El INTA y el INTI trabajan para desarrollar tecnologías que permitan mejorar la producción ganadera y reducir su impacto ambiental.
El estudio realizado por especialistas del INTA y el INTI en un campo ganadero de Entre Ríos ha permitido obtener la Declaración Ambiental de Producto (EPD) para un kilogramo de animal peso vivo de la raza Angus. Esta certificación, que abarca 10 impactos ambientales desde la producción hasta la salida del animal en la tranquera, es uno de los sistemas de certificación más rigurosos del mundo. Su objetivo es respaldar la sostenibilidad y el prestigio de la carne argentina frente a las demandas del mercado internacional.
El contexto global actual presenta desafíos comerciales cada vez más exigentes, especialmente para productos como la carne bovina argentina, reconocida por su calidad y prestigio en todo el mundo. Para fortalecer su competitividad y sostenibilidad, los investigadores del INTA y el INTI llevaron a cabo este estudio científico, publicando la información online para acceso libre.
El eco-etiquetado, que considera aspectos como la huella de carbono, reveló que el sistema de producción ganadera en un manejo silvopastoril mejorado tiene un impacto ambiental neto negativo. Esto significa que, además de reducir la huella de carbono asociada al animal vivo, el sistema contribuye al secuestro de carbono en el ambiente, lo que es una buena noticia para la ganadería argentina y para aquellos comprometidos con prácticas sostenibles.
La certificación obtenida es resultado de un trabajo conjunto con el INTI, utilizando el sistema de Declaraciones Ambientales de Producto (EPD), que proporciona información objetiva y comparable sobre el impacto ambiental de un producto o servicio durante su ciclo de vida. Este logro destaca la importancia de demostrar con datos científicos la sostenibilidad de los sistemas productivos argentinos, especialmente en un contexto donde los consumidores europeos están cada vez más conscientes del impacto ambiental de los alimentos que consumen.
El efecto multiplicador del impacto ambiental positivo
Los impactos ambientales se calcularon teniendo en cuenta la cadena de producción parcial desde el nacimiento del animal hasta el animal vivo terminado (Upstream), según se especifica en la norma de referencia PCR Carne de mamíferos versión 4.0.1. Para esto, se utilizó el criterio de asignación biofísico, asumiendo un rendimiento de 2,71 kg de peso vivo animal por cada kilogramo de carne envasada deshuesada, y un porcentaje de asignación del 94,07 % para la carne, con respecto a los subproductos.
“Es decir, si se quiere llegar a conocer el impacto de la carne sin hueso, necesito 2,71 kilos de peso vivo, lo que me permite multiplicar la huella de carbono negativa llegando a una huella de carbono negativa de 4,51 por kilo de carne envasada al vacío”, detalló el investigador del INTA, aunque también hay que sumar el impacto del procesamiento y la cadena de abastecimiento.
Dentro de las categorías de impacto que se certificaron, se destaca el potencial de calentamiento global o huella de carbono, que resultó en 12,24 kg CO2eq por cada kilogramo peso vivo de animal terminado. El principal punto crítico de emisiones o hotspot radica en la producción ganadera, donde se destaca la emisión de metano por fermentación entérica (80,8 %), seguido por la producción de alimento en las distintas etapas cría, recría y engorde (14,1 %) y en tercer lugar aparecen las emisiones por gestión del estiércol (4,5 %).
“Considerando la remoción de carbono en el sistema ganadero silvopastoril, el balance resultó en -1,77 kg CO2eq por cada kilogramo peso vivo en la tranquera del campo”, concluyó Bongiovanni.
El producto analizado y verificado es una etapa intermedia (Upstream) de la Declaración Ambiental de Producto (EPD) de un kilogramo de carne fresca, envasada y deshuesada de vacuno, raza Angus, producida en un sistema silvopastoril de ciclo completo en la zona de Paso Gallo, al Noreste de Entre Ríos.
En la Estancia San Esteban se realiza ganadería bovina de ciclo completo en una superficie total de 3.604 hectáreas, de las cuales 2.391 ha son de monte nativo con pastizal natural mejorado, 1.213 ha son de pasturas implantadas (509 son verdeos de invierno) y 168 ha se destinan a la producción de granos para alimentación animal. La vegetación nativa incluye el monte natural, que se conserva en situación prístina, sin deforestación ni cambios en el uso de suelo en los últimos 20 años.
Este logro se obtuvo en el marco de un convenio de cooperación que tiene el INTA con el Establecimiento Agrícola Ganadero San Esteban S.A. y en línea con un trabajo articulado con el Instituto de la Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA).
Un logro con mirada transversal
Mauricio Álvarez, referente del INTA en Carnes y Fibras Animales, destacó la importancia de esta certificación ya que reafirma los resultados de varios trabajos de investigación que está realizando el INTA, en los que se observa que los sistemas ganaderos basados en el uso de pasturas y pastizales están fijando más carbono del que emiten. El especialista agregó que, en este caso particular, hay un efecto multiplicador al pasar de peso vivo a peso de producto final.
Por otro lado, el referente de Forrajes, Pasturas y Pastizales del INTA, Alejandro Radrizzani, destacó que esta información complementa los trabajos que se realizan en el marco del proyecto “Emisiones de Gases con Efecto Invernadero y Secuestro de Carbono en Sistemas Agropecuarios y Forestales”. En este proyecto se está midiendo el balance de carbono en sistemas ganaderos reales y representativos en diferentes puntos del país, incluyendo ganadería bovina de carne, lechería y ganadería ovina tanto en sistemas a cielo abierto y como silvopastoriles.
Y no dudó en subrayar: “Este proyecto nos está ayudando a identificar las tecnologías que mejoran la producción reduciendo las emisiones y aumentando el secuestro para establecer las mejores propuestas de manejo en cada región”.
Finalmente, ambos destacaron que “es estratégico generar más experiencias como esta para posicionar a la ganadería nacional. Para eso, no basta con declarar que tenemos sistemas ganaderos basados en pasturas y que por lo tanto fijan carbono, sino que tenemos que medirlo y, luego, acreditarlo”.