La superficie sembrada en el Valle de Lerma se incrementó ya que permite, entre otras cosas, satisfacer los requisitos de alimentos en cuanto a calidad.
Desde el grupo de trabajo de Innovación en Sistemas Agrícolas de INTA Salta, se evalúa el comportamiento de híbridos comerciales de maíz que se cultivan en el Valle de Lerma con el objetivo de disponer de información para los productores de la zona y para la Asociación Cooperadora de la institución.
En este sentido, la investigadora Gabriela Valdez comentó que la intensificación pecuaria observada en el Valle de Lerma, debido a la producción de bovinos en feedlots y a la producción intensiva de cerdos y de pollos, “aumentó aún más la demanda de maíz que ya se cultivaba para satisfacer a la producción lechera. La demanda de maíz es por granos y de materia verde para silos de planta entera”.
Entre los trabajos que se realizan, se encuentra la evaluación de maíces doble propósito; se trabaja con materiales que el productor emplea para la producción de silo de planta entera o bien para cosechar el grano. El año pasado, se analizó el comportamiento de estos materiales en ambientes de diferente potencial productivo, tanto a escala de lote como a distintas densidades de siembra.
“El objetivo no fue comparar los híbridos entre sí, sino tener información del comportamiento de los híbridos en esas condiciones”, dijo Valdez. Los resultados del año pasado mostraron que la producción de materia seca se incrementó con el aumento de la densidad de siembra, y en la medida que mejoraron las condiciones del ambiente productivo. Según sus palabras, “el aporte de las espigas a la producción de materia seca estuvo alrededor del 51 %, valores que cita la bibliografía como adecuados para obtener un silo de calidad, con buena relación de fibra y de energía, que es aportada por la espiga”.
En cambio, en la producción de granos se observó que el rendimiento aumentó cuando la densidad se incrementó de 40.000 plantas ha-1 a 60.000 plantas ha-1, mientras que los rendimientos se mantuvieron o disminuyeron al aumentar la densidad a 80.000 plantas ha-1. Así, “el comportamiento estuvo en relación con las características de plasticidad y estabilidad de los híbridos”, destacó la investigadora.
Lo llamativo de la campaña 2020-2021, fue que “si bien llovió un 21 % menos que el promedio histórico, las precipitaciones que se registraron fueron de poca intensidad, en volúmenes inferiores a los 30 mm, pero bien distribuidas. Esto permitió una buena acumulación del recurso hídrico en el perfil y explicaría los buenos rendimientos de granos obtenidos (rendimiento promedio= 9.226 kg ha-1). Sin embargo, en el ambiente de mayor productividad el rendimiento de granos fue menor a lo esperado (8.472 kg ha-1) y, probablemente, esto se deba a alguna otra limitación, como la fertilización, lo que abre otra línea de trabajo”, resaltó Gabriela Valdez.
Agua y suelo, socios del maíz
El cultivo de maíz en el Valle de Lerma se hace principalmente a secano, es decir que, para crecer, el cultivo utiliza el agua de lluvia que se acumula en el perfil del suelo. La reserva de agua, por lo tanto, depende no sólo de las intensidad y distribución de las precipitaciones sino también de la capacidad del suelo para almacenarla. Las características genéticas del suelo definidas (posición en el relieve, propiedades físicas como textura y estructura, o químicas como contenido de materia orgánica y concentración de nutrientes) y la historia agrícola de los lotes del Valle de Lerma, hicieron que se desarrollasen impedimentos físicos para la infiltración del agua, su acumulación y disponibilidad para el cultivo como así también el desarrollo de un buen sistema radicular y el aprovechamiento de los fertilizantes.
Por lo tanto, estos impedimentos físicos del suelo nos hacen más dependientes de las precipitaciones y su frecuencia de ocurrencia, lo que explicarían el comportamiento de los rendimientos reales en el Valle de Lerma. Concepto que quedó demostrado en la campaña 2020-2021, en la cual el cultivo expresó buenos rendimientos aun siendo una campaña de poco volumen de precipitaciones. La baja intensidad de las precipitaciones y su distribución permitieron la acumulación del agua en el perfil, es decir aumentó la eficiencia del milímetro de agua de lluvia.