Productores de Uruguay, dedicados a la ganadería sobre campo natural, mejoraron su producción, su calidad de vida y la de los animales, además de reducir emisiones, con apoyo de la FAO.
Favorecer la sostenibilidad de los sistemas ganaderos buscando estrategias de adaptación al cambio climático y mitigación de los gases de efecto invernadero, a través de la restauración de pastizales o campo natural, midiendo cuánto carbono se captura en el suelo, hacer ganadería climáticamente inteligente y a su vez mejorar la productividad y los ingresos de las familias productoras. Esos son los principales objetivos del proyecto Ganadería y Clima que se lleva adelante en Uruguay, con un equipo de extensionistas que acompaña a las familias ganaderas de 61 establecimientos.
La metodología utilizada es de coinnovación. Fue desarrollada por la Facultad de Agronomía de la Universidad de la República (Fagro-Udelar) y el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) y se aplica en Uruguay desde hace varios años. Esta forma de trabajo apunta al aprendizaje colectivo para que los cambios en las técnicas y tecnologías que se aplican perduren en el tiempo, más allá de la duración del proyecto, y supongan mejoras para la calidad de vida de las familias productoras.
Rafael Santa Cruz, de la Sociedad de Fomento Rural de Santa Cruz SFR en Cerro Largo, organización que tiene 9 socios productores participando, señala que ven “con expectativa una forma de trabajo que no conocíamos que es la coinnovación, queremos ver la manera de continuarla una vez que termine el proyecto”. Agrega: “Hay que cambiar el paradigma de la caja de ahorros con el ganado”.
“Además, el proyecto tiene un énfasis muy grande en medir y monitorear qué es lo que sucede en los establecimientos para después poder buscar causas y efectos de las cosas que estamos tratando de lograr, saber cómo se asocia una con la otra”, destaca la directora del proyecto Ganadería y Clima y coordinadora de la Unidad de Sostenibilidad y Cambio Climático del Ministerio de Ganadería Agricultura y Pesca (MGAP) de Uruguay, Cecilia Jones.
José Luis Ferreira lidera un establecimiento en el departamento de Artigas en el norte del país; cría corderos, terneros y produce lana, en 332 hectáreas sobre basalto superficial. Ingresó al proyecto con la esperanza de mejorar el peso de sus animales y su producción, para “darles mejor vida a los animales y por la tranquilidad, que es fundamental”.
Dice que en su experiencia en Ganadería y Clima “está aprendiendo todos los días”.
El apoyo del técnico extensionista que lo acompaña, Nelson Rivas, le permite “hincar el diente allí donde vas a tener mejores resultados, donde vas a tener mejores pasturas, donde eso va a redundar en mejores condiciones para el ganado”, destaca Ferreira.
En un proyecto de coinnovación, cada predio se mira como un sistema y los objetivos de cada familia son claves. “En este establecimiento particularmente, hay un énfasis importante de parte de Serrana y de Diego en lo que es la sustentabilidad del sistema, producir cuidando el medio ambiente y cuidando los recursos que hay en el sistema y mejorándolo si es posible” explica Carolina Gari, la técnica extensionista del proyecto que apoya a Serrana Goldie y Diego Iruleguy y otros productores del departamento de Flores, en el centro de Uruguay.
“A partir de la caracterización que se hizo, detectamos dónde podíamos hacer mejoras en búsqueda de los objetivos, por un lado, la parte económica, mejorar los ingresos netos y por otro lado manteniendo todos estos otros objetivos que son muy importantes, haciéndolo de manera sustentable” concluye Gari.
Ferreira explica: “Hemos pasado inviernos difíciles a veces sin saber qué carga tenía realmente el predio: que un técnico te diga ‘vas a tener una condición en los animales que te va a permitir pasar el invierno´”, eso es clave para los productores.
Los resultados logrados en un año, después de haber hecho un estado de situación del predio y definido objetivos en la etapa de diagnóstico, permitieron que Ferreira pasara de contar con 45 dólares por hectárea de ingresos netos a lograr 111,9 dólares por hectárea, además, el predio redujo sus emisiones de CO2 por kg de carne producido en un 16%.
“Antes yo escuchaba mucho que había que criar dos vacas por hectárea, entonces siempre tuve el predio bien cargado, pero llegaba el invierno y siempre tenía problemas de comida y con la seca mucho más. En este primer año ya he bajado la carga”, cuenta Iris Arellano, productora de Cerro Largo, al noreste de Uruguay, que señala que sus animales pasaron de pesar 139 kg a 170 kg al destete, en un solo año de proyecto.
Isabel Barros, técnica extensionista que trabaja con Iris, explica que “luego de las lluvias del verano se eligieron potreros para reservar” y que “el 50% de los potreros se aliviaron por alrededor de un mes” y, a pesar de la sequía, “la condición corporal de las vacas es muy superior a los años anteriores”.
En un año de trabajo el ingreso neto aumentó casi 300%. Eso no se explica solo por la reducción de un 27% de la carga, sino por un cambio en la gestión de la energía y la gestión del pasto, destaca el docente de Facultad de Agronomía, Pablo Soca sobre los resultados alcanzados por Arellano y Barros.
Estas mejoras en los resultados productivos están acompañadas por “una disminución grande en las emisiones de gases de efecto invernadero por kg de carne producida y también la emisión total del predio”, agrega el ingeniero agrónomo Gervasio Piñeiro, docente de Facultad de Agronomía y coordinador del equipo ambiental del proyecto.
Con sequía y todo
Uno de los objetivos del acompañamiento del equipo técnico es disminuir los riesgos ante adversidades climáticas sin aumentar la carga de trabajo. Para el segundo año de aplicación de nuevos métodos alternativas de producción Ramón Gutierrez, técnico de los productores Amaury y Patricia Aparicio, padre e hija que trabajan en el límite entre Rocha y Maldonado, espera potenciar la producción de campo natural, para mejorar la disponibilidad de alimentos y también la captura de carbono y mejorar la recría.
La sequía aportó elementos inesperados al primer año de trabajo para el proyecto: “Flushing no habíamos usado nunca y este año la seca fue terrible y fue la forma de preñar las vacas”, explica Amaury, sobre esta técnica que consiste en dar ración al ganado por periodos muy cortos y específicos.
También se dispuso el destete en marzo de las hembras, para que las madres se recuperaran antes del invierno. “Parte del resultado ha sido la condición corporal lograda a la entrada del invierno. Es importante mencionar que estamos a mitad de camino, pretendemos llegar a más”, explica Patricia Aparicio, que es ingeniera agrónoma.
“Este es un ejemplo claro de cómo se transforma una crisis en una oportunidad”, considera su colega Pablo Soca, quien coordina el equipo productivo de del proyecto.
Además, hace que la experiencia “se transforme en un modelo de aprendizaje. Hay un excelente diagnóstico, se reconstruyen 6 años de funcionamiento del establecimiento. No hay una disrupción con lo que venía haciendo la familia. Hay una ruta de cambio y se aprovecha la experiencia de Amaury, los aportes técnicos de Ramón y las mediciones de Patricia” Aparicio, agrega.
También desde el proyecto, Piñeiro señaló que “el predio logra aumentar la producción de carne y disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero. Es algo importante a tener en cuenta que lo que se logra al aumentar la preñez es bajar la cantidad de vacas improductivas. Uno de los desafíos es que no se ensucien los campos: el proyecto va a estar midiendo cómo cambia la diversidad de especies”.
Para Guzmán Cubas técnico de la Cooperativa Agraria Limitada de Aiguá, Calai, de la que son socios los Aparicio, “proyectos como este son herramientas muy buenas para los sistemas y para las personas”.
A su vez, el apoyo de las organizaciones de productores y el compromiso de productores ganaderos de Uruguay son pilares fundamentales para Ganadería y Clima que debe continuar hasta el año 2023.
Se trata de una iniciativa llevada adelante por el Ministerio de Ganadería Agricultura y Pesca con el apoyo de la FAO y financiada por el Fondo para el Medioambiente Mundial (GEF, por sus siglas en inglés), en colaboración con el Ministerio de Ambiente. La implementación en territorio está a cargo del INIA y Fagro-Udelar.
Fuente: FAO