Convocado por Profertil, el agrónomo e investigador Fernando García recomendó la reposición de nutrientes en los suelos para reducir la brecha entre rendimientos actuales y potenciales en el cultivo de cereales y oleaginosas.
En los últimos 60 años, desde 1960 y hasta 2020, el área destinada al cultivo de cereales y oleaginosas en el mundo se multiplicó por 1,4 y la producción creció 4 veces mientras que en la Argentina, un país de histórica tradición agrícola, el incremento fue muy superior: 2,7 y 8,8 veces, respectivamente. Para continuar con ese impactante crecimiento y satisfacer la creciente demanda global de alimentos es preciso, siempre pero cada vez más, cuidar los suelos en los que se siembran y cosechan los granos.
Así lo advirtió el agrónomo, docente e investigador Fernando García durante una charla virtual de divulgación científica con periodistas agropecuarios de distintas ciudades argentinas organizada por Profertil. “El mundo necesita producir 50% a 70% más para el año 2050” explicó y enfatizó que, como los demás países agrícolas, “Argentina debe producir más y mejor”.
Con ese objetivo, “producir más y mejor, cuidando el medioambiente”, es preciso reponer los nutrientes que se retiran de los suelos campaña tras campaña. “En nuestro país, los balances de nutrientes, es decir la diferencia entre los nutrientes que aplicamos con fertilizantes, abonos y enmiendas, y los que removemos en granos o forraje, han sido históricamente negativos” advirtió el especialista y precisó que “hasta mediados de la década del 90 se reponía 20% a 30% del nitrógeno y del fósforo removido en los granos, a partir de ahí esa reposición mejoró con el incremento en el uso de fertilizantes, pero hasta el día de hoy es negativa llegando al 40% a 60% del nitrógeno y el 50% a 70% del fósforo en los mejores años”.
“Se pueden estimar entre 1993 y 2020 pérdidas acumuladas de nutrientes de aproximadamente 13,7 millones de toneladas de nitrógeno, 3,4 millones de fósforo, 19,9 millones de potasio y 3 millones de azufre” detalló y calculó que “el costo de este balance negativo entre 1993 y 2020, considerando un valor promedio de los fertilizantes, equivaldría a aproximadamente 20 mil millones de dólares”.
Según el académico, en el país existen brechas de rendimiento entre los promedios actuales y los alcanzables (en condiciones de secano) del 30% a 40% en trigo, maíz y soja. “Estas brechas de rendimiento pueden ser atribuidas a numerosos factores de producción, pero sin lugar a dudas la correcta nutrición de suelos y cultivos juega un rol fundamental: en ensayos de largo plazo, se han indicado contribuciones de la nutrición a los rendimientos del 20% al 70% para cultivos extensivos” señaló y aseguró que “para reducir esa brecha entre los rendimientos actuales y los alcanzables, se debe manejar la nutrición de cultivos a nivel de ambiente dentro de cada lote, de manera de ser más eficientes y efectivos en el uso de los nutrientes del suelo (recursos) y de los nutrientes aplicados vía fertilizantes, abonos o enmiendas (insumos)”.
“La adecuada nutrición del cultivo es una condición necesaria pero no suficiente para el logro de altos rendimientos, la misma debe insertarse como un engranaje del sistema de producción” aclaró y enseñó que “el objetivo debe ser el manejo responsable de los nutrientes, lo que incluye 4 requisitos: aplicar la fuente correcta, en dosis correcta, en el momento correcto, y en forma correcta”. Para lograr esa correcta incorporación de nutrientes, el especialista recomendó realizar análisis y evaluación del suelo y de disponibilidad inicial de agua, conocer la historia (rendimientos y fertilizaciones anteriores) del lote, identificar un rendimiento alcanzable según el año climático y monitorear el estado nutricional del cultivo (análisis foliar, sensores remotos y locales, imágenes, franjas de saturación).
“La identificación de ambientes con deficiencia asegura el uso rentable de nutrientes” explicó y consideró que la realización de los análisis necesarios y la aplicación de nutrientes no afecta de manera negativa la rentabilidad de los agricultores porque, según ejemplificó para suelos de la Región Pampeana, “en maíz ambientes con deficiencias presentan respuestas de 15 a 25 kilos de maíz por kilo de nitrógeno aplicado, de 25 a 65 kilos de maíz por kilo de fósforo y de 45 a 95 kilos de maíz por kilo de azufre, mientras que el costo varía históricamente entre 6 y 10 kilos de maíz por kilo de nitrógeno, de 20 a 22 kilos de maíz por kilo de fósforo y de 4 a 8 kilos de maíz por kilo de azufre”. “En soja con costos de 11 a 13 kilos de grano por kilos de fósforo y de 3 a 4 kilos de grano por kilo de azufre, se pueden esperar respuestas del orden de 19 a 30 kilos de soja por kilo de fósforo y de 20 a 70 kilos de grano por kilos de azufre en ambientes con deficiencia de estos nutrientes”.
“Estos números evidencian la rentabilidad de la práctica de fertilización, aún sin considerar el efecto residual de cada nutriente” explicitó y concluyó que en suelos de la Región NOA “además de los nutrientes ya mencionados, se puede pensar en la incorporación de potasio, zinc y boro, entre otros elementos químicos”.