionalizada de la conservación estuvo el destacó el ingeniero agrónomo Jorge Rubio, del frigorífico UNIPROM S.A. El técnico ofreció un panorama sobre lo que el sistema de frío tiene para aportar a la vida útil del ajo, sin perder calidad y aprovechando las oportunidades comerciales que ofrecen fechas tardías como mayo y junio. “Hay que considerar el momento en que se introduce el ajo al frigorífico y la forma en que fue cosechado y tratado hasta su ingreso, de modo que los resultados sean los esperados”, alertó Rubio.
La parálisis cerosa
El plato fuerte del 3º Simposio de Ajo de UPL estuvo protagonizado por Miguel Cirrincione, docente de la Cátedra de Fisiología Vegetal de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad de Cuyo. Él fue el encargado de ahondar en los detalles de la “parálisis cerosa” del ajo, un desorden fisiológico que se caracteriza por presentar dientes de color amarillento oscuro, de aspecto ceroso, pegajoso y de olor a ajo cocido cuando se los corta. Este fenómeno, que en los galpones de empaque aparece como un “daño no visible” (viendo una cabeza entera es muy difícil detectar su presencia) es motivo de permanentes rechazos en el mercado internacional y fue un problema en la última campaña. En el encuentro, todos los especialistas coincidieron en que se trata de una dificultad originada por las condiciones de poscosecha y no tiene relación alguna con el uso de fertilizantes ni antibrotantes.
Cirrincione destacó que el ajo “continúa viviendo” luego de cosechado, por lo que, si las condiciones de precosecha, curado, secado, almacenamiento y transporte no son las ideales, puede aparecer la “parálisis cerosa”. “Ni la fertilización con nitrógeno o potasio, ni la aplicación de antibrotantes colaboran con la aparición de este problema. Por otro lado, cuando la “parálisis cerosa” se produjo no hay nada que pueda revertir esa situación. No existen productos químicos ni cámaras frigoríficas que puedan controlarla”, aseguró.
“La “parálisis cerosa” no es una enfermedad, es decir, no es causada ni por hongos ni por bacterias, sin embargo, luego de que ésta se produce, pueden presentarse condiciones predisponentes para que tales organismos ataquen los dientes afectados, confiriéndoles un olor nauseabundo”, explicó el técnico y aclaró que se produce en condiciones fisiológicas y ambientales muy particulares. Se puede iniciar antes de la cosecha; durante el curado y secado; o durante el almacenamiento en cámaras o transporte en contenedores inadecuados. El fenómeno puede aparecer ante suelos relativamente frescos durante los últimos días antes de la cosecha, una cosecha muy anticipada, bulbos asoleados luego de la cosecha, “curado” y secado de los bulbos a temperaturas tibias y almacenamiento o transporte en cámaras con escasa ventilación.
La coloración amarillenta en los dientes puede aparecer a partir de los 20 o 25 días después de la cosecha. Luego de 45 días, esas manchas se vuelven de color amarillo oscuro y translúcidas. A los 60 días desde la cosecha ya se puede detectar externamente. Al presionar los bulbos con los dedos se encuentran “dientes flojos” y cuando los bulbos se cortan, estos dientes tienen aspecto ceroso, pegajosos al tacto y de color caramelo.
El profesor enumeró que existen hasta ahora tres tipos de “parálisis cerosa” provocadas por diferentes condiciones y hay variedades muy sensibles y tolerantes, tanto en ajos blancos como en colorados. Sobre los tipos de parálisis, detalló la llamada “de campo”, que surge con temperaturas tibias (20 ºC a 24 ºC) durante la precosecha y en el momento del curado y secado de los bulbos en la poscosecha. Luego está la llamada “de sol”, que se produce cuando los ajos se escaldan en los cordones y se manifiesta en dientes de un solo lado del bulbo, es decir, en el costado que le dio el sol. Y la llamada “de cámara”, que se produce cuando los bulbos secos, empacados o a granel se conservan o se transportan en contenedores con escasa ventilación, siendo aún más grave cuando se transportan bulbos con insuficiente tiempo de curado y secado, y en condiciones de altas temperaturas.
“Conocer las condiciones que favorecen a cada tipo de parálisis, permite evitar o disminuir este problema”, expresó Cirrincione y dijo que una variedad tolerante, en un suelo caliente, con un corte de riego y de raíces anticipado, una cosecha a tiempo, sin asoleado, un curado y secado a 34 ºC – 36 ºC, almacenamiento y transporte ventilados, disminuyen la posibilidad de padecer “parálisis cerosa” en los ajos. En tanto, una variedad sensible en un suelo tibio, con un corte de riego tardío y de raíces simultáneo, una cosecha a anticipada, con asoleado, un curado y secado a a 20 ºC – 24 ºC o superiores a 50 °C, almacenamiento y transporte sin ventilación y con altas temperaturas, aumentan la probabilidad de desarrollar “parálisis cerosa”.
El plan del ajo
El destacó el ingeniero agrónomo Martín Grattoni, de desarrollo de Mercado Cuyo y Valle de UPL Corp., fue uno de los anfitriones del Simposio y detalló que “con nuestro portfolio logramos cubrir todas las necesidades del ciclo del ajo, desde el tratamiento de semillas hasta la poscosecha, con productos como Royal MH y Quickphos”.
Entre las soluciones destacadas para la protección del cultivo, Grattoni enumeró la paleta de graminicidas de UPL, el tratamiento de semillas con Vitavax, que contiene dos principios activos que incrementan los resultados y evitan resistencias. Por su parte, desde la división de biológicos NPP (Natural Plant Protection) de la compañía, resaltó herramientas como Humiplex para el aporte de materia orgánica en el suelo, Raizal para el desarrollo de raíces, Biotron Plus, Biozyme TF y K-FOL para el acompañamiento en el crecimiento vegetativo, el rendimiento y la calidad del ajo, a lo que se suma Royal MH un regulador de crecimiento que controla el rebrote de plantas de tabaco, papa, cebolla y ajo. Contiene en su formulación Hidracida Maleica perteneciente al grupo químico de las diazinas, inhibidores de la división celular. Es absorbido y translocado hacia los puntos de crecimiento activo del vegetal donde ejerce su acción inhibitoria sin afectar el normal desarrollo de las plantas, cuenta con muchos años en el mercado y es reconocido globalmente por su gran aporte a la conservación de la calidad del ajo en poscosecha.