Micaela Ruiz García, encargada de Feedlot de Inversora Juramento, dio detalles sobre el sistema de engorde que gestiona en la empresa.
Durante el Día Brangus, realizado a principios de mes en Inversora Juramento, la médica veterinaria Micaela Ruiz García, encargada de Feedlot de la empresa, compartió su óptica sobre el sistema de engorde bovino que gestiona en el este salteño y con el cual se abastece el eslabón industrial de la compañía.

Con 42.000 cabezas encerradas y una capacidad instantánea total de hasta 50.000 animales, se trata de una de las operaciones de engorde bovino de mayor escala en la región.
“Hoy Juramento está con 42.000 animales encerrados, entre los dos feedlots que tenemos: el más nuevo, con 7 años de funcionamiento y una capacidad de 30.000 animales; y San Javier, que tiene más de 25 años y alberga 12.000”, precisó Ruiz García. Ambos feedlots están diseñados para operar bajo un modelo de eficiencia, orden y control sanitario.
La hacienda con la que se abastecen es en su mayoría del NOA. “El grueso se compra en Salta, aunque también trabajamos con hacienda de Chaco, Formosa y Corrientes. La idea es mantenernos dentro de un radio de 600 a 800 kilómetros para reducir el impacto del transporte y el estrés del animal”, explicó.
En cuanto a las categorías, la empresa trabaja con una proporción de 70 % novillitos y 30 % vaquillonas. “No ingresamos machos enteros, lo que mejora el manejo, homogeneidad del lote y resultados productivos”, afirmó y agregó que la compra se define por calidad, pero también por oportunidad: “A veces hay que adaptarse a lo que ofrece el mercado, sin perder de vista el estándar que buscamos”.
El ciclo de engorde varía según el peso de ingreso, pero suele ubicarse entre 120 y 150 días. “Un animal que entra con 260 kilos estará más tiempo que uno que ingresa con 300. Cada tropa tiene su lógica, y tratamos de respetarla para evitar interferencias o retrocesos en el proceso”, detalló la profesional veterinaria.
“Manejamos el sistema todo dentro, todo fuera. Cada jaula que entra es una tropa, y se vende toda junta. No mezclamos orígenes, es una de las claves”, dijo.
Alimentación y eficiencia
La alimentación es una variables crítica en el feedlot y representa el principal costo del sistema. “Un animal consume unos 14 kilos de materia seca por día. A un costo de entre 170 y 190 pesos por kilo, multiplicado por la cantidad de animales y los días de encierre, estamos hablando de cifras enormes”, explicó Ruiz García.
La logística que requiere este volumen es igualmente exigente. La empresa cuenta con 3 camiones racionadores, 3 mixers estáticos y 10 personas en la planta de alimentos, que opera diariamente con moledoras, silos y depósitos; la energía y el combustible representan uno de los mayores costos del negocio. “La eficiencia no se logra solo en la formulación, sino en todo el proceso que permite que ese alimento esté disponible todos los días sin interrupciones”, señaló.
La dieta formulada por el nutricionista Patricio Bertelli, de la firma Teknal, está diseñada para ser simple, eficiente y estable. “Usamos muy pocos ingredientes: maíz, harina de soja, fibra y núcleo vitamínico-mineral. Nada más. Esa simplicidad nos permite escalar sin perder calidad”, remarcó.
El maíz, uno de los insumos principales, es producido por la empresa en alrededor del 50 % y compra el resto. En cuanto a la fibra, el abastecimiento es totalmente propio. “Trabajamos con silo de cortapicado de maíz o sorgo, y también cortapicado fresco de alfalfa o pasto, según disponibilidad y época del año”, indicó Ruiz García y añadió que el núcleo y la harina de soja, en cambio, se adquieren externamente.
“Consumimos unas 600 toneladas de alimento por día. Por eso, tenemos que ser muy eficientes en cuanto a ingredientes y personal; por lo que buscamos una dieta muy eficiente, con muy buenas proporciones, pero con la menor cantidad de ingredientes posible”, dijo.
Manejo sanitario y decisiones
Uno de los pilares del sistema es la sanidad preventiva. “Cuando ingresa una tropa, se le aplica una vacuna respiratoria, un antiparasitario, y la vacuna contra la aftosa. Además, si los animales llegan en estado corporal bajo, les damos un refuerzo con núcleo vitamínico-mineral para estabilizarlos”, explicó.
La principal estrategia sanitaria está en el manejo de tropas sin mezcla de orígenes. “No mezclamos tropas. Cada jaula que entra es una tropa y permanece junta hasta el final del ciclo. Eso reduce mucho los contagios internos y nos permite tener un control sanitario mucho más efectivo”, señaló.
Este sistema evita también el uso de vacíos sanitarios o clasificaciones intermedias. “No hacemos pesajes intermedios ni clasificamos por peso. Si un animal no se adapta o no gana peso, se lo retira. No podemos darnos el lujo de mantener animales improductivos, que representan pérdidas económicas”, indicó. La estrategia apunta a maximizar la ganancia diaria de peso y minimizar el estrés de la hacienda.
“Estamos en una zona donde las temperaturas llegan a los 50 °C. El calor y la humedad generan estrés. Por eso, cuanto menos movemos a los animales, mejor. Está demostrado que el animal pierde peso cada vez que lo llevás a la manga”, aseguró.
Calidad, genética y destino
La calidad es una exigencia transversal a toda la cadena de producción. “Al proveedor le pedimos animales bien recriados, que no hayan tenido carencias nutricionales en etapas clave como la gestación o el destete. Todo eso se nota al final, cuando buscás rendimiento”, explicó Ruiz García. La selección genética también es un criterio fuerte: “Solo el 10% de nuestra hacienda es marca líquida, pero esa parte hace la diferencia. Cuando salimos a comprar, tratamos de exigir una genética similar a la que nosotros criamos”.
Gracias al volumen que maneja, la empresa puede imponer sus estándares en la compra. “A veces rechazamos tropas por debajo de la calidad que buscamos. Como somos un comprador importante, eso genera una respuesta positiva en los proveedores”, indicó.
Desde el otro extremo de la cadena, la industria frigorífica también impone exigencias. “Nos piden buena calidad de carne, animales bien engrasados, con buen marmoreo, pero sin pasarse. Y también nos definen los destinos: para consumo interno, 440 kilos; para exportación, 500. Nosotros nos adaptamos a esas demandas”, explicó.
Los animales con trazabilidad específica -como los que van a cuota 481 o Unión Europea- son enviados ya clasificados desde el feedlot, al igual los que son destinados a consumo interno, que se tipifican de acuerdo a las marcas con las que salen al mercado bajo las marcas Cabaña Juramento o Frigorífico Bermejo. “Nosotros mandamos la tropa trazada. Pero la verdadera selección se hace en la planta industrial, en el desposte. Ahí se ve la carne, se ve el animal real”, sostiene Ruiz García, y concluye: “El animal se conoce cuando le sacan la ropa. Ahí está la verdad”.
Por: Belisario Saravia Olmos
Fuente: El Tribuno Campo