El enoturismo crece y se consolida como una actividad federal que contribuye al desarrollo y al arraigo en el campo argentino.
El turismo del vino atraviesa un momento histórico en Argentina. Nunca antes hubo tantas bodegas abiertas al público y en tantas provincias al mismo tiempo. Hoy, esta actividad no solo fortalece la economía regional, sino que también promueve el arraigo en el campo y el desarrollo de pequeñas y medianas producciones.
Según un relevamiento de la unidad ejecutora de Turismo del Vino de la Corporación Vitivinícola Argentina (Coviar), validado por gobiernos provinciales y operadores locales, en 2025 hay 487 establecimientos vitivinícolas abiertos al turismo en 17 provincias del país. Esta cifra marca un crecimiento sostenido y significativo en comparación con años anteriores.
Crecimiento sostenido
En 2013, el primer relevamiento oficial detectó apenas 199 bodegas con propuestas turísticas en nueve provincias. Una década después, la cifra no solo se duplicó, sino que también se amplió geográficamente: hoy casi el doble de provincias cuentan con alguna forma de oferta enoturística. Esto implica un crecimiento del 144 % en 12 años, y del 32 % tan solo entre 2023 y 2025, cuando había 370 bodegas relevadas.
Este crecimiento no solo es cuantitativo. Detrás del aumento de establecimientos hay un cambio de paradigma: muchas pequeñas bodegas y productores artesanales encontraron en el enoturismo una herramienta para sostener su actividad, acceder a nuevos mercados y dar a conocer sus productos en origen.
Cambio para el productor
“Hoy el turismo del vino le puede cambiar la vida para bien a un productor o a una bodega pequeña. Por eso es tan importante su desarrollo”, destacó Pablo Asens, vicepresidente de COVIAR y responsable de la unidad de Turismo del Vino.
Asens también subrayó que no se trata solo de las grandes bodegas: muchos pequeños elaboradores encontraron en el enoturismo una vía para dar a conocer sus productos, atraer visitantes, vender directamente y sostener su actividad.
Estrategia nacional
El desarrollo del enoturismo no es casual: forma parte de una política sostenida impulsada desde COVIAR en articulación con el Estado nacional y los gobiernos provinciales. Está contemplado como uno de los ejes estratégicos del Plan Estratégico Vitivinícola (PEVI), que orienta la evolución de la vitivinicultura argentina hacia el año 2030.
En ese marco, se vienen implementando diversas acciones:
- El plan de marketing “Argentina Tierra de Vinos”, con alcance nacional e internacional.
- Las Jornadas Nacionales de Turismo del Vino, que se realizan anualmente para capacitar y vincular al sector.
- La aplicación de la Guía de Sostenibilidad Enoturística de Argentina, que busca garantizar estándares de calidad y responsabilidad ambiental en la actividad.
“El enoturismo es hoy una de las actividades más prometedoras del turismo argentino y su potencial todavía no tiene techo”, asegura Asens. Y agrega: “Cada vez hay más interés por invertir, capacitarse y ofrecer experiencias turísticas en torno al vino, tanto en zonas tradicionales como en nuevos destinos emergentes”.
El mapa se amplía
La provincia de Mendoza encabeza la oferta con 232 bodegas turísticas, lo que representa el 47,7 % del total nacional, pero el mapa se amplía con otros provincias que crecen:
- Córdoba: 49 bodegas (10,1 %)
- San Juan: 35 bodegas (7 %)
- Salta: 32 bodegas (6,6 %)
También destacan zonas no tradicionales como:
- Chubut: 24 bodegas
- Jujuy: 16
- Buenos Aires: 14
- Entre Ríos: 9
Esta presencia en provincias no tradicionales consolida al enoturismo como una actividad federal, con capacidad para dinamizar regiones alejadas de los grandes centros urbanos y ofrecer al visitante experiencias más diversas, auténticas y conectadas con los territorios.
Más que turismo
El auge del turismo del vino en Argentina no es solo una cuestión de números. También expresa un cambio cultural: el vino se valora no solo por su calidad, sino por su historia, su geografía y su gente. Las bodegas se transforman en espacios de encuentro, de experiencias sensoriales y de conocimiento del territorio.
Además, al promover prácticas sostenibles, integrar a comunidades locales y poner en valor saberes regionales, el enoturismo se alinea con una visión moderna y comprometida del turismo rural. Genera empleo, promueve el arraigo de las familias en el campo y fortalece las economías regionales.
Argentina, tierra de vinos, hoy también es tierra de experiencias. Y el turismo del vino es, sin duda, uno de sus motores más potentes.