A 25 de la adopción de cultivos genéticamente modificados, Argentina recibió múltiples beneficios de la mano de esta biotecnología.
La Bolsa de Cereales de Buenos Aires presentó el documento “De cultivos genéticamente modificados en la agricultura argentina” en el que se repasan los 25 años de adopción de esta biotecnología en nuestro país. El trabajo estudia el impacto económico y ambiental de la adopción de semillas genéticamente modificadas (GM) en los cultivos soja, maíz y algodón, y se analizan los efectos a nivel productor y a nivel agregado.
En el documento, un primer grupo de resultados, indica que los cultivos GM incrementaron rendimientos, redujeron costos de producción y aumentaron la rentabilidad de la producción primaria. En el período 1996-2020 los planteos GM superaron en promedio a los convencionales en 29,1 US$/ha en el caso de la soja, 35 US$/ha en maíz y 217 US$/ha en algodón.
Un segundo grupo de resultados, da cuenta el informe, expone que la adopción de cultivos GM reportó importantes beneficios al país. Se estiman beneficios brutos acumulados en 25 años de US$ 159 mil millones, de los cuales el 92 % (US$ 146 MM) corresponden al cultivo de soja, el 7 % (US$ 10,9 MM) al maíz y el resto (US$ 2,1 MM) al algodón. Cuando se observa el incremento de divisas gracias a las mayores exportaciones, los 25 años de GM representaron 153 mil millones de dólares adicionales, lo que generó un empleo adicional -demandado por las cadenas al aplicar la tecnología GM- que promedió 93 mil puestos de trabajo directos por campaña.
En términos ambientales, desde la Bolsa de Cereales, estimaron beneficios ambientales en dos frentes. Por un lado, se identifican beneficios por el menor uso y toxicidad de los agroquímicos aplicados. Sobre este punto se destaca el caso de la soja GM con una reducción del 30 % en el impacto ambiental en comparación con la soja convencional.
Por otro lado, se estiman beneficios ambientales por la mayor adopción de siembra directa que se dio como consecuencia del uso de cultivos GM. En este sentido, se estiman beneficios tanto por el menor uso de combustibles como por el aumento de la tasa de carbono secuestrado en el suelo que surge de aplicar esta práctica de agricultura de conservación.
En cuanto a la reducción del uso de combustibles fósiles, si no se hubiera adoptado el paquete tecnológico que incluye la siembra directa y el uso de semillas GM actualmente las emisiones de dióxido de carbono serían más de 1.000 millones de kg por año superiores, es decir que se redujeron emisiones equivalentes al consumo anual de 240 mil autos. En el acumulado del período 1996-2020 se hubieran volcado al ambiente más de 18.000 millones kg de carbono equivalente al consumo anual de 3,9 millones de autos particulares.
Con respecto al carbono secuestrado del ambiente, el mismo asciende producto de la adopción de siembra directa. En particular, se estima que para la campaña 2020/2021 el volumen de carbono orgánico en los suelos se incrementó en 7,3 millones de toneladas por encima de lo que habría ocurrido sin GM. Sumando las últimas 25 campañas alcanza los 121 millones de toneladas.
En el documento se reflexiona sobre la importancia de continuar aprovechando los beneficios de la biotecnología agrícola, y sobre los desafíos que hoy existen, así como los que puedan aparecer en el futuro. La introducción de los cultivos GM en la agricultura argentina marca un punto de inflexión en la producción agropecuaria y, dada la importancia de ésta en la economía, en el desarrollo del país. En este sentido, los resultados de este estudio enfatizan que lo ocurrido en los 25 años transcurridos desde la introducción del primer cultivo GM es altamente positivo, no sólo para los sectores productivos, sino para la sociedad en su conjunto, a través de sus impactos sobre el crecimiento del PBI, el empleo, y los ingresos fiscales, y vía estos, el combate a la pobreza y el desarrollo social.
“Es importante resaltar que buena parte de lo ocurrido fue posible porque al momento en que estas tecnologías estuvieron disponibles a nivel internacional, existían en la Argentina un conjunto de capacidades estratégicas para poder aprovecharlas: la existencia del marco regulatorio requerido para la incorporación segura de las tecnologías a los procesos productivos, una industria de insumos y servicios consolidada y capaz de reflejar rápidamente las nuevas propuestas a su oferta tecnológica, y capacidades empresariales e institucionales proactivas en cuanto a impulsar la incorporación de las nuevas tecnologías a los procesos productivos”, dice el informe y agrega que “además de estas capacidades, otros factores vinculados a las políticas económicas y sectoriales, e incluso la sinergia entre los cultivos GM y la siembra directa, que para entonces ya había comenzado a difundirse, fueron determinantes para que el proceso de innovación tuviese la profundidad y significancia que ha tenido en estas dos décadas y media. Todos estos aspectos fueron importantes, pero a estas alturas no cabe duda del carácter estratégico de los OGM en esos procesos”.
Adopción de cultivos GM
Con más de 26 millones de hectáreas dedicadas a los cultivos de soja, maíz y algodón, Argentina es uno de los países líderes en la utilización de cultivos GM. Este proceso de adopción se inició en 1996 con la introducción de la soja tolerante a herbicidas y a partir de entonces ha mostrado una dinámica inédita en otras regiones de mundo: en apenas cuatro campañas la superficie de soja GM pasó de representar menos del 5 % del área sembrada con soja a más del 80 %, mientras que en algodón y maíz niveles superiores al 80 % se alcanzaron apenas después de 9 y 13 campañas respectivamente.
Del laboratorio al campo
El primer cultivo GM incorporado a la agricultura argentina fue la soja tolerante al herbicida glifosato, que fue aprobada en 1996 casi al mismo tiempo que en los Estados Unidos.
El marco institucional vigente en ese entonces fue uno de los factores que facilitó la rápida introducción de esta tecnología en el país. En ese sentido, la creación de la Comisión Nacional Asesora de Bioseguridad Agropecuaria (Conabia), el organismo responsable del proceso regulatorio para la experimentación y liberación comercial de los cultivos GM, tuvo un rol central.
Desde esa fecha en adelante se han registrado más de dos mil variedades GM. La cantidad de variedades registradas creció de 5 en 1996 a 133 en 2010 y luego promedió 88 por año. Del total de variedades GM registradas, 1.057 corresponden a maíz, 942 a soja, 19 a algodón y 2 a alfalfa.
Las variedades GM registradas dentro de este período incluyeron como características introducidas las siguientes: la tolerancia a herbicidas (48,5 %), la resistencia a insectos y tolerancia a herbicidas (ambas a la vez, 46,4 %) y la resistencia a insectos (24,6 %).
Las principales empresas en cantidad de solicitudes al Inase fueron Asociados Don Mario (279), Monsanto (263) y Syngenta (220) (Figura 4).
En cuanto a la cantidad de eventos (y combinaciones de eventos) comerciales autorizados, luego de la aprobación de la soja tolerante a herbicida se han otorgado 62 aprobaciones comerciales, incluyendo maíz (34), soja (16), algodón (7), alfalfa (1), cártamo (1), papa (1) y trigo (1).
Soja GM
Tras la introducción de la soja tolerante a glifosato, uno de los saltos tecnológicos más importantes en materia de semillas de soja se dio en el año 2012 con la autorización de la comercialización de semillas, productos y subproductos de soja con eventos acumulados de resistencia a insectos y tolerancia a herbicida: Bt + RR2.
En las últimas cuatro campañas el uso de la tecnología Bt+RR2 ha mostrado un crecimiento significativo pasando de 7 % en la campaña 2014/15 a 20 % en la campaña 2019/20.
Maíz GM
A lo largo de la última década se notó un fuerte cambio en la adopción de híbridos en maíz. La generación práctica de conocimiento técnico y el desarrollo de nuevos híbridos contribuyeron a una disminución del uso de eventos simples a expensas de eventos apilados. En la campaña 2019/20, los eventos apilados (Bt+RR2) representaron el 92 % del total de semilla sembrada, mientras que los eventos simples alcanzaron el 7 % y la semilla convencional el 1 %.