Desde Casafe abordan la problemática del pasto cubano, una maleza que ejerce una fuerte presión en las zonas rurales y ahora suma su presencia en las zonas urbanas.
La Tithonia tubaeformis, comúnmente conocida como “pasto cubano” o “girasolillo” es una maleza que ha tomado relevancia en el NOA en los últimos años. Si recorremos las rutas de la región podemos identificarla por su gran porte y sus características flores amarillas que visten las banquinas durante el otoño y el comienzo del invierno.
El pasto cubano es originario de Centroamérica y fue introducido involuntariamente alrededor de los años ´60 en Jujuy, desde donde se extendió a toda la región. En 1983 fue declarado plaga nacional por las entonces autoridades de la Secretaría de Agricultura y Ganadería de la Nación. Esto se debió a su alto poder invasor, gran capacidad de competencia con los cultivos y velocidad de colonización en espacios donde no estaba presente. Pero la razón principal, es que es una especie que tiene mucha capacidad esquilmante, es decir que puede extraer una gran cantidad de nutrientes del suelo. Tal es así que, en los primeros años de aparición, el pasto cubano puede llegar a medir hasta 4 metros de altura y, con el correr de los años, va tomando cada vez menor porte porque el suelo está empobrecido.
En un comienzo esta era una maleza que aparecía solo en las zonas rurales. Sin embargo, desde hace unos años se la puede apreciar también en las zonas urbanas, principalmente en los lotes baldíos donde puede generar grandes cubanales y hasta en los canteros de las veredas donde alcanza dimensiones muy pequeñas. Es por eso que todos nosotros, productores y vecinos, estamos obligados comprometernos en colaborar en su control.
Manejo preventivo
La incidencia del pasto cubano está creciendo exponencialmente. Su manejo preventivo es fundamental, ya que, por cada planta adulta bien desarrollada se obtienen cerca de cien mil semillas, que pueden ser transportadas por el viento, aves, agua de riego e implementos agrícolas, entre otros factores.
Un manejo adecuado consiste en combinar técnicas de control mecánicas y químicas. Esto implica conocer el momento de mayor susceptibilidad de la maleza y los principios activos más adecuados para controlarla.
Si estás en zona urbana los métodos más recomendados son los mecánicos: arrancar de las plantas de raíz y dejarlas amontonadas para que se sequen sin tener contacto con el suelo. Esta última parte es importante, ya que tiene la habilidad de enraizar desde los tallos.
En caso de utilizar una herramienta de control química, es imprescindible contar con el asesoramiento de un profesional de la agronomía. El experto deberá asesorar en el mejor producto a aplicar, en base a las malezas presentes en el lote y la historia de aplicaciones realizadas, a fin de rotar modos de acción de herbicidas y retrasar la aparición de resistencias.
Antes, durante y después de la aplicación tené en cuenta las siguientes prácticas para un uso responsable del producto:
• Leé el marbete completo antes de preparar el caldo de aplicación.
• Utilizá el equipo de protección personal que indique la etiqueta del producto.
• Medí las condiciones climáticas y aplicá sólo cuando sean adecuadas.
• Lavá el envase cuando se agote el producto, tal como lo indica la norma IRAM 12.069. Podés hacerlo a través del triple lavado o lavado a presión.
• Una vez lavado el envase, perforale la base para inutilizarlo y llevalo a un centro de almacenamiento transitorio.
• Lavá correctamente los equipos y elementos sobre una cama biológica, y el EPP separado de la ropa diaria.
Por: Ximena Rojo Brizuela, coordinadora Región NOA de Casafe.