Ante reportes de ataque de la plaga en el NOA, Aapresid brinda claves para su monitoreo y control.
El picudo negro de la vaina (Rhyssomatus subtilis) es una especie relativamente reciente en el cultivo de soja que se distribuye mayormente en toda la región NOA.
En estadios vegetativos de la soja los adultos de esta plaga pueden afectar el stand de plantas, dañando cotiledones o afectando la altura y estructura del cultivo al dañar los brotes terminales. Peor es en el llenado de granos (R5 a R6) donde los daños son más críticos, ya que las hembras colocan los huevos en el interior de las vainas, y al eclosionar, las larvas se alimentan de los granos, afectando directamente el rendimiento del cultivo, con mermas de hasta el 60 %. Además, los daños por oviposición y alimentación favorecen el ingreso de patógenos que afectan la calidad de los granos.
Reconociendo la plaga
En el NOA presenta una sola generación al año. El adulto mide 5 mm de longitud y 2,5 mm de ancho. Tiene el cuerpo de forma algo ovalada, negro, con tonalidades bermejo. La cabeza es pequeña y la base del rostro es delgada y curvada, tan larga como la cabeza y el protórax. Los élitros presentan líneas longitudinales de puntuaciones o estrías a lo largo de toda su extensión. Las hembras oviponen en el interior de las vainas desde que la soja se encuentra en R5 hasta R8.
Los huevos son de forma ovalada, de color blanco amarillento y miden 1 mm. Son colocados de manera individual junto al grano, llegando a observarse en algunos casos más de un huevo por vaina.
Las larvas son ápodas, con el cuerpo rollizo, curvado, en forma de “C” y de color blanco lechoso. En el interior de la vaina, las larvas se alimentan de los granos. Pasados sus 4 estadios larvales, realizan una perforación en la vaina para arrojarse al suelo, donde formará una cámara pupal entre los 3 y 9 cm de profundidad para luego entrar en estado de pupa hacia septiembre.
El ciclo se reanuda a mediados de noviembre, con la emergencia de los adultos desde el suelo, proceso que se manifiesta en “pulsos o camadas” asociados a la ocurrencia de las precipitaciones y suele extenderse hasta el mes de mayo, con picos durante febrero y marzo.
Estrategias de manejo integrado
Una de las primeras herramientas de manejo es el muestreo de suelo, ya que sirve para estimar la población de picudo que estará presente durante la próxima campaña y planificar estrategias de antemano. Para ello se recomienda establecer un punto de muestreo cada 10 hectáreas. Cada estación de muestreo debe tener 50 cm de largo, 30 cm de ancho (15 cm para ambos lados de la línea original de soja) y 10 cm de profundidad. Se debe tamizar con zaranda el volumen de suelo comprendido en esas dimensiones y contabilizar las larvas y/o pupas presentes.
Ya con el cultivo de soja implantado, se recurre al muestreo de adultos con paño vertical, acompañado con revisión de brotes, hojas secas, rastrojo y suelo, ya que durante las horas de mayor insolación los adultos suelen buscar refugio.
Para el control químico contamos con insecticidas curasemillas como la estrategia más adecuada para el control de adultos en las primeras etapas del cultivo. Entre las alternativas más empleadas se encuentran algunos neonicotinoides (tiametoxam, imidacloprid y acetamiprid) y la mezcla comercial de fipronil más ethiprole. El período de control efectivo de esta herramienta es de 20 a 25 días después de la siembra (DDS).
Pasado el efecto del curasemillas, se debe recurrir a las aplicaciones foliares, logrando buenos controles con principios activos como fipronil, organofosforados, piretroides y mezclas de estos con neonicotinoides. El periodo de protección brindado por estos insecticidas está condicionado por las nuevas emergencias de los adultos.
Ante la ocurrencia de lluvias, es recomendable esperar al menos 48 horas hasta que se manifieste el nuevo pulso de emergencia para realizar la aplicación del insecticida.
La aplicación debe realizarse en el momento de mayor exposición de la plaga (últimas horas de la tarde y durante la noche). Hay que tener en cuenta que los insecticidas de los grupos IGR (insect growth regulators), los carbamatos y las diamidas -comúnmente usados en soja- no logran controlar a los adultos de picudo.
Entre prácticas culturales contamos con la rotación con gramíneas o poroto. En este último caso, esta legumbre dificulta a las hembras dejar descendencia. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que el poroto es sensible al ataque de la plaga en sus etapas vegetativas.
Otra estrategia es modificar la fecha de siembra de la soja para que los picos de emergencia de adultos no coincidan con las fases de llenado de grano (R5 y R6).
En cuanto a prácticas de prevención, es clave evitar la dispersión de esta plaga y su ingreso al lote. Esto se logra con la limpieza de maquinaría proveniente de zonas endémicas, principalmente cosechadoras y pulverizadoras. También deben limpiarse equipos de transporte de granos y, en el caso de transporte de semilla, se recomienda establecer un lugar físico para su almacenamiento hasta su utilización.