Desde el Rosgan analizan que los datos de la vacunación antiaftosa podrían presagiar una disminución del rodeo bovino.
Los datos de la segunda vacunación contra la fiebre aftosa recientemente publicados por el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) permiten confirmar -a modo provisional- un desenlace anunciado.
Según los datos publicados, la segunda campaña de vacunación antiaftosa de 2020 ha registrado un total de 12.448.439 terneros y terneras, unos 600.000 animales menos que los registrados en igual campana de 2019. Si bien estos no pueden tomarse como datos de stock cerrados, por tratarse de una vacunación que ocurre muy próxima a las pariciones -en especial este año dado el retraso generado por la seca-, la tendencia anticipa lo que posteriormente podrá conocerse en el conteo de destetes en marzo de 2021. No obstante, así como el número podría estar subestimando aquellos terneros nacidos con posterioridad a la vacunación o muy próximos ella, también debemos considerar que, durante esta temporada primavera/verano, el impacto de la seca en vastas regiones ganaderas podría haber incrementado los índices de mortandad de terneros en lactancia, y posiblemente en una mayor proporción que el desvío anterior. Por lo tanto, este número podría considerarse una hipótesis de mínima respecto de lo que finalmente se conocerá como corte de stock al 31 de diciembre de 2020 o incluso, tras el cierre de la primera campaña de vacunación de 2021.
En el caso de novillos y novillitos, ambas categorías de machos, en conjunto, registran un retroceso de aproximadamente 190.000 cabezas de una vacunación a la otra. Sin embargo, mientras que para los novillitos (5.314.702 cabezas) la baja del último año representa una caída de unos 88.000 animales -siendo la primera de los últimos 5 años-, en el caso de los novillos la caída del último ciclo alcanzaría a unos 104.000 animales, pero es la 16ª caída anual consecutiva que acumula un faltante de más de 3,7 millones de cabezas, al pasar de 6.359.587 cabezas en 2004 a los 2.638.124 actuales, esto siempre basándonos en los datos de vacunación de la segunda campaña de cada año.
Algo similar sucede con las vaquillonas, aunque la caída sostenida en esta categoría se reduce a los últimos 4 años, al pasar de 8.342.452 registradas en la segunda vacunación de 2016 a 7.952.826 actuales, lo que representa una pérdida de casi 390.000 vaquillonas de las cuales más del 50 % se produjo durante el último ciclo. El impacto que genera una caída en esta categoría, a diferencia de los machos, tiene un doble efecto dado que, además de restringir la oferta con destino a faena, reduce a su vez la oferta de vientres para reposición, algo que ineludiblemente impactará en la posibilidad de recomposición de las categorías anteriores.
En concreto, lo que hasta el año pasado veníamos analizando como un desbalance por presión de demanda, hoy vemos que el platillo de la oferta también comienza a tener una fuerza propia que presiona hacia abajo, generando mayor tensión en la relación.
Una oferta estructuralmente más baja por efecto de una elevada extracción de hembras en los últimos años, efectos de una de las secas más severas de las últimas décadas y un perfil de producción que -a pesar de ligeras mejoras- aun no logra aumentar de manera sostenida los kilos arribados a faena, representan un combo que nos conduce a este desenlace. De acuerdo con los datos de vacunación a marzo de 2020 recientemente publicados, sabemos que el stock total perdió casi un 2 % de un año a otro. Esto equivale a más de 1 millón de cabezas, al pasar de un total de 53.945.808 vacunos registrados a marzo de 2019 a 52.910.804, a marzo de 2020.
En pocas semanas más posiblemente dispongamos de los números oficiales de stock a fin de diciembre del año pasado. Todo pareciera indicar que las categorías mayores, en especial las vacas, también podrían sufrir un fuerte revés en este conteo. A diciembre de 2019, los datos de stock para esta categoría revelaban un faltante de 560.000 vacas en producción, algo que -acrecentado a su vez por la seca- claramente se está viendo reflejado en la actual zafra. Resulta difícil estimar un número certero para esta categoría, no sólo por la incidencia que pudo haber tenido el factor climático en cuanto a la mortandad de vacas, sino también por el porcentaje de retención y reposición de vaquillonas que se pudo haber dado durante el año pasado, en pleno quiebre de fase del ciclo ganadero.
Sin embargo, sabemos fehacientemente que durante el 2020 se enviaron a faena unas 280.000 vacas menos que durante el 2019, algo que -a priori- podría indicar un indicio de moderación en la tasa de extracción de la categoría. No obstante, los datos de faena del primer trimestre de 2021 vuelven a revelar un incremento en la matanza del 4,5 % en relación con lo registrado un año atrás. Debemos estar atentos a la evolución de este indicador, procurando que la presión de demanda esperada pueda ser abastecida de manera genuina con una mayor producción lograda a partir de categorías menores, evitando una extracción excesiva de hembras productivas, cuyo efecto indefectiblemente se ve reflejado en los próximos ciclos.
Fuente: Rosgan