En un futuro cada vez más cercano, los aviones podrán ser propulsados por biocombustibles producidos a partir de crucíferas como la camelina y la carinata.
A nadie le debería resultar ajeno el hecho de que los combustibles fósiles no renovables deberían ser reemplazados en algún momento por alternativas deseosamente sostenibles. En el caso del sector aeronáutico, estas fuentes renovables de biocombustibles excluyen a aquellos oxigenados como etanol, y entre los posibles reemplazos figuran los “hidrocarburos verdes”, derivados de mezclas de babasú (aceite extraído de las semillas de la palma Babasu Attalea speciosa), aceite de coco, jatrofa, algas y crucíferas como la camelina y la carinata. Estos últimos mostraron resultados prometedores teniendo en cuenta su eficiencia energética y la posibilidad de producción a gran escala.
El uso de biocombustibles derivados de estas crucíferas evidencia una reducción drástica en la emisión de gases de efecto invernadero, además de demostrar un rendimiento energético similar a los combustibles convencionales, y que no representa una amenaza técnica o de seguridad para las aeronaves. Esto es así ya que el biocombustible es un reemplazo directo compatible con la infraestructura existente, desde el almacenamiento y el transporte hasta la tecnología de flotación de los aviones, por lo que resulta una alternativa totalmente prometedora.
Cultivos como la camelina y la carinata presentan pocos requerimientos nutricionales (por ejemplo, de nitrógeno) y de agua, por lo que no compiten con cultivos alimentarios y podrán incluirse fácilmente en las rotaciones, sobre todo en tierras marginales, donde otros cultivos no crecen. Sin embargo, a pesar de ser una gran promesa, queda un camino importante a recorrer para dar a conocer estas crucíferas entre los productores agropecuarios. Asimismo, resulta imprescindible investigar sus efectos en la incorporación a las rotaciones agrícolas y reconvertir el circuito de las refinerías para el tratamiento de los aceites derivados.
Es importante destacar que el costo de producir biocombustible a partir de estas brasicáceas termina siendo competitivo para los clientes de esta energía por un factor clave: una vez obtenido el aceite, los residuos de estos cultivos pueden molerse para obtener una harina de alto valor nutricional, lo que permite recuperar parte de los costos y ayudar a la viabilidad económica de estos cultivos. La harina que se obtiene es relativamente baja en fibra y alta en proteína cruda, fácilmente degradable por las bacterias del rumen, lo que la convierte en una aliada estratégica en las dietas animales en planteos agrícolas-ganaderos.
Por: Ing. Agr. Rodrigo Rosso, Prospectiva Aapresid
Fuente: Revista Aapresid