La REM de Aapresid recomienda estrategias y tratamientos para enfrentar la baja calidad debido a las condiciones de la campaña 2023/24.
A medida que se acerca la campaña de soja, junto con la planificación de la siembra surge una pregunta clave: ¿cómo es la calidad de la semilla que vamos a sembrar? Este año en particular, muchos especialistas vienen alertando sobre la caída en la calidad de la semilla, lo que pone en jaque los planteos iniciales y complica la logística y las decisiones de los productores.
La calidad fisiológica de un lote de semillas se refiere a la aptitud del conjunto de semillas individuales de alcanzar una adecuada implantación. En soja este es uno de los factores más críticos para garantizar altos rendimientos. Sin embargo, las condiciones ambientales y los patógenos pueden deteriorarla, afectando su poder germinativo (PG) y su vigor. La campaña 23/24 presentó condiciones que dejaron secuelas notables sobre las semillas, generando preocupaciones de cara a la próxima campaña.
En el contexto de la 24/25, la soja adquirió un protagonismo renovado, en parte debido a la disminución de la intención de siembra de maíz por la problemática del achaparramiento.
Esta situación incrementa la importancia de contar con semillas de soja de alta calidad, ya que la superficie sembrada será mayor y cualquier problema de implantación podría tener un impacto significativo en los rendimientos de la campaña, lo que requiere un enfoque técnico aún más riguroso para asegurar que el cultivo no se vea comprometido por un menor PG y vigor de las semillas.
Definiciones importantes
La calidad de una semilla está definida atributos que se los pueden diferenciar como primarios y secundarios. Dentro de los primarios, se encuentra la viabilidad, el PG, el vigor y la sanidad.
La viabilidad la condición primaria de “estar vivas”, semillas viables con el potencial de producir una plántula normal. Para la soja este valor debería ser igual o superior al 90 %, siendo un atributo de primerísima importancia.
En cuanto al PG, es la capacidad de la semilla para germinar y producir una plántula normal bajo condiciones ambientales óptimas. Este atributo es el más utilizado ya que para la comercialización se exige un valor mínimo de 80 %.
El vigor es la suma de las propiedades que determinan el nivel de actividad y comportamiento de lotes de semillas de germinación aceptable en un amplio rango de ambientes. No presenta un valor mínimo de comercialización, pero se puede establecer que con valores mayores al 80 % son consideradas de alto vigor, entre 60 % y 80 % medio y menor a 60 % bajo.
El PG mide la capacidad de la semilla para germinar en condiciones ideales, pero no siempre es suficiente para evaluar el verdadero potencial de una semilla en el campo. Por ello, es esencial complementarlo con pruebas de vigor, que miden la capacidad para germinar y establecerse bajo condiciones subóptimas, como baja temperatura y alta humedad. El test de vigor será particularmente importante en un año seco y variable como este.
Además de estos primeros análisis, se recomienda hacer evaluaciones secundarias –como test de frío, de tetrazolio, carga fúngica, pureza y peso de 1000 gramos, entre otros– para determinar, en función de las condiciones ambientales que explorará la semilla, el diseño agronómico óptimo a implementar.
Pruebas como el tetrazolio proporcionan información sobre el tipo de daño que presentan las semillas. Esta prueba permite conocer en 48 horas los porcentajes de daños mecánicos, ambientales, por chinche y por fractura que según la ubicación y profundidad, determinan la viabilidad y el vigor del lote, ayudando a tomar decisiones sobre el momento óptimo de siembra y los tratamientos necesarios, sabiendo que si se manifiestan alto porcentajes de estos daños, la respuesta a los tratamientos con fungicidas será inconsistente.
Consecuencias de la 23/24
La campaña pasada estuvo marcada, en muchas regiones, por un exceso de lluvias desde marzo hasta mayo, lo que generó en muchos casos suelos saturados de humedad y condiciones ideales para la proliferación de hongos patógenos como Phomopsis sp., Fusarium sp. y Cercospora kikuchii.
Phomopsis sp. y Fusarium sp. afectan el poder germinativo, lo que resulta en una menor capacidad de establecimiento de la planta en el campo. Estos hongos colonizan la semilla en condiciones de humedad prolongada, debilitando su viabilidad y predisponiendo a fallos en su emergencia. Por su parte, Cercospora kikuchii no afecta directamente la germinación, pero es portador de enfermedades que pueden propagarse en el cultivo, comprometiendo el desarrollo de la planta.
Para mitigar el impacto de estos patógenos, es fundamental realizar un análisis sanitario de las semillas -en laboratorios acreditados- que permite identificar la presencia de patógenos en las semillas y ayudan a elegir el tratamiento de curado adecuado. El Blotter test, por ejemplo, es una herramienta muy eficaz para medir la carga fúngica y decidir el tratamiento de curado más apropiado.
Los patógenos no fueron los únicos responsables de la baja en la calidad de semilla para esta campaña. Las condiciones de estrés térmico contribuyeron a esta reducción, generando daños que pueden no ser visibles a simple vista, pero se manifiestan claramente en pruebas de laboratorio y en los resultados de germinación en campo.
Tratamiento de la semilla
Ante un contexto desafiante, el diagnóstico preciso y el consecuente tratamiento de la semilla con fungicidas se vuelve una herramienta esencial para asegurar una correcta implantación del cultivo. Pero no todos los tratamientos controlan de igual manera, ni con la misma velocidad y a los mismos patógenos.
Muchos activos fungicidas demostraron una gran eficacia en el control de patógenos como Phomopsis sp. y Fusarium sp., mejorando el PG y protegiendo las semillas de su degradación. Sin embargo, no todos los fungicidas son igual de efectivos contra todos los patógenos, por lo que es crucial seleccionar la combinación adecuada.
Un enfoque recomendado es el uso de mezclas de fungicidas que incluyan más de un modo de acción, y con un espectro amplio de control, controlando la carga fúngica y protegiendo contra patógenos del suelo, esta combinación ofrece una cobertura integral contra una amplia gama de patógenos, asegurando una protección más robusta en la semilla y el suelo.
Además de los fungicidas convencionales, las alternativas biológicas, como el uso de Trichoderma y Bacillus, están ganando terreno. Estos productos biológicos pueden colonizar la semilla y el suelo, protegiendo de patógenos mediante la competencia y producción de sustancias antifúngicas. Si bien los tratamientos biológicos pueden ser menos agresivos y quizás no los ideales para una campaña compleja como la que se aproxima, son una excelente opción en semillas de alta calidad o cuando se busca reducir el uso de químicos.
Recomendaciones para mejorar la calidad
1. Planificación anticipada de los lotes.
2. Manejo postcosecha.
3. Almacenamiento adecuado.
4. Análisis en laboratorio antes de la siembra.
5. Siembras con semillas de buena calidad y tratamiento profesional.
6. Combinar los tratamientos químicos y biológicos como estrategia eficiente para asegurar la protección de las semillas.