En Argentina, el cereal solo logra el 60% de su rendimiento potencial, debido a situaciones de estrés ambiental. Stoller propone el uso de un fertilizante líquido capaz de acercar al cultivo a su techo.
A la hora de hablar del estrés de los cultivos, lo usual es que los productores lo asocien con algún evento climático extremo, como granizo, heladas o sequía. Sin embargo, las plantas sufren condiciones estresantes desde el momento mismo de la implantación: cualquier factor exógeno que este fuera del rango óptimo para el desarrollo del cultivo en un determinado ambiente limita la expresión de su potencial genético.
“Cuando una planta está estresada centra su energía en la supervivencia, no en la reproducción, lo que significa que no está enfocado en nuestro principal objetivo que es producir grano. Hay situaciones en las que muchas veces podemos no ver síntomas claros de estrés, pero sí hay mermas respecto al rendimiento potencial”, explicó Paula Florencia Di Gerónimo, Asesora Técnica Regional Buenos Aires Sur de Stoller Argentina.
¿Cuáles son los síntomas que exhibe el cultivo? Dependiendo del tipo de estrés, su intensidad, su duración y el estadio fenológico, pueden ocurrir: cierre estomático, detención del crecimiento, abscisión de hojas, aborto floral, enlentecimiento de procesos fisiológicos, degradación de proteínas o ruptura de membranas celulares, entre otros daños.
Como se mencionó, la clave es que estos fenómenos tienen impacto directo sobre el rendimiento y, en el caso del trigo, un 60% del potencial de rinde depende del ambiente en el que crece.
En Argentina, mientras el rinde promedio se ubica en 3.020 kilos por hectárea, el potencial en secano asciende a 5.160 kilos; es decir que hay 2.140 kilos que no se logran obtener por diferentes estreses. Dicho de otro modo, el trigo solo rinde un 60% de lo que podría rendir.
Y este año, la siembra ya arrancó con un contexto estresante: bajos niveles de humedad en los perfiles y una gran cantidad de heladas. A lo que se suma el creciente problema de las malezas resistentes, que llevan a usar herbicidas residuales, que en algunas ocasiones provocan fitotoxicidad.
Propuesta novedosa
En este marco, está claro que el productor no puede controlar las variables ambientales, si llueve más o menos, o si hace más calor o frío; pero sí puede influir sobre el comportamiento de los cultivos a través de un buen programa de manejo nutricional y sanitario.
Para esta campaña, la propuesta de Stoller es BioForge advance: un fertilizante líquido formulado con una combinación exclusiva de nitrógeno (3%), potasio soluble (1%), cobalto (1%) y molibdeno (1%), ideal para el manejo de estrés abiótico durante todo el ciclo del cultivo.
“Su formulación renovada posee mayor concentración de cofactores de crecimiento que estimulan una rápida recuperación del cultivo en momentos críticos”, indicó Di Gerónimo.
La ventaja de este producto es que trabaja a dos niveles: por un lado, la presencia de cobalto regula la síntesis de etileno, limitando la expresión de sintomatologías asociadas al estrés; por el otro, el molibdeno, mejora la eficiencia de utilización del nitrógeno disponible.
“De esta manera el uso de BioForge advance en el cultivo de trigo aumenta la tolerancia al estrés ambiental, recupera plantas dañadas por helada, granizo, sequia o fitotoxicidad causada por herbicidas, previene el aborto de granos y mejora el aprovechamiento de los fertilizantes nitrogenados”, añadió Di Gerónimo.
Además del trigo, BioForge Advance también es recomendado para cebada y se puede aplicar ante las siguientes situaciones:
• Cualquier momento del ciclo del cultivo en el que un factor abiótico limite su desarrollo, como heladas, granizo, déficit o excesos hídricos.
• Recuperación de fitotoxicidad por “carry over” de herbicidas residuales, tanque sucio o deriva.
• Acompañamiento en la aplicación de herbicidas post emergentes potencialmente fitotóxicos.
• Seguido de fertilizaciones nitrogenadas.
“BioForge Advance se aplica de manera foliar mediante pulverizado y es compatible en mezcla con fitosanitarios de uso común en el cultivo de trigo. La dosis puede variar entre 0,5 a 0,75 litros por hectárea, dependiendo del potencial del lote y el nivel de limitante que estemos tratando”, sintetizó Di Gerónimo.
Y completó: “Desde Stoller sostenemos la importancia de brindar soluciones que permitan lograr cultivos que se comporten mejor en un ambiente en muchas ocasiones restrictivo (no solo por el clima, sino por la reducción en las dosis de fertilizante debido al precio). Queremos que el productor tenga herramientas para ser más eficientes en el uso de los recursos y logre mejores rendimientos”.