A fin de año entra en vigencia la regulación de la Unión Europea que prohíbe el ingreso de carne importada desde áreas deforestadas.
“La carne de exportación necesitará un certificado que diga ‘libre de deforestación’ y para ello tiene que haber un proceso atrás, con buena trazabilidad, que lo avale. Esto difícilmente lo podrán hacer los productores solos. Se requiere una acción coordinada público/privada y un sistema de ciencia y tecnología que apoye con indicadores que esos productores puedan usar y los compradores puedan verificar” confirmó el agrónomo Walter Baethgen, investigador de la Escuela de Clima en la Universidad de Columbia y vicepresidente del INIA de Uruguay, y consideró que “hay quienes piensan que esta normativa es ‘bien europea’ y no se aplicará o que, en todo caso, la carne se podrá vender a los países asiáticos, pero es una cuestión de tiempo: la evolución del comportamiento del consumidor va en ese sentido, hoy es Europa y mañana serán otros”.
Estas consideraciones del especialista uruguayo fueron publicadas en el portal web Valor Carne en un artículo firmado por su editora, Liliana Rosenstein.
¿Se aplicará la norma europea sobre deforestación?
El Ing. Agr. Walter Baethgen es investigador de la Escuela de Clima en la Universidad de Columbia y vicepresidente del INIA de Uruguay. Desde hace años brinda soporte científico, tanto a nivel de productor como de política pública, en temas asociados al cambio climático. Con esta trayectoria, habló con Valor Carne sobre la regulación de la UE que prohíbe la importación de carne que provenga de áreas deforestadas a partir de 2020 y explicó qué hacen algunos países del Mercosur para afrontar esta amenaza. ¿Entrará en vigencia el 31/12/2024, sí o no?
“Soy nacido en Uruguay, donde la ganadería es parte de la cultura. En mi país y también en las pampas de la Argentina y en el sur de Brasil, tenemos uno de los pocos sistemas de producción del mundo en el cual el logro de la rentabilidad, la posibilidad de generar ingresos sostenibles, depende en gran medida de la capacidad del productor de aprovechar y mantener los pastizales naturales. Es el secreto de nuestra carne, pero la mayoría de los consumidores no lo sabe”, sostuvo Baethgen.
En tal sentido, hoy, el 90% de la gente vive en ciudades, está alejada de la actividad rural y no distingue si los cortes que se exhiben en las góndolas fueron producidos talando un bosque, un monte o degradando una pastura. “Es más, asocian más carne con más deforestación. Por eso no me sorprende que se haya aprobado esta norma, es una cosa que tarde o temprano se iba a venir”, planteó, refiriéndose a la regulación 2023/1115 enmarcada en el Pacto Verde Europeo que apunta a la neutralidad de carbono del bloque a 2050.
Otro aspecto a tener en cuenta es que la agenda ambiental del mundo la define la Unión Europea. “A mí, a decir verdad, esto no me agrada, pero es la realidad. Y una de las razones de esta preminencia es que las demás naciones o bloques no han sido capaces de organizarse como para tener más peso en las decisiones. Los territorios de las Américas, desde el norte de Canadá hasta la Patagonia, no tenemos un accionar común”, lamentó.
Volviendo a la diferenciación de la producción de carne, el investigador piensa que hay una falla en la comunicación del sector. A modo de comparación, hoy, si bien el común de la gente no tiene en cuenta que el 77% de los gases de efecto invernadero proviene de los combustibles fósiles ya se empieza a entender que no todos los vehículos tienen el mismo impacto. “No es lo mismo un auto que permite hacer 3 kilómetros por litro, que un híbrido que rinde 35 kilómetros y menos aún uno eléctrico que no emite”, aseveró. En Madrid, por ejemplo, sólo se puede circular con híbridos o eléctricos y esto sí es de conocimiento público. Hay reglas y sanciones al respecto.
Con la ganadería, sin embargo, se habla de carne como si fuera toda homogénea. “Y tú tienes sistemas de producción industriales, como son los feedlots de Estados Unidos, con varios miles de cabezas de ganado encerradas, y otros de base pastoril, donde el negocio cierra manteniendo y mejorando los recursos naturales. Y también hay algunos que directamente no son sostenibles. Ya los brasileños se dieron cuenta de que producir en base a la deforestación de la Amazonia no tiene futuro”, advirtió.
Por eso, para Baethgen, es razonable que los sistemas de producción que destruyen ecosistemas importantes para el equilibrio ambiental del mundo sean penalizados. “Pero también es cierto que ese tipo de restricciones ayudan al productor europeo, cuyo territorio se deforestó hace ya 300 o 400 años. No seamos ingenuos, cuantas más trabas le pongan a la carne vacuna importada, más le sirve al producto local”, subrayó.
En este marco, el investigador le ha dedicado mucho tiempo y esfuerzo a diferenciar los sistemas de producción sostenibles de otros que no lo son. “Desarrollamos indicadores científicamente robustos que permitan evaluar cómo fue producida la carne. La idea es que, si una empresa regional le vende a Europa, un importador alemán, por ejemplo, pueda visitarla y comprobar que el método de medición es igual al suyo y da el mismo resultado. Y, por supuesto, buscamos un sello ambiental que genere confianza en el consumidor”, explicó.
Hay un cambio en los hábitos de consumo que no solamente se ve en el sector agroalimentario, sino en toda la industria, en la población de clases media y media alta, en especial entre la gente más joven, más educada, que hoy presta atención a nuevas cuestiones.
“En mi caso, tengo cuatro hijas mujeres y hay cierta marca de ropa que no compran, porque saben que esa empresa emplea mano de obra infantil. De la misma manera, en el supermercado la gente se pregunta: esta carne ¿cómo fue producida, talaron árboles? o ¿trataron bien a las vacas?”, describió. Y agregó: “En un tiempo, relativamente corto, cuando los jóvenes de hoy pasen a ser los principales consumidores, será clave el impacto ambiental en la decisión de compra”.
Poco a poco, se irán ampliando los nichos de mercado para la carne que fue producida responsablemente. “Y detrás habrá quienes estarán dispuestos a pagar un poco más si tiene un sello de libre de deforestación. Lo peligroso es que este mandato del consumidor se transforme en una barrera no arancelaria al comercio”, alertó Baethgen.
¿Cómo demostrar que la carne es libre de deforestación? “Tiene que haber un sector de ciencia y tecnología que ayude al productor a mostrar que efectivamente en su campo no ha habido destrucción de bosques ni montes”, respondió. En tal sentido hay herramientas modernas como información satelital, inventarios de boques, que permiten conocer fehacientemente qué ocurrió en esos lotes y, sobre esa base, se podrá implementar una certificación, generalmente de una empresa privada, auditada por las autoridades.
En tanto, el frigorífico necesitará saber si el animal que llega a faena pasó toda su vida en áreas que no fueron desforestadas. “Y eso requiere contar con sistemas de trazabilidad sólidos, consistentes”, resaltó.
En Brasil el monitoreo es muy complicado, no sólo por el histórico avance del agro en la Amazonia, sino por el tamaño del territorio. Puede ocurrir que un animal nacido en una zona deforestada ilegalmente, pase a otra que conservó los recursos y recién de ahí vaya al frigorífico.
“Acabo de venir de Brasil hace un mes y me impresionó el esfuerzo que están haciendo para mejorar, se lo tomaron en serio”, sostuvo Baethgen, aludiendo a que hay una acción coordinada entre gobiernos estales y federal, productores, industria y sector de ciencia y tecnología, para fortalecer la trazabilidad. “Apuntan a reducir o eliminar la destrucción de la masa boscosa y diferenciar la producción en zonas donde no hay deforestación ilegal”, reveló.
En Uruguay la situación es diferente ya que no sólo no se está deforestando, sino que se está incrementando el monte nativo. “En los últimos años creció muchísimo el área plantada para celulosa y aserraderos, y eso trajo aparejado una expansión del monte nativo. La ley establece que cada empresa forestal promueva ese recurso natural en su predio mediante siembra de especias autóctonas y prácticas de manejo”, aseveró.
Además, para el ganadero y el agricultor hay una penalización muy grande por destruir el monte nativo. “O sea, le sale muy caro. De cualquier modo, estamos hablando de áreas muy chiquitas que están en las orillas de ríos y arroyos, no es una masa forestal grande como en otros países de la región”, aseguró. Y adelantó: “Por eso, pensamos que no habrá dificultades con la puesta en marcha de la norma europea”
¿Y en la Argentina? “Bueno, la carne de exportación necesitará un certificado que diga “libre de deforestación” y para ello tiene que haber un proceso atrás, con buena trazabilidad, que lo avale. Esto difícilmente lo podrán hacer los productores solos. Se requiere una acción coordinada público-privada y un sistema de ciencia y tecnología que apoye con indicadores que esos productores puedan usar y los compradores puedan verificar”, reiteró.
Baethgen sostiene que hay quienes piensan que esta normativa es “bien europea” y no se aplicará o que, en todo caso, la carne se podrá vender a los países asiáticos. “Pero es una cuestión de tiempo. La evolución del comportamiento del consumidor va en ese sentido. Hoy es Europa y mañana serán otros. No se puede ignorar”, destacó.
¿Están dadas las condiciones para que la UE la aplique? “Sí. Porque no solo favorece al ganadero del Viejo Continente, sino que es un tema políticamente muy popular. Ponerla en vigencia, es como decir que están siendo responsables al penalizar la carne de sistemas que destruyen el medioambiente. Eso a la gente le suena bien. Hay que ver cómo evoluciona la operatoria con los exportadores, pero no van a parar. No hay duda que va a regir”, finalizó.