El mercado de créditos de carbono es un modelo de negocio que beneficia a las empresas y contribuye a la lucha contra el cambio climático.
El Acuerdo de París por el cambio climático reconoce que los proyectos destinados a la reducción de emisiones en sectores como la energía renovable, la agricultura y la reforestación pueden generar créditos de carbono, los cuales pueden ser vendidos en mercados internacionales a empresas con saldos negativos para compensar e intentar así llegar a impactos neutros. Sin embargo, para garantizar la integridad ambiental y la efectividad de estos créditos, es fundamental que los proyectos sean certificados bajo sistemas que aseguren su autenticidad y contribución real a la mitigación del cambio climático.
La certificación de emisiones de carbono se lleva a cabo bajo estándares internacionales reconocidos, tales como:
– Verifiable Carbon Standard (VCS), Gold Standard, Plan Vivo, entre otros, que establecen criterios para la medición, reporte y verificación (MRV) de las reducciones de emisiones.
– Los créditos de carbono generados por estos proyectos son verificados por terceros independientes para asegurar que las reducciones son reales, adicionales (es decir, que no habrían ocurrido sin el proyecto) y perdurables (que las emisiones no se “liberen” nuevamente a largo plazo).
¿Qué son?
Los créditos de carbono son un mecanismo que asigna un valor económico a la reducción o eliminación de emisiones de dióxido de carbono (CO₂). Cada crédito representa una tonelada de CO₂ equivalente (CO₂e) que ha sido evitada o removida de la atmósfera.
Existen mercados de carbono regulados, como el de Europa, y mercados voluntarios, como el de Argentina. Aunque los estándares internacionales de verificación son ampliamente reconocidos, en ocasiones pueden resultar una barrera para muchas empresas debido a sus elevados costos y requisitos técnicos, dificultando la participación de países como Argentina en una economía baja en carbono.
Para superar estas barreras, la Universidad Nacional de La Plata ha desarrollado una metodología propia basada en los estándares internacionales, la cual tiene como objetivo evaluar y certificar créditos de carbono generados a partir de proyectos de forestación, reforestación y revegetación.
Un marco regulatorio adecuado podría mejorar la transparencia y seguridad en el sector, además de fomentar el desarrollo sostenible de los mercados de carbono. Actualmente, muchos actores en Argentina ya participan de forma voluntaria en este mercado, pero sin un marco legal nacional que los respalde.
Según la Mesa de Carbono, si Argentina desarrollara proyectos en tan solo el 10 % de su superficie agropecuaria y forestal, los ingresos generados por la comercialización de certificados de carbono podrían oscilar entre US$ 250 y US$ 350 millones anuales.
Los bonos verdes
Son instrumentos financieros utilizados por empresas, gobiernos o instituciones para financiar proyectos con beneficios ambientales o de sostenibilidad. Estos proyectos pueden incluir energías renovables, eficiencia energética, conservación del agua, transporte sostenible, entre otros. Los bonos verdes están respaldados por estándares internacionales como el Green Bond Principles (GBP), que aseguran que los fondos recaudados se destinen efectivamente a actividades sostenibles.
Por su parte, los certificados de emisión de carbono (o créditos de carbono) permiten a las empresas o individuos compensar sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) mediante la financiación de proyectos que reduzcan, eviten o capturen esas emisiones en otro lugar. La principal diferencia radica en que los bonos verdes financian proyectos sostenibles, mientras que los créditos de carbono compensan las emisiones que ya se han generado.
Prácticas clave
Algunas de las prácticas más efectivas que pueden implementarse en la vitivinicultura para capturar carbono incluyen:
– Labranza de conservación: técnicas que reducen la perturbación del suelo y mejoran su capacidad para secuestrar carbono.
– Cultivos de cobertura: siembra de plantas que protegen el suelo, mejoran su estructura y ayudan en la retención de carbono.
– Aplicación de fertilizantes orgánicos: enriquecen el suelo y fomentan el crecimiento de microorganismos que ayudan en el secuestro de carbono.
– Sistemas de riego eficientes: entregan agua directamente a las raíces de las plantas, reduciendo las pérdidas por evaporación y escorrentía, y disminuyendo así la necesidad de bombeo de agua.
– Uso eficiente de equipos agrícolas: mantenerlos y utilizarlos adecuadamente maximizan su eficiencia energética.
– Prácticas de cultivo sostenibles: la rotación de cultivos, el manejo integrado de plagas y el uso de abonos orgánicos, puede mejorar la salud del suelo y reducir la necesidad de insumos energéticos intensivos como los fertilizantes sintéticos.
– Optimización del uso de fertilizantes y agroquímicos: la fertirrigación y la pulverización localizada, entre otras prácticas, reduce el desperdicio de insumos y minimiza el consumo de energía asociado con su producción y aplicación.
– Gestión eficiente de residuos: prácticas como el compostaje de desechos orgánicos y la valorización de residuos agrícolas, para la producción de energía o materiales reutilizables, puede reducir la necesidad de transporte y tratamiento de residuos, disminuyendo así el consumo energético.
– Uso de tecnologías de Agricultura de Precisión: el uso de sistemas de posicionamiento global (GPS) y sensores remotos, puede ayudar a optimizar el uso de insumos agrícolas y reducir el consumo de energía al permitir una gestión más precisa y eficiente de los recursos.
– Energía solar para bombeo de agua: su uso, en lugar de utilizar motores de combustión interna o eléctricos conectados a la red, reduce los costos operativos y disminuye la dependencia de combustibles fósiles.
El potencial de secuestro de carbono en el suelo está influido por varios factores, como las condiciones climáticas locales, el tipo de suelo, las prácticas de manejo agrícola y la biodiversidad del ecosistema.
El secuestro de carbono en el suelo se presenta como una herramienta clave en la lucha contra el cambio climático y su potencial sigue siendo objeto de una intensa investigación y desarrollo. A su vez, el uso de tecnologías modernas como los análisis de satélite y la inteligencia artificial ha permitido una medición más precisa del mismo. Estos avances no solo mejoran la comprensión sobre cómo y cuánto carbono se puede capturar, sino que también proporcionan las bases para el diseño de políticas y estrategias más efectivas para promover prácticas sostenibles en la agricultura y otros sectores.
Para el futuro, el desafío radica en optimizar las técnicas de medición y verificación, desarrollar prácticas más eficientes y garantizar que los mercados de carbono sigan siendo una vía viable y accesible para los productores. En este contexto, la vitivinicultura, al igual que otros sectores agrícolas, tiene una oportunidad única para integrarse a los mercados de carbono, aprovechando tanto los beneficios económicos como la contribución a la sostenibilidad global.
Fuente: Observatorio Vitivinícola Argentino