El productor Juan Carlos Cotella relata los beneficios de ser parte del proyecto Buenas Prácticas Agrícolas y Secuestro de Carbono.
Desde hace más de 30 años, el ingeniero agrónomo Juan Carlos Cotella viene superando adversidades para cosechar sustentabilidad en el norte argentino. Productor rural y ganadero en el Gran Chaco, enfrenta los desafíos de la producción en una región de escasez de agua, fuertes vientos y temperaturas que superan los 45 °C sumando conocimientos sobre prácticas agrícolas sostenibles, conservación ambiental y recuperación de áreas degradadas que facilitan la toma de decisiones en campo.
Con un ojo puesto en la cosecha y el otro en el futuro, Cotella es uno de los integrantes del proyecto Buenas Prácticas Agrícolas y Secuestro de Carbono, coordinado por la Fundación ProYungas en alianza con la Fundación Moisés Bertoni y Aapresid, y apoyado por el Land Innovation Fund, que tiene como objetivo estimular la gestión agrícola responsable, el balance de carbono y la mitigación del cambio climático en la región del Gran Chaco argentino y paraguayo.
La iniciativa llevada a cabo por ProYungas (el programa Paisaje Productivo Protegido – PPP) realiza una mirada paisajística de la propiedad rural, con análisis de indicadores de carbono de áreas productivas y conservadas, monitoreo de biodiversidad e inventario forestal. “Me gusta contribuir a la generación de conocimiento, una propuesta que recorre mi trabajo. El proyecto de ProYungas brinda información sobre toda la propiedad y contribuye al mejoramiento de la cosecha, la preservación del medio ambiente y la calidad de vida de la comunidad”, explica Juan. En total, doce productores rurales distribuidos en cinco fincas piloto –tres en Argentina y dos en Paraguay– participan en la iniciativa, en un área de al menos 150.000 hectáreas.
Además del proyecto de ProYungas, Cotella también participa en las otras tres iniciativas apoyadas por el Land Innovation Fund en Argentina: Aacrea, institución de la que es presidente de la mesa, forma parte del proyecto InBioAgro para monitorear indicadores de biodiversidad en sistemas agroforestales; es miembro del comité técnico de ViSeC, plataforma que monitoreará y dará seguimiento a toda la soja producida en el país, siguiendo los criterios de sostenibilidad del mercado internacional; además trabaja como director del programa de certificación de Aapresid, socio de ProYungas en el proyecto de buenas prácticas agrícolas y balance de carbono.
“Me gusta rodearme de personas que entienden el tema y que comparten conmigo información relevante, concreta y transparente, capaz de generar decisiones y acciones que beneficien a todos, con efectos en la comunidad”, dice Cotella.
Cuidar el suelo
Productor de soja con certificación RTRS, Cotella administra 40.000 hectáreas de tierra, tanto propia como alquilada, en el norte de Argentina (Santiago del Estero y Chaco). Practicante y defensor de la siembra directa, la rotación de cultivos y las prácticas de conservación, el productor sabe que es necesario cuidar el suelo para mantener la productividad y recuperar áreas degradadas por décadas de cultivo ininterrumpido, con acciones diferenciadas que deben implementarse de acuerdo con las necesidades de cada parte del terreno.
“Mi campo, por ejemplo, se divide en baja, media y alta productividad. Hay zonas que pueden dar un salto en la productividad si llevamos a cabo acciones de recuperación de suelos degradados. Y no quiero que el ambiente de alta productividad se convierta en áreas de baja productividad, tenemos que cuidar toda la propiedad, de formas diferentes y complementarias”, explica.
Con la participación en el proyecto coordinado por ProYungas, Cotella recibirá información consolidada sobre la cantidad de carbono presente en el suelo de las áreas productivas y la biomasa en el área conservada, y la clasificación por categoría –si el balance de la actividad es positivo, neutro o negativo–. Posteriormente, un desarrollador evaluará la capacidad de la propiedad para producir proyectos de carbono certificados internacionalmente. Además, las cámaras trampa instaladas a lo largo de las áreas forestales (bosques continuos y parcelas de bosque) y las franjas forestales (cinturones forestales entre cultivos) monitorearán los mamíferos grandes y medianos presentes en la propiedad. Los resultados del monitoreo de la biodiversidad serán contrastados con los datos de carbono obtenidos en las áreas productivas y conservadas, con el fin de conocer la relación entre ambos parámetros.
La información consolidada será presentada a cada productor participante en el proyecto, con sugerencias de soluciones y mejoras a aplicar en la propiedad. Los datos también formarán parte de una plataforma en línea que se pondrá en marcha al final del proyecto y contribuirá a la toma de decisiones sobre el terreno.
Más allá de los portones
Si la producción es buena, toda la comunidad camina y prospera. Pero el resultado no llega sin esfuerzo. “La sostenibilidad no es gratis. Si lo fuera, no sería sostenible. Es necesario trabajar mucho, controlar y regular el uso de agua y fertilizantes, utilizar cultivos de cobertura y rotación de cultivos, por ejemplo”, dice Cotella.
Otro tema que requiere atención e inversión constante en la región es el tema del agua. El productor ha desarrollado un sistema de curvas de nivel capaz de recoger el agua de lluvia y servir a toda su producción agrícola a lo largo del año. El agua del pozo se utiliza únicamente para el servicio sanitario o es tratada y potabilizada para consumo humano.
“Todos mis campos se riegan con agua de lluvia a lo largo de todo el año. Durante la pandemia, cuando se limitó la circulación de personas, Santiago del Estero se quedó sin agua y yo era el único de la comunidad que tenía agua potable”, dice.
La inversión en buenas prácticas agrícolas se ve recompensada con retornos financieros, sociales y ambientales para la propiedad y la comunidad, con impactos a largo plazo en la producción agrícola. Para Cotella, el cuidado de la propiedad también implica una inversión permanente en el desarrollo sostenible de la comunidad. La rehabilitación de carreteras secundarias y la capacitación de los empleados en el uso de nuevas tecnologías y la recopilación de datos en campo repercuten más allá de los portones.
“Queremos que nuestros empleados se sientan orgullosos de su trabajo en el campo y que la población reconozca la importancia de la agricultura”, concluye.
Por: Cíntia Borges
Fuente: Land Innovation Fund