En un taller sobre regulación de bioinsumos y biopreparados se intercambiaron conocimientos y experiencias entre países latinoamericanos, en torno al marco normativo para registrar bioinsumos.
El martes 18 de julio se realizó de forma virtual el taller latinoamericano “Estrategias institucionales diferenciadas para la regulación de bioinsumos”, con el fin de intercambiar experiencias vinculadas a marcos normativos desde una perspectiva regional que incluya también la regulación de biopreparados.
El taller fue convocado por el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) y por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), y contó con la participación de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y delegados de las Organizaciones Nacionales de Protección Fitosanitaria (ONPF) de siete países latinoamericanos, Argentina, Brasil, Colombia, El Salvador, México, Paraguay y Venezuela.
Durante el encuentro los participantes analizaron las categorías de bioinsumos, industriales y artesanales, y los factores determinantes para su clasificación. Además, evaluaron la oportunidad para el desarrollo de regulaciones equivalentes.
En la apertura del taller la presidenta del Senasa, Diana Guillén, agradeció al IICA y a la FAO por la posibilidad de propiciar el intercambio de conocimientos en torno al trabajo que lleva a cabo la Argentina para acompañar el desarrollo de los bioinsumos y los biopreparados, atendiendo a sus particularidades y en diálogo con cada uno de los actores.
En el marco de las políticas de incentivo a la producción de bioinsumos desarrolladas por la Secretaría de
Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación (SAGyP) y el Ministerio de Economía, Guillén comentó: “desde el Senasa lanzamos dos consultas públicas, la 461 que mediante un proyecto de resolución crea la categoría de bioinsumo, y la 460 que crea la categoría de biopreparado, ambas destinadas a lograr la autorización y comercialización de insumos/productos de uso agrícola”.
Las consultas cerraron el 13 de julio pasado y, de acuerdo a Guillén, “recibieron una cantidad importante de aportes que estamos evaluando para terminar de redactar las normas con instituciones públicas y privadas, con el sector de la agricultura familiar y con el sector académico, para establecer los requisitos de registro de estos productos biológicos”.
“Hacemos una distinción entre bioinsumos y biopreparados debido a que los primeros tienen un desarrollo industrial y los segundos se encuentran vinculados a la agricultura familiar, cooperativas o micropymes de productos”, aclaró Guillén
A su turno, el representante del IICA en Argentina, Fernando Camargo expresó: “Es una gran responsabilidad acompañar en la promoción de la sanidad y la calidad de los agroalimentos, base de la seguridad alimentaria. Debemos tener en cuenta la amplitud del término ´bioinsumos´, clasificarlos según los distintos tipos u orígenes y regular y dar garantías sobre sus diferentes procesos de elaboración”.
Desde el IICA se planteó como eje estructural del taller que, en una región fuertemente agropecuaria y diversa, donde conviven economías vinculadas a la exportación y al abastecimiento interno de alimentos, la intervención pública requiere de miradas integrales y estrategias diferenciadas en función de la escala productiva y la dinámica comercial.
Si bien existe normativa vinculada a la regulación de bioinsumos de escala industrial o de mayor complejidad tecnológica, poco se ha abordado la comercialización de elaborados artesanales, de baja escala o biopreparados, asociados a los enfoques de la agroecología y de Una Salud.
Jorge Meza, Oficial Superior de Políticas para América Latina y el Caribe y representante de la FAO ad interim para Argentina y Uruguay, expresó que algo que atenta en el desarrollo de los bioinsumos, es “la percepción de los agricultores de la reducción de la productividad, y la contaminación que podrían generar en sus cultivos. En este ámbito, uno de los mayores retos es el desconocimiento sobre tecnologías de producción o prácticas de uso de los insumos biológicos, así como la falta de asistencia técnica para el efecto”.
“Para desarrollar el potencial de los bioinsumos y mejorar la productividad y sostenibilidad de la agricultura, se requiere una hoja de ruta que incorpore, de manera progresiva, este tema en las agendas de desarrollo agrícola de los países en la región y el mundo”, agregó Meza.
A su turno, Jesica Monzón, del Centro de Inversiones de la FAO, mencionó un estudio en el que trabajó, centrado en las posibilidades de inversión para fomentar la transformación de sistemas agroalimentarios sostenibles a través del uso de bioinsumos. Dicho estudio, que está por publicarse, se focalizó en los bioinsumos de uso agrícola. Para el mismo se realizaron investigaciones y entrevistas en 11 países de la región de América Latina y el Caribe, y encuestas con más de 900 respondientes para conocer la percepción, tanto de usuarios como oferentes, sobre los bioinsumos.
Del estudio se desprende que, uno de los limitantes para la aplicación de bioinsumos por parte de los usuarios – productores individuales, cooperativas, empresas y técnicos – es la falta de información sobre la oferta y resultados, falta de personal capacitado para asesorarlos y falta de proveedores cercanos.
Desde el lado de los oferentes – empresas productoras de bioinsumos y centros de investigación – los mayores inconvenientes tienen que ver con aspectos regulatorios y costos. En el estudio se indica que estos mencionaron que hacer un registro comercial lleva mucho tiempo y que no hay normativa adecuada para sus productos, a lo que se suma que los costos de los ensayos son muy elevados.
“Observamos que la autoproducción de bioinsumos es una estrategia central para el aprovisionamiento en la región; de todos los respondientes, 63% expresó que autoproduce dentro de su finca al menos una parte de los bioinsumos que usa”, describió Monzón.
Además de Guillén, por Senasa participaron el director nacional de Protección Vegetal, Diego Quiroga, el director de Agroquímicos y Biológicos, Nicolás Auñón, la directora del área de Agroquímicos y Biológicos, Karina Asciutto, y el supervisor técnico del área de Productos Fitosanitarios y Fertilizantes Biológicos, Sebastián Gómez.
“El taller permitió el intercambio entre los diferentes países en lo relacionado a los requisitos para regular el uso de bioinsumos industriales y artesanales, y es un primer paso para lograr consensos en la promoción de este tipo de insumos a nivel regional”, destacó Auñón.
Asciutto remarcó que Argentina “cuenta con más de 1.000 productos biológicos inscritos” y que en el país existen dos normativas vigentes para regular los avances y desarrollos de bioinsumos para uso agropecuario, como también doméstico: la Resolución 350/99 que establece condiciones para incorporar a los biocontroladores al registro de plaguicidas y pesticidas; y la Resolución 264/11 que continúa la regulación de los bioinsumo para fertilizantes biológicos, actualizando la última normativa que regulaba a los fertilizantes. En ella, a través del artículo 7, en el formulario de inscripción se incorpora la solicitud de inscripción de productos biológicos.
Gómez se refirió a los biopreparados y explicó que “al ser elaborados y empleados en un segmento particular, el de agricultores familiares o micropymes, se vuelve necesario que el Estado regule su situación. Al momento los requisitos de registros actuales dificultan que estos elaboradores puedan inscribir sus productos”.
La idea es generar un inventario de protocolos de biopreparados que sea de acceso y dominio público, y crear una comisión asesora interinstitucional que tendrá la participación del Senasa, del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), la SAGyP, representantes de universidades, Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación, y de todas aquellas instituciones que la autoridad de aplicación considere pertinentes.
En el taller también expusieron Fabiola Moreno, consultora de asuntos normativos en el IICA, Tatiane Almeida do Nascimento del Ministerio de Agricultura de Brasil, Adriana Vanegas Niño del Instituto Colombiano Agropecuario (ICA), y Araceli Cerón Trejo del Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (Senasica) de México.
Tener un registro diferenciado de bioinsumos y biopreparados surge de la necesidad concreta de lograr la sustentabilidad de la producción agrícola en sus distintas escalas, periurbana, familiar y extensiva. Además, se consideran aspectos nutricionales y de manejo integrado de las plagas motivando, en este aspecto, la inclusión del control biológico como complemento y/o reemplazo de productos de síntesis.
Definición de conceptos:
- Registrar un bioinsumo implica un proceso científico, legal y administrativo mediante el cual la autoridad nacional o regional responsable aprueba la venta y utilización de un producto (fitosanitario o fertilizante), previa evaluación integral de datos científicos que demuestren que el producto es efectivo para el fin a que se destina y no entraña un riesgo inaceptable para la salud humana, animal ni para el ambiente.
- Bioinsumo, definido por el Comité Asesor en Bioinsumos de Uso Agropecuario como todo producto biológico que consista o haya sido producido por microorganismos o microorganismos, extractos o compuestos bioactivos derivados de ellos y que estén destinados a ser aplicados como insumos en la producción agropecuaria, agroalimentaria, agroindustrial, agroenergética e incluso en el saneamiento ambiental agropecuario.
- Biopreparado: todo insumo elaborado en base a la combinación o mezcla de sustancias de origen vegetal, animal o mineral presentes en la naturaleza, que tienen propiedades nutritivas para las plantas y/o controladoras o repelentes de plagas y enfermedades que se hayan obtenido mediante un procedimiento artesanal, a partir de recursos mayoritariamente de obtención local y accesible a todo usuario final.