En el programa “Claves del Campo”, el director del INTA Yuto y el coordinador del Área de Salud Animal del INTA Salta coincidieron en que las recientes medidas impulsadas por el Gobierno nacional ponen en riesgo el futuro del organismo. La eliminación de becarios, la reducción de personal y el cierre de agencias locales amenazan con desmantelar uno de los pilares científicos y tecnológicos del agro argentino.
La situación del INTA a nivel nacional ha generado gran repercusión en los últimos días. Es que, una de las directrices del Gobierno nacional ha sido la reestructuración de distintos organismos públicos, y el INTA no ha quedado exento a ellas. Entre las acciones, se encuentra la posible venta de inmuebles pertenecientes al instituto, cuyas instalaciones se distribuyen a lo largo y ancho del país mediante sus Agencias. Además, se ha planteado una reducción significativa del personal. Esta situación ha generado preocupación tanto en los trabajadores del organismo como en la comunidad científica y agrícola.
En “Claves del Campo”, el coordinador del área de salud animal del Instituto de Investigación Animal del Chaco Semiárido del INTA Salta, Juan Michelot, junto al director del INTA Yuto, Matías García Rodríguez, expresaron su profunda preocupación por la eliminación de contratos de planta no permanente y de becarios. Ambos expertos, coinciden en que esta medida es especialmente grave al afectar directamente a los jóvenes profesionales en formación -muchos de ellos cursando maestrías y doctorados-, quienes representan el recambio generacional dentro del INTA. “Si eliminamos a los jóvenes y se jubilan los mayores, nos quedamos sin personal capacitado”, advirtieron.
Michelot profundizó sobre uno de los aspectos más alarmantes: la reducción del personal sin criterios claros. “Según lo que se sabe hasta ahora, no se aplicarían criterios de eficiencia, mérito o necesidad estratégica. Se trataría, más bien, de una eliminación directa de becarios y del personal de planta no permanente. Es decir, justamente del segmento más joven del INTA”, expresó.
Además, señaló que esta situación se agrava al considerar el bache generacional que arrastra la institución desde los años ’90. “Tenemos una planta muy envejecida. Si actualmente somos 6.000 trabajadores y se eliminan 1.500 puestos, quedaríamos con unos 4.500. Y si a eso le sumamos que en los próximos dos años se jubilarían otras 1.000 personas, el panorama es crítico”, explicó.
Y detalló: “Esto no es solo una percepción. Según estudios realizados en 2017 y 2018 sobre la dotación ideal de personal, el INTA debería contar con entre 7.500 y 7.800 personas para funcionar correctamente. Llegar a 4.500 implicaría operar al mínimo, con una capacidad de respuesta gravemente limitada. En nuestro caso, el laboratorio ya no funciona a pleno justamente por falta de personal. Actualmente contamos con solo cuatro investigadores de planta, un técnico, un becario y un administrativo. Quienes conocen el laboratorio saben que es de altísima complejidad, y en estas condiciones no podemos cubrir ni una fracción del trabajo”.
En esa línea, señaló que hoy solo cuentan con una persona encargada del mantenimiento para todo el laboratorio, lo cual es claramente insuficiente. “Nuestro laboratorio presta servicios altamente especializados que, en muchos casos, no están disponibles en otros lugares, ni siquiera en el sector privado. De hecho, productores grandes, como pequeños, suelen recurrir a nosotros ante problemas complejos, porque contamos con capacidades de diagnóstico avanzadas que no son comunes”, explicó e indicó que, si este recorte se concreta, se estaría hablando prácticamente del cierre operativo del laboratorio.
Desde otra perspectiva, pero en sintonía con la preocupación por el futuro del organismo, García Rodríguez expuso: “Sería necio decir que no hay que cambiar nada. El INTA está en constante transformación y siempre ha estado abierto a los cambios. Contamos con planes estratégicos a 15 años, y cada cuatro años revisamos la cartera de investigación para adaptarla a los avances tecnológicos, las transformaciones del mercado y las necesidades sociales. Pero en este caso no ha habido ningún tipo de consulta ni comunicación, ni a nivel técnico, ni regional, ni siquiera con quienes formamos parte del INTA. Tampoco se ha informado a los consejos que representan al sector privado”.
“No estamos ante un debate real, sino frente a frases sueltas y decisiones sin fundamentos sólidos. Por ejemplo, se dice que el INTA tiene demasiados empleados, pero esa es una afirmación que debe discutirse con seriedad. Y para hacerlo, primero debemos preguntarnos qué modelo de país queremos. ¿Queremos un país agroexportador? Si es así, debemos definir las necesidades del sistema y, a partir de allí, analizar si el personal actual es suficiente o no”, agregó el director del INTA Yuto.
Según explicó, la única propuesta concreta hasta el momento es modificar el Consejo Directivo para habilitar el despido del 25% del personal, cerrar todas las agencias y conservar únicamente las estaciones experimentales, que se dedican a investigación básica. “Eso implicaría una pérdida enorme de contacto directo con los productores y una fuerte reducción del alcance territorial. Solo en Salta y Jujuy contamos con agencias en Santa Victoria Oeste, La Quiaca, Palma Sola, Santa Victoria Este, entre muchas otras. En muchos de estos lugares no existe otra presencia estatal”, advirtió.
Rodríguez subrayó que las agencias del INTA también funcionan como plataformas para aplicar otras políticas públicas, sociales y ambientales. “El instituto siempre ha sido un socio confiable para implementar políticas tanto nacionales como internacionales. Tenemos convenios con grandes empresas y también con comunidades indígenas”, concluyó.
El rol del INTA y su valor fundamental en el agro
Ambos expertos del INTA destacaron el aporte invaluable que el organismo ha hecho al campo argentino. Su trabajo ha sido clave en áreas como la identificación y control de enfermedades en el ganado, así como en el desarrollo de vacunas esenciales, como la antiaftosa y la de tristeza bovina. Además, el INTA ha sido protagonista en la creación y mejora de variedades de semillas adaptadas a distintos climas y regiones del país, en la investigación sobre sanidad vegetal, vitivinicultura, conservación de suelos y prácticas de manejo sustentable.
En ese sentido, Michelot destacó los logros del INTA en el abordaje de enfermedades zoonóticas en bovinos, subrayando su papel clave tanto en la identificación de patologías como en el desarrollo de vacunas. “Hace algunos años identificamos el virus de la estomatitis papular bovina, que puede confundirse fácilmente con el de la fiebre aftosa. En los últimos 10 años hemos detectado entre 15 y 20 enfermedades nuevas en el país, algunas más relevantes que otras, pero todas importantes”, explicó.
Es importante recordar que la vacuna contra la fiebre aftosa fue desarrollada por el INTA, y si se analiza el impacto que tuvo en el sistema de exportación de carne, su valor es prácticamente incalculable. Michelot también mencionó la vacuna contra la tristeza bovina, una enfermedad endémica del NOA: “Esta vacuna, también desarrollada por el INTA, es fundamental para la región. Somos uno de los principales proveedores y, sin ella, sería extremadamente difícil sostener la producción ganadera en zonas como esta”.
Además, destacó uno de los logros más recientes: el desarrollo de la vacuna contra la Leucosis bovina, una de las enfermedades de mayor impacto en la lechería nacional. “Esa vacuna fue desarrollada por el INTA junto con el Conicet y es la primera vacuna a nivel mundial contra este retrovirus. Es un virus con una complejidad similar al HIV. “Países como Estados Unidos -que invierten el 3,5% de su PBI en ciencia y tecnología- no lograron desarrollarla, pero sí lo hizo el sistema científico nacional argentino. Eso, para mí, es motivo de orgullo y de defensa firme de estas instituciones”, ejemplificó.
En esa línea, yendo a la parte agrícola resaltó que a alrededor del entre 60 a 70% del maíz que se siembra en el norte es tecnología desarrollada por el INTA, como así también con las variedades de poroto. O incluso con el silobolsa, una herramienta que transformó la producción y el almacenamiento en el país, también desarrollada por el INTA.
“El INTA puede tener sus ineficiencias, como cualquier institución. Pero esas ineficiencias no justifican en absoluto lo que hoy se pretende hacer. Si mirás la inversión nacional en ciencia y técnica -más allá del INTA-, es muy baja en comparación con otros países, y sin embargo, la cantidad de logros que se obtienen es enorme” subrayó el experto del INTA Salta.
Y recalcó: “A veces se piensa que si no lo hace el INTA, lo hará el sector privado. Y no es tan simple. El privado tiene limitaciones importantes, porque depende de la rentabilidad inmediata, de que haya un retorno claro de la inversión”.
Finalmente, el investigador mencionó que el instituto no es solo de los empleados, sino una institución de todo el país. “Estamos atravesando un momento en el que prima un discurso que sostiene que todo lo estatal es ineficiente e ineficaz, y yo creo que eso no es cierto”, dijo y explicó que hay cosas para mejorar, pero una cosa no justifica la otra.