El INTA lidera iniciativas que buscan transformar la producción agrícola mediante el monitoreo y el uso responsable del recurso hídrico.
Desde el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), destacan la importancia de realizar un monitoreo lote a lote para conocer los almacenes de agua, la recarga de los primeros dos metros del perfil y el nivel de napa hasta los 4 metros de profundidad, e integrar estos datos con la previsión de lluvias para el ciclo. Esta información, junto con el conocimiento y desarrollo de alternativas de manejo agronómico de los cultivos, son los pilares de una estrategia adaptativa frente a una alta variabilidad climática por regiones.
Si hay algo constante en el clima es la variabilidad. Es así que, frente a un fenómeno climático tal como el Niño, si bien las estimaciones plantean lluvias por encima de lo normal, no suele suceder en todas las regiones por igual. De ahí que la agricultura adaptativa pase a ser una estrategia clave recomendada por los expertos del programa Ecofisiología y Agroecosistemas del INTA.
Según remarcó Jorge Mercau, especialista en modelos agronómicos y ecofisiología de cultivos del INTA, “para mejorar la eficacia y eficiencia agrícola es clave tomar decisiones basadas en el monitoreo del estado de los procesos del agroecosistema que sostienen la productividad”. Es que, para el especialista, “la integración de los componentes de la oferta de agua, lluvias en el ciclo y estado de almacenes, con el conocimiento y desarrollo de alternativas de manejo agronómico de los cultivos es parte de las bases de una estrategia adaptativa que permite una intensificación sostenible de la agricultura en la Argentina”.
En este sentido, señaló: “La adaptación de la estrategia agrícola a la variabilidad de la oferta de agua permite aumentar la productividad de la agricultura”. Por este motivo, destacó la necesidad de ajustar la transpiración de los cultivos para evitar riesgos de déficit hídrico en etapas críticas de la demanda planeada, o bien evitar los excesos cuando la oferta supera la demanda planeada.
Es que, según explicó, “la oferta de agua para un cultivo es la suma de la que llueve durante su ciclo y la que puede acceder en los almacenes de lluvias previas al momento de la siembra, en los dos primeros metros del suelo y en la napa freática hasta cuatro metros de profundidad”.
En este punto, se refirió a la gran diferencia que se registra entre el este y oeste de la franja agrícola central de la región Pampeana: “Hacia el este históricamente llueve algo más en el verano y, en esta campaña 2023/24, que será niño, se espera una mayor probabilidad de tener lluvias por sobre el promedio, especialmente en noviembre-diciembre, justo cuando, en siembras tempranas, los cultivos de gruesa ubican sus períodos críticos. En cambio, hacia el oeste, además de llover algo menos, el niño no modifica demasiado la expectativa de lluvias respecto a su variabilidad normal”.
Además, Mercau señaló que, como consecuencia del déficit hídrico de la campaña pasada y las relativas bajas lluvias de este otoño, la carga del almacén de agua disponible en hasta dos metros de suelo sería baja en una amplia zona del área agrícola pampeana, y solo habría buena recarga hacia el este de la región, donde hubo buenas lluvias otoño-invernales.
En este sentido, agregó: “Aunque luego de tres eventos climáticos de La Niña, las napas freáticas bajaron en las zonas donde suele estar cerca se encuentran lotes que, con napas entre 3 y 4 metros, tienen el segundo del perfil más húmedo que otras zonas sin napa”. Dada la variabilidad que generan la cercanía a napa, las lluvias otoño-invernales y el remanente de distintos antecesores, es importante “ir lote a lote a medir el estado de los almacenes de agua, la recarga de los primeros dos metros del perfil, y esa estimación se puede hacer al tacto de un práctico, con aceptable precisión”, indicó Mercau.
Cada lote, un escenario en particular
Frente a un escenario cambiante entre regiones y lotes, Mercau sintetizó que “hacia el este de la región central de la Argentina se registran perfiles cargados y una mayor probabilidad de tener una campaña húmeda, por lo que sería de esperar siembras tempranas de maíz y siembras de soja con ritmo acelerado, desde mediados de octubre, siempre dependiendo de la calidad del lote y tipo de suelos”. En este punto, remarcó que “el tipo de suelo determina la estrategia agrícola a seguir”.
De acuerdo con el especialista, en el este pampeano son recomendables las siembras tempranas de maíz, con un eventual ajuste hacia densidades menores donde los almacenes de agua no sean tan buenos y, eventualmente, maíz tardío donde la recarga es pobre o, en lotes de peor calidad de suelo. Asimismo, la siembra de soja podría ser rápida sobre buenas recargas y más lenta cuando la recarga es peor y en suelos más pesados.
Por otra parte, detalló: “Hacia el oeste de Buenos Aires y Santa Fe, y las provincias de Córdoba, parte de San Luis y norte de La Pampa -que tendrían flacos sus almacenes y una expectativa normal de lluevias- parece razonable que predominen planteos de maíz tardío. De todos modos, puede haber situaciones de buena recarga y suelos donde capitalizar las ventajas de las siembras tempranas”.
Para el cultivo de soja, se esperan siembras más distribuidas, entre finales de octubre y mediados de noviembre, serías las estrategias más convenientes, en la búsqueda de combinar un piso más alto de rindes, sin perder techos. Sin embargo, hay muchas zonas de napa cercana, este año en general más profundas, donde hay que evitar los riesgos de la sequía sin transformar en rinde esa agua para mejorar el manejo interanual del campo.