Las lluvias repusieron el estado de los cultivos en las principales zonas productivas y otorgaron un contexto ideal para que los insecticidas tengan mayor eficacia. Las recomendaciones de FMC.
Hay dos factores que justifican que es un momento ideal para avanzar en la protección de los cultivos contra plagas y enfermedades. El primero, es el climático: la soja y el maíz venían estresados en la zona núcleo debido a un inicio de la campaña estival muy seco, pero las lluvias de fines de enero aportaron hasta 250 milímetros en pocos días en algunas zonas e hicieron que el estrés térmico e hídrico comenzara a ser solo un mal recuerdo. Además, la buena humedad con que cuentan ahora los suelos apuraron las decisiones de los productores de aplicar insecticidas y fungicidas, con el fin de conseguir mayor éxito en las estrategias de control, gracias a que bajo estas condiciones la absorción de los productos por parte de los cultivos es más eficaz.
El segundo factor, en tanto, también tiene que ver con el clima, pero de negocios. “El contexto de precios internacionales ayuda: con los precios más altos en varios años, se puede cubrir con un bajo costo un tratamiento de punta contra las plagas, sumando también un fungicida y un cofactor. Hablamos de alrededor de cinco dólares por hectárea; es decir, con apenas un quintal de soja cubrimos un espectro de control muy completo” destacó Francisco Francioni, gerente de insecticidas de FMC.
En concreto, por ejemplo, Francioni mencionó la estrategia Crop Shield (escudo protector) de FMC: una combinación de Coragen, para atacar el complejo de orugas; Dinno, contra las chinches y trips; más el fungicida Nanok para la protección enfermedades de fin de ciclo. Es fundamental tener en cuenta la eficacia de las aplicaciones para que las estrategias de control y los productos funciones como esperamos, y para esto FMC cuenta con Biofusión, un cofactor que mejora la calidad de las aplicaciones y la eficiencia de los productos.
Diversos reportes, como los emanados por las estaciones experimentales y las agencias de extensión rural del INTA en base a capturas en trampas de luz, muestran que se están registrando en muchas regiones alta presencia de plagas que pueden ser muy dañinas, como las orugas bolilleras y defoliadoras. “Con las lluvias, la presión de arañuelas o trips disminuye porque las plantas recuperan desarrollo. Pero a la par, crece la presión de otros tipos de insectos como las orugas y a las chinches. Y a la vez, la alta humedad predispone al cultivo a verse afectado por el ataque de hongos. Por eso no hay que demorarse en la toma de decisiones y que el agua solo sea una ayuda para que los cultivos sigan recuperándose y desarrollándose en buenas condiciones” recomendó Francioni.
En definitiva, la recomendación sigue siendo el monitoreo continuo, teniendo en cuenta que este año en particular, es altamente probable que el cultivo nos devuelva con rendimiento, si lo cuidamos y protegemos de plagas y enfermedades.