El INTA ofrece pautas para la implementación exitosa de la labranza cero en horticultura. Adecuar la rotación, control de malezas y gestión de residuos son claves para aprovechar los beneficios de esta técnica.
Con el foco puesto en conservar y revitalizar los procesos biológicos del suelo, la agricultura regenerativa se extiende entre las diversas producciones del país, entre ellas la horticultura. Para esto, especialistas del INTA evaluaron la técnica de labranza cero con muy buenos resultados productivos, además de los múltiples beneficios ambientales, sociales y económicos.
De acuerdo con Juan Pablo D´Amico -investigador en mecanización agraria e ingeniería rural del INTA Hilario Ascasubi, Buenos Aires-, “si bien en diversos cultivos en la Argentina se realizan bajo técnicas conservacionistas con una gran preponderancia de la siembra directa o labranza cero, aún no se implementa en la producción hortícola. De allí la importancia de estos ensayos”.
Es que, según el especialista, “el cultivo de hortalizas en nuestro país implica una alta proporción labores de labranza y la ejecución de labores manuales complementarias”.
En este sentido, puntualizó: “En zapallo, con labranza cero y fertirriego obtuvimos rendimientos de 51 mil kilos por hectárea, valor que duplicó los mejores niveles de la zona y fue cuatro veces superior al promedio”. Además, se refirió a otros datos complementarios y positivos: “Respecto de la mejor condición productiva de la zona, el cultivo de zapallo demandó sólo el 35 % de las labores, el 25 % del aporte de agua de riego, el 80 % del gasto de combustible y el 85 % los jornales”. Y agregó: “Considerando la cantidad de producto comercial cosechado por cada unidad de recurso insumido, la tecnología permitió duplicar la eficiencia del uso del combustible y de la mano de obra, y hacer ocho veces más eficiente el uso del agua”.
Algo similar sucedió con el cultivo de ajo en el que se analizó comparativamente el rendimiento de ajo colorado bajo un manejo con labranza cero, respecto del sistema convencional con labranza. En ambos casos bajo riego por goteo. “Los rendimientos estuvieron en el orden de los 8.800 kg/ha de ajo comercial, sin diferencias entre tratamientos, ni en el peso medio de los bulbos ni en la distribución de calibres”, especificó D´Amico quien subrayó que “las diferencias favorables a la labranza cero estuvieron dadas por la drástica reducción en la cantidad de labores en la etapa de preparación del suelo y menor cantidad de intervenciones destinadas al control de malezas”.
Cero labranzas, numerosos beneficios
El cultivo sin remoción del suelo presenta amplios beneficios que van desde contar con una cobertura con restos vegetales de cosechas anteriores, que previenen la erosión del suelo y mejoran la absorción del agua, hasta reducir las horas de trabajo, los costos e incrementar los rendimientos.
Si bien la labranza cero es una técnica ampliamente difundida en numerosos cultivos en nuestro país, aún no alcanzó a la horticultura. En este sentido, D´Amico la consideró “una técnica multidimensional, en cuanto a las diversas escalas en las que se puede desarrollar que, a partir de los resultados obtenidos en recientes ensayos evidencia el potencial productivo que esta tecnología puede desarrollar en la producción de hortalizas”.
“La labranza cero reduce los costos en general de la producción, por una disminución de la cantidad e intensidad de las labores a lo largo del ciclo productivo. Además, aporta otros beneficios vinculados a la cobertura vegetal que queda disponible, detalló. “La cobertura vegetal tiene una gran incidencia sobre la economía del agua al reducir las pérdidas por evaporación y a un incremento sustancial de la eficiencia en el uso del agua, la energía, la mano de obra, el nitrógeno y la superficie utilizada”, explicó.
Pautas para emplear labranza cero en hortalizas
Para D´Amico, “la labranza cero tiene un evidente potencial tecnológico en la producción de hortalizas” y, en este sentido, brindó una serie de aspectos a tener en cuenta para implementarlo.
Según señaló, es clave adecuar la rotación en función de los ciclos productivos: calidad y cantidad de cobertura vegetal debe ser compatible con la siembra del cultivo siguiente. A su vez, es importante realizar un adecuado control de malezas, a fin de evitar que se produzcan semillas y logren un desarrollo importante.
De manera paralela, recomendó prevenir la compactación del suelo y evitar la formación de irregularidades del relieve, así como realizar una adecuada gestión de los residuos de cosecha y Poscosecha y evitar la quema. También destacó la necesidad de sembrar cultivos de cobertura luego de la cosecha de cultivos que dejen poco rastrojo para lograr una anticipada competencia de malezas y adecuados volúmenes de cobertura vegetal.