Fertilizar AC presentó las deficiencias del potasio (K) que se observan especialmente en el centro y este de Entre Ríos y en el sur de Corrientes. La aplicación de potasio presenta respuestas altas en los ambientes críticos.
El potasio (K) es un nutriente esencial para los cultivos asociado tanto con la producción como con la calidad de los cultivos. Se considera un macronutriente como el nitrógeno y el fósforo por las cantidades requeridas por las plantas y la frecuencia en que se suele presentar como deficiente a nivel global. El K cumple un papel fundamental en las relaciones hídricas, la fotosíntesis, la respiración y la activación de enzimas. Tiene una importancia significativa durante el crecimiento del cultivo, por lo que su deficiencia afecta los rendimientos finales. En Argentina, hasta hace unos años los suelos agrícolas eran suficientes en potasio, pero en los últimos años aparecieron deficiencias “alarmantes” en algunas regiones, como muestran los relevamientos de INTA-Fertilizar de 2018.
En una reunión de prensa organizada por Fertilizar Asociación Civil, los especialistas Fernando García de la Facultad de Ciencias Agrarias de UNMdP y Juan Orcellet del INTA Concepción del Uruguay ER, presentaron los resultados de redes de ensayos realizados entre los años 2019 al 2022, en el marco del “Proyecto Potasio”, coordinado por la entidad, con el apoyo de Uralkali, Nitron y Canpotex, y con la participación del INTA, Facultad de Ciencias Agropecuarias de la UNER, el Conicet y la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Mar del Plata.
“Argentina es más NPS (Nitrógeno Fósforo Azufre) que NPK (Nitrógeno Fósforo Potasio) por eso no hablábamos de potasio, porque no aparecía como deficiente. Antes de 2011 había niveles elevados en toda el área agrícola, una incipiente deficiencia en la zona este de Entre Ríos y deficiencias generalizadas en el sur de Corrientes. Sin embargo, en el relevamiento de 2018 se observaron caídas generalizadas del K del suelo y hasta surgió una ‘zona roja’ en el este de Entre Ríos, con menos de 200 ppm”, comentó Fernando García.
Juan Orcellet describió que se dieron dos factores que explicaron esa caída: la exportación por rendimiento de cultivo y la degradación de suelos especialmente erosión (por la alta frecuencia que tuvo la producción de soja).
“El K es muy importante desde el punto de vista de la producción”. En ensayos realizados en Mercedes, Corrientes, la respuesta a la aplicación de K promedió un 40%. “Es un nutriente clave para garantizar una buena nutrición en años de estrés, con respuestas de hasta 60% en maíz”.
Los especialistas resumieron la presentación con una sentencia: “Cuando el potasio falta, falla todo el sistema”.
En cuanto a las respuestas conseguidas en los ensayos en Entre Ríos y sur de Corrientes, se apuntó que en el caso de arroz “la frecuencia de respuesta significativa” al agregado de K fue de 33%, en el caso de maíz fue de 47%; en soja, 23% y de hasta 50% en trigo. Las respuestas en rendimiento fueron del 7%, 23%, 5% y 14% en estos cuatro cultivos (arroz, maíz, soja y trigo, respectivamente).
García resaltó el hecho de que, a través de estas redes de ensayos, se pudo estimar el “nivel crítico” de K intercambiable del suelo para calibrar la decisión de inversión: “debajo de 150 partes por millón (ppm), la respuesta a la aplicación es alta, pero arriba de 200 ppm la probabilidad de respuesta es baja”.
Por su parte, Orcellet describió que por la sintomatología de la deficiencia de K “los bordes de las hojas se ponen amarillas y luego se necrosan”. El técnico del INTA recomendó que la aplicación de K se realice por ambiente y “en las zonas de baja productividad” dado que, justamente, esos ambientes tienen relación con la deficiencia del nutriente.
“En el este de Entre Ríos, en trigo hubo respuestas medias en 650 kg/ha, en 30% de los sitios”. En maíz, en un suelo que tenía 55 ppm en la zona de menor productividad y 129 ppm en la zona de alta productividad “se duplicó la producción por aplicación de K”.
Además de los ensayos realizados en Mesopotamia, los especialistas presentaron otros de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba. Si bien en estas provincias los niveles de K del suelo son mayores y la frecuencia de respuestas es menor, se observaron respuestas en sitios con suelos arenosos, hasta 2300 kg/ha en trigo en la zona de 25 de Mayo, y suelos degradados por erosión en la zona de G. Gelly, hasta 1000 kg/ha en maíz. Igualmente se remarcó que son regiones en las cuales la deficiencia aún no es un problema, dado que la mayoría de los suelos están por encima de las 200 ppm, pero “la cuenta del banco se está secando y hay que chequearla”, advirtió Orcellet.
Por otro lado, García también se refirió a la situación relevada en la provincia de Tucumán, en los trabajos conducidos por el Ing. Agr. Agustín Sanzano de la EEA Obispo Colombres, donde los mapas de disponibilidad de K en suelos del pedemonte tucumano muestran niveles bajos del nutriente. “Resultados de experiencias en caña de azúcar indican respuestas de 12% en rendimiento, mientras que en citrus los incrementos fueron de hasta el 24%”.
En resumen, las recomendaciones sugeridas para el manejo de K fueron:
• El muestreo y análisis de suelos es esencial para determinar posibles deficiencias, considerando que los suelos debajo de 200 ppm de K intercambiable presentan alta probabilidad de respuesta a la fertilización potásica.
• En la Mesopotamia, las necesidades de fertilización ya están claramente definidas.
• En otras regiones se debe monitorear el K del suelo para prevenir pérdidas de rendimiento por deficiencia del nutriente.
Y culminaron su presentación con dos afirmaciones: el potasio es clave en condiciones de sequía y, con deficiencia, “los números (para invertir en una fertilización) dan; las respuestas pagan el costo del fertilizante y más”.