Inicio Ambiente Bosques nativos y bonos de carbono: un camino que ya se transita...

Bosques nativos y bonos de carbono: un camino que ya se transita en Anta

En el este salteño, Agrobari desarrolla un plan de aforestación y restauración con especies nativas, certificado bajo estándares internacionales.

La provincia de Salta avanza en el desarrollo de esquemas de producción sustentable y trazabilidad ganadera, acompañados por acciones de capacitación y difusión sobre mercados de carbono. En este marco, el Gobierno provincial organizó el “Workshop Carbono Salta”, un encuentro que reunió a cerca de 150 participantes entre productores, técnicos, profesionales, referentes del sector agropecuario y forestal, representantes de organismos públicos y del ámbito académico.

Ricardo Roquette, gerente general de Agrobari S.A.

El objetivo fue fortalecer las capacidades locales para el diseño de proyectos vinculados a los mercados de carbono, promoviendo estrategias productivas sostenibles y en armonía con la naturaleza.

Uno de los participantes del evento fue Ricardo Roquette, gerente general de Agrobari S.A., establecimiento ubicado en el departamento de Anta, que lleva adelante un proyecto de reforestación con especies nativas dentro del Forest Defense Project. En diálogo con Claves del Campo (AM 840 Radio Salta), Roquette explicó el alcance de esta iniciativa y analizó el potencial de los bonos de carbono en el país.

En primer lugar, aclaró que Agrobari S.A. no figura como proponente directo del proyecto, sino como implementador. “El proponente se llama Forest Defense Project, que significa “protector de la floresta”. Es una sociedad conformada por un grupo de socios que diseñaron y presentaron el proyecto ante una certificadora internacional de bonos de carbono. “Ellos eligieron los campos de Agrobari para desarrollarlo. Nosotros estamos a cargo de la implementación, que comenzó en 2024”, explicó.

Mejora de suelos y pasturas

Según detalló, Agrobari ya venía trabajando desde hace varios años bajo un esquema de ganadería regenerativa u holística, con foco en la mejora de suelos y pasturas. “El objetivo inicial siempre fue mejorar la productividad ganadera y la calidad de los pastizales, pero en algún momento surgió la posibilidad de aprovechar esa mejora ambiental para acceder al negocio de los bonos de carbono. Así nació esta idea, que se orienta a la reforestación con especies nativas del Chaco semiárido, transformando a Agrobari en un proyecto forestal sin uso maderable, enfocado exclusivamente en la captura de carbono”, detalló.

Agrobari comenzó su actividad en 1999 con un modelo agrícola que, con el paso del tiempo y las condiciones climáticas, fue derivando hacia un esquema mixto de agricultura y ganadería. “Durante los últimos años, la actividad ganadera tomó más protagonismo, pero la sucesión de sequías severas nos llevó a repensar la estrategia. Decidimos reducir la exposición al riesgo climático y apostar por un enfoque más sustentable: la restauración del bosque nativo”, señaló Roquette.

El gerente explicó que actualmente el establecimiento cuenta con un bosque semiárido degradado, una condición común en la región de Anta, que fue explotada en el pasado para obtener madera o utilizada por pequeños productores de la zona.

“Hoy ese bosque degradado convive con áreas agrícolas y ganaderas, algunas con procesos de regeneración natural luego de las habilitaciones previas. Además, dentro del nuevo Ordenamiento Territorial de Bosques Nativos (OTBN), una parte del establecimiento quedó designada como zona de reserva, lo que refuerza la decisión de avanzar hacia un modelo de conservación y captura de carbono”, agregó.

Modelo a largo plazo

En cuanto a la complejidad que implica la implementación de un proyecto de esta naturaleza, Roquette consideró que no todos los productores están en condiciones de encarar un proceso así. “Nosotros venimos transitando este camino desde hace dos años y, sinceramente, no sé si es para todos. Hay una burocracia importante y una presentación documental muy exhaustiva. Primero uno tiene que diseñar su proyecto, evaluar su viabilidad técnica y económica, y recién después decidir si avanzar. Porque, en realidad, todavía no existe un mercado claro: no hay una ‘pizarra’ donde puedas ver cuánto vale un bono de carbono determinado. El valor depende de múltiples variables que definen la calidad del bono: los impactos sociales, climáticos, de biodiversidad. No se trata simplemente de plantar arbolitos y ver cómo crecen. Hay un proceso largo y técnico”, explicó.

El proyecto comenzó a analizarse hacia abril de 2023 y la implementación efectiva arrancó en febrero de 2024, con la plantación de entre 120 y 130 hectáreas de algarrobos y otras especies nativas, en lotes con menor aptitud agrícola. “Ese fue el punto de partida, pero el proceso administrativo y de auditoría continúa hasta hoy, y todavía no estamos aprobados ni certificados”, indicó. Para la certificación, Agrobari trabaja con la certificadora internacional Verra, una de las más reconocidas del mundo, dentro del sistema ARR, que significa Aforestación, Reforestación y Restauración de bosques nativos.

Roquette señaló además que la mayoría de los proyectos, y así lo exigen los potenciales compradores, tienen una duración de alrededor de 40 años. “Eso no significa que uno esté plantando árboles durante todo ese tiempo. La etapa de implantación puede durar tres, cinco o diez años, según el ritmo que elija cada empresa. Pero una vez finalizada, el bosque debe permanecer sin intervención durante cuatro décadas. En nuestro caso, es un proyecto sin uso maderable, completamente intangible. La decisión se basó en un análisis de mercado: si bien todavía no hay precios definidos ni un mercado formal consolidado, cuando se formuló el proyecto, los potenciales compradores mostraban interés justamente en bonos provenientes de proyectos sin otro uso asociado, donde no haya un aprovechamiento productivo adicional”, detalló.

Rol del Estado

Consultado sobre el contexto institucional y el entorno en el que se desarrollan estas iniciativas, Roquette destacó la realización del Workshop Carbono Salta como un espacio valioso para la articulación público-privada. “El evento me pareció muy positivo. Fue la segunda reunión organizada entre una ONG y el Gobierno provincial, y esa articulación es muy buena. Mostrar los proyectos, abrir puertas y visibilizar el negocio es algo muy interesante y necesario”, señaló. No obstante, advirtió que los bonos de carbono son un mecanismo voluntario y privado, por lo que el rol estatal no debería ser de intervención sino de articulación.

“Los gobiernos no deben involucrarse directamente. Su rol debería ser articular, conectar las partes, facilitar el vínculo entre quienes pueden comprar y quienes pueden vender, pero sin intervenir en la ejecución ni en la gestión de los proyectos. Hay casos en Argentina donde algunas provincias intentaron involucrarse directamente, argumentando que los recursos naturales son de su propiedad, pero no es así. Sería como decir que el maíz pertenece al Estado porque proviene del suelo. Los bonos surgen de iniciativas privadas sobre tierras privadas, y eso debe mantenerse claro”, sostuvo.

En relación con las oportunidades que se abren para productores de distintas escalas, el empresario consideró que, si bien la escala es un factor determinante, existen alternativas para pequeños y medianos actores. “Sin grandes espaldas financieras se puede hacer, pero sin escala es más difícil. Se necesita superficie, volumen y continuidad para que el proyecto sea atractivo para los compradores. De todos modos, hay inversores interesados en asociarse o anticipar recursos a productores que tengan buenos proyectos y equipos confiables. Esa confianza es fundamental: en el proyecto y en las personas que lo ejecutan. Lo que sí es complejo es hacerlo sin escala, porque al comprador le cuesta más justificar un proyecto chico. Por eso, una alternativa válida son las asociaciones o cooperativas, que pueden presentar proyectos conjuntos y lograr masa crítica”, explicó Roquette.

Agregó, además, que los compradores internacionales -en su mayoría empresas- evalúan muchos factores antes de invertir: la titularidad de la tierra, la ausencia de conflictos sociales, los impactos ambientales y sociales, y la trazabilidad del proceso.

“Buscan garantías de transparencia, trazabilidad y sostenibilidad. Si un grupo de 20, 30 o 50 pequeños productores de Rivadavia, con tierras titularizadas, se organizara como cooperativa o asociación para presentar un proyecto conjunto, sería perfectamente factible. En muchas partes del mundo existen proyectos de ese tipo, impulsados por pequeños productores asociados, y funcionan muy bien. Hay ONGs, instituciones y entidades privadas dispuestas a acompañar y financiar este tipo de iniciativas. No tengo dudas de que ese camino es posible y deseable para que más actores puedan integrarse al sistema de bonos de carbono”, afirmó.

El proyecto de Agrobari

Acerca de las perspectivas de Agrobari, Roquette explicó que la empresa continuará con su actividad agroganadera habitual, pero en una transición gradual hacia el esquema forestal. “Seguimos adelante con nuestro esquema productivo habitual. Esperamos que este año el clima acompañe, pero el proceso de transición llevará entre siete y ocho años, dependiendo también del aporte financiero, porque estos proyectos no son económicos. Creamos un vivero forestal propio, con una capacidad de producción de alrededor de 100.000 plantines, principalmente de algarrobo, aunque también de otras especies nativas, y además compramos plantines en viveros de Salta y Jujuy. La idea es mantener la producción agroganadera mientras se avanza con la forestación progresiva: primero sobre las áreas ganaderas y luego sobre las agrícolas”, dijo.

Finalmente, Roquette destacó la complejidad del trabajo forestal y la importancia de la planificación en cada etapa. “A mí la ganadería me divierte más que la forestación, pero reconozco que el trabajo forestal es mucho más desafiante de lo que parece. Plantar un árbol es la parte más fácil; lo difícil es mantenerlo vivo durante los primeros dos años. Hemos tenido resultados muy buenos, pero requiere atención constante. Se viene ahora la mejor época del año para la forestación, aunque también la más exigente: la competencia de las pasturas, las malezas y las condiciones del suelo hacen que sea un proceso que hay que pensar y planificar muy bien”, concluyó.

Fuente: El Tribuno Campo