Existen condiciones óptimas para lograr aplicaciones eficientes, pero ese “óptimo” es más la excepción que la regla.
Una aplicación efectiva debe lograr la coincidencia de varias cuestiones: momento de máxima susceptibilidad de la plaga, momento óptimo de desarrollo del cultivo (ej. un canopeo poco denso), condiciones meteorológicas óptimas, entre otras.
Lo cierto es que algunas de estas cuestiones son difíciles de manejar. Una de las más imprevisibles es, sin dudas, el clima. No solo la ventana de condiciones meteorológicas óptimas es de por sí limitada, sino que, incluso encontrándola, es muy difícil adaptar la logística para efectuar la aplicación en tiempo y forma (los equipos de aplicación no siempre están disponibles) o lograr que esas condiciones se mantengan en el tiempo, pudiendo cambiar en el lapso de pocas horas.
Otro factor que puede afectar la llegada del producto al blanco es el mismo cultivo, que puede representar barreras u obstáculos, como podrían ser las mismas hojas del cultivo en un canopeo denso o bien chala o cobertura de rastrojo (ej. maíz) en el control de malezas.
Así, aplicar en “condiciones óptimas” es más una excepción, que la regla. En estos escenarios tan comunes, “nuestra prioridad siempre debe ser cuidar que la gota que decidimos lograr llegue a destino. Para esto, hay algo que sí podemos manejar: la calibración del equipo”, explica el especialista Pedro Platz.
El cuidado de cada gota del caldo es crucial para evitar la pérdida o “deriva” de producto, que es un factor de ineficiencia en el circuito de aplicación ya que significa un volumen de producto que, por distintos motivos, no llegará al blanco.
A continuación, repasamos aspectos prácticos de regulación de la pulverizadora a tener en cuenta para para las aplicaciones en algunas situaciones adversas bastante habituales.
Climas adversos
Un clima óptimo para una aplicación implica, en general, una velocidad del viento que oscile entre los 5 a 12 km h-1, una temperatura que no supere los 25 a 30 ºC y una humedad que no caiga por debajo del 30 %. Dentro de los límites, la clave para minimizar el riesgo deriva es lograr generar la menor proporción de gotas menores al rango óptimo (200 a 300 µm).
Pero sabemos que son muy pocos los días del año y momentos del día que reúnan las condiciones antedichas. “Y si bien nuestros estudios muestran que la exoderiva cuando se aplica con vientos por encima de los 18 km h-1 puede llegar a más de 60 m de distancia, hay zonas donde esa velocidad es moneda corriente”.
En estas situaciones si la aplicación es con productos de contacto no recomendamos realizar la aplicación, se debe esperar que mejoren las condiciones sí o sí. En cambio, si estamos aplicando pre emergentes o productos sistémicos podemos reducir las exoderivas de forma significativa.
Para eso deberíamos calibrar el equipo de la siguiente manera: bajar la altura del botalón, al límite en que la superposición (30 %) del ángulo de asperjado de los abanicos se logre, teniendo en cuenta que cuanto mayor ángulo tengan más bajo podremos trabajar.
Segundo, debemos bajar la velocidad de trabajo (en este caso hay que planificar la carga porque cambia el caudal en L ha-1). Tercero utilizar boquillas de aire inducido y cuarto trabajar con la menor presión posible siempre y cuando mantengamos el tamaño de gota que deseamos lograr.
Por último, el agregado de un adyuvante con propiedades de tipo “tensioactivo” al caldo de aplicación que permita romper la tensión superficial entre la gota y la zona de deposición (queremos que las gotas se peguen = efecto “pegante”) es fundamental para lograr que las gotas queden retenidas en el objetivo y no se escurran o pierdan por efectos de rebote, rodadura y/o escurrimientos. En esta situación el control de gotas mayores a 500 micrones es fundamental para evitar este tipo de pérdidas que llamamos endoderivas.
En cultivos densos
En el caso de productos de contacto aplicados en situaciones de difícil llegada al blanco, como puede ser un cultivo denso, las gotas finas a muy finas (de 50 a 180 µm) nos interesan mucho porque logran evadir los distintos obstáculos, desplazándose entre las hojas y ramas de un cultivo como si fueran autopistas generadas por micro flujos de aire entre ellas. Este efecto logra mejorar la penetración de las gotas en un canopeo y por ende la cobertura.
En este sentido, las boquillas de cono hueco pueden ser grandes aliadas ya que generan una gran proporción de su volumen asperjado en gotas de similares diámetros, y son una de las más elegidas por los aplicadores para lograr buenos resultados hablando de cobertura.
Usando caudales en torno a los 0,6 a 0,8 L min-1 y presiones mayores a 4 bares es posible lograr gotas menores a los 180 µm con este tipo de boquillas.
Sin embargo, “debemos tener presente que este gran volumen de gotas tan pequeñas quedan muy expuestas a fenómenos de deriva”, advierte Platz. Por eso es clave estar atentos a las condiciones ambientales durante la aplicación. “Cuando las mismas están cercanas a los límites que comentamos, conviene agregar un “aceite metilado de soja” para proteger estas gotas de posibles pérdidas por evaporación.
Por otra parte, debemos entender que alrededor del equipo de aplicación se generan turbulencias o movimiento del aire en distintas direcciones que someterán a estas gotas finas a quedar suspendidas en el aire por un tiempo, ya que la velocidad de deposición depende exponencialmente de su tamaño.
Por esto, es importante estar atentos a la velocidad de avance de la pulverizadora, así como a la altura del botalón. “Si hablamos de distancias y tiempo en la velocidad de caída de una gota, tenemos que entender que la altura del botalón juega un rol fundamental en la regulación para minimizar efectos turbulentos y reducir el riesgo de deriva cuando se trabaja con gotas finas”.
Inversión térmica
Las situaciones más críticas para trabajar con gotas finas a muy finas son durante la mañana temprano o a la tardecita. En estos casos es muy importante observar los pronósticos si son días nublados o despejados y si la velocidad del viento tiene tendencia a la calma, ya que en estas condiciones es muy probable que se generen capas con distintas densidades del aire y con distintas temperaturas a distintas alturas desde el suelo, fenómeno comúnmente conocido como inversión térmica.
En esta situación las gotas finas y muy finas no van a lograr atravesar las capas más densas cercanas a la superficie. Cuando el viento es inferior a 5 km h-1 no es suficiente para “romper” la estratificación de las capas, pero suficiente para trasladar las gotas a zonas muy distantes de la aplicación.
Nunca es recomendable pulverizar durante una inversión térmica, aún contando con boquillas y coadyuvantes antiderivas, ya que las gotas quedan suspendidas en el aire estratificado sin llegar al blanco, pudiendo trasladarse en una dirección y distancia impredecible.
Para detectar con certeza la inversión térmica se necesita medir la variación de temperatura a diferentes alturas (ej.: 10 cm y 300 cm del suelo), la magnitud de esa diferencia nos indica la intensidad de la inversión. De forma más práctica hay algunas referencias que podemos chequear para tener indicios de la ocurrencia o no de este fenómeno:
- Amplitud térmica entre el día y la noche anterior.
- Viento menor a 3 km/ha cuando está bajando el sol.
- Poca nubosidad cuando está bajando el sol.
- Baja humedad relativa.
- Rocío o escarcha que indica aire más frío cerca del suelo.
- Humo o polvo flotando en el aire o moviéndose de forma lateral.
- Olores o sonidos que viajan distantes que se vuelven más claros.
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